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Antecedentes
  • Senado
  • Sesión Especial N° 27
  • Celebrada el
  • Legislatura Ordinaria año 1973
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Intervención
ACUSACION CONSTITUCIONAL EN CONTRA DEL MINISTRO DE ECONOMIA, FOMENTO YRECONSTRUCCION, DON ORLANDO MILLAS CORREA.

Autores

El señor AGUIRRE DOOLAN (Vicepresidente).-

Ofrezco la palabra.

Ofrezco la palabra.

El señor Secretario procederá a dar lectura a la defensa escrita que el señor Ministro acusado envió a la Corporación.

Debo advertir a los señores Senadores que a las 19 horas en punto se levantará la sesión.

El señor FIGUEROA (Secretario).-

La defensa enviada por el señor Ministro tiene fecha de hoy, 3 de julio de 1973, y dice lo siguiente:

Señor

Presidente del Senado.

Presente.

Señor Presidente:

El Reglamento del Senado me autoriza para enviar por escrito mi defensa frente a la acusación constitucional elevada a la consideración de él por acuerdo que adoptó la mayoría de la Cámara de Diputados. Procedo a hacerlo a través del presente documento, que solicito sea leído en el tiempo que me corresponde en el debate de esta materia.

Posiblemente sea inoficioso que haga uso de este derecho. En efecto, son conocidos los acuerdos adoptados por las directivas nacionales de los Partidos Demócrata Cristiano, Nacional e Izquierda Radical de interponer el primero y apoyar los otros dos la acusación. Por lo tanto, es de presumir que sus Senadores no procederán en conciencia, sino obedeciendo instrucciones y no se atendrán a consideraciones jurídicas. Aún más, la acusación fue anunciada y luego interpuesta en razón de resolución del Senador señor Patricio Aylwin que, de esta manera, se constituye en juez y parte, prejuzgando y haciendo uso de su autoridad de jefe de una colectividad política, que le asegura los votos de sus colegas de igual militancia.

A pesar de encontrarme sujeto a una acusación constitucional tan singular, cuyos resultados se anticipan y en que nada tienen que ver las disposiciones de la Carta Fundamental, he estimado con todo, que es un deber mío exponer ante el Senado su absoluta carencia de fundamentos. Aun me resisto a creer que no haya Senadores pertenecientes a los partidos de Oposición dispuestos a proceder en conciencia y de acuerdo a sus responsabilidades. El establecimiento de una dictadura parlamentaria que, sujetándose a conveniencias ocasionales de directivas inclinadas a votar en todo contra el Gobierno, aprueban hasta acusaciones a Ministros de Estado sin atender razones, conduce al más absoluto desprestigio del Parlamento, en términos que deben llamar a meditación.

En el caso de la presente acusación constitucional, parece extremadamente difícil que a alguien pueda caberle dudas de que es infundada.

A.- El contenido dé fondo de la acusación.

Esta acusación constitucional reitera como causales las de una interpuesta un mes antes de ella y que la Cámara de Diputados rechazó. Supone la infracción a las normas constitucionales y legales invocadas en esa anterior acusación, por los mismos motivos que entonces declaró la Cámara que no permitían dar lugar a que se elevasen los antecedentes ante el Senado.

Como la demostración de la insolvencia jurídica de la actual acusación la expuse ya en relación a la anterior y existe la indicada identidad de causales de ambas, procedo a reproducir ante el Senado lo que en su oportunidad expuse detenidamente a la Cámara de Diputados y que convenció a la mayoría de sus integrantes. Es lo siguiente:

1.- La acusación excede las atribuciones de la Cámara.

Señor Presidente:

Por segunda vez soy objeto de una acusación constitucional entablada por el Partido Nacional. Es un alto mérito. Los señores Diputados acusadores, por intermedio de su personero que actuó ante la Comisión Especial encargada de informar a esta Cámara, tuvieron la gentileza de expresar que no los movían consideraciones personales en tal sucesión de acusaciones. Queda claro, entonces, que se me ha dispensado el honor de repetirse el procedimiento de la acusación constitucional en mi contra, ayer como Ministro de Hacienda y hoy como Ministro de Economía, Fomento y Reconstrucción, en razón de mi conducta política, o sea de haber actuado consecuentemente en el cumplimiento del programa básico del Gobierno popular.

Nuestra Carta Fundamental establece en forma muy clara y absoluta que los Ministros de Estado somos de la confianza del Presidente de la República y no del Parlamento. Las discrepancias de una mayoría parlamentaria con nuestras actuaciones dan lugar, según las normas constitucionales, a una fiscalización que no influye en la permanencia en nuestros cargos. El ejercicio de las acusaciones, o sea, del juicio político, se reserva exclusivamente para los casos de delitos ministeriales de excepcional gravedad. Por lo tanto, reviste caracteres de un abuso extremo, con el cual se violan normas categóricas de la Constitución, dar la forma de acusación a la expresión de discrepancias políticas con la conducta de los Ministros.

2.- ¿Por qué no se ocupa mejor el tiempo en legislar?

Nos encontramos frente a una nueva extralimitación de esa especie. Con ella pone un broche final a sus actuaciones esta Cámara de Diputados, a tres días del término de su mandato. Es la Cámara que se negó a aprobar siquiera la idea de legislar expropiando empresas para constituir el área social de la economía. Ha preferido morir con las botas puestas, ocupar horas en acusar a un Ministro que vino a reclamarle el cumplimiento de su deber de legislar sobre un asunto de la más alta trascendencia nacional, en vez de dedicar este tiempo al estudio de un proyecto de ley tan importante.

Como Ministro de Economía, Fomento y Reconstrucción he convivido con los trabajadores de las empresas del área social. Al llegar a ellas para observar las faenas de la producción, discutir asuntos de dirección industrial, darles cuentas de resoluciones de Gobierno o hablar en sus asambleas, he sentido su honda preocupación por el retraso en dar una solución jurídica al establecimiento de la propiedad del pueblo de Chile sobre los que hasta ayer eran bastiones de la oligarquía financiera sujetos a su parasitismo monopólico. Allí surgieron conflictos agudos, la situación anterior se hizo intolerable. El Gobierno ha cumplido con su deber de mantener al país en actividad y, de acuerdo con las atribuciones que le entrega la ley, ha requisado o intervenido aquellas empresas en que no quedaba otro camino. Los obreros, empleados, técnicos y profesionales han cumplido igualmente con su deber, desarrollando la producción. Pero, hay quienes han faltado al suyo. Por eso, en algunas industrias llamadas a integrar el área social se posterga el interinato, la intervención como resorte para salir del paso, con todas las limitaciones que le son inherentes, y en otras, como la Papelera, continúa desafiante aún la dominación de los antiguos magnates, con inmensos perjuicios para la economía nacional, al no cumplirse compromisos bancarios en el exterior, desatender otros en nuestro país y prolongar una administración notoriamente deficiente.

En la última de las sesiones de este período parlamentario, cabe señalar lo más destacado de él. Es un mérito muy relevante que la presente Cámara haya aprobado la reforma constitucional, propuesta por el PresidenteAllende, que nacionalizó la gran minería del cobre, rescatando nuestra riqueza fundamental. Sin embargo, no sólo los que en el futuro escriban la Historia, sino todos los que recuerden estos años de intenso conflicto social y en que Chile eleva su estatura, seguramente se detendrán a considerar como un rasgo determinante y caracterizador la obcecación con que se cerró al paso a la ley que inútilmente vine a reclamar para la expropiación de monopolios. Se ha preferido aquí, con una euforia muy ajena a las preocupaciones y los anhelos del pueblo, dedicarse a acusar Ministros de Estado.

Suelen lanzarse contra la naciente área social de la economía dardos envenenados. Se magnifica todo error que ocurra en ella y se ocultan sus éxitos. Pero lo cierto es que allí se trabaja con patriotismo, superando las dificultades, que provienen sobre todo de la actitud empecinada de la mayoría parlamentaria que niega a esas empresas el estatuto jurídico a que tienen derecho. En cambio, no pudiera calificarse como trabajo el ejercicio, de que acá se hace gala, de una retórica expresada en libelos acusatorios contra los Ministros que enfrentamos grandes intereses creados y defendemos el interés nacional.

3.- La razón de que asista a defenderme.

Hay quienes preguntan si tiene objeto que los Ministros concurramos a este tipo de debates, especie de diálogos de sordos, en que no tienen importancia los argumentos, porque los resultados de la votación se encuentran predeterminados. Puede parecer que, al asistir, nos incorporamos a una gran farsa, aceptamos en ella un papel, el de acusado, a pesar de que el libelo de turno no reúna los requisitos que le exige la Constitución, y contribuimos a que se presenten otros como supuestos jueces objetivos e integérrimos.

No pienso así. Mucho tiempo en esta Cámara hubo muy pocos Diputados comunistas. Cuando llegó al hemiciclo Luis Emilio Recabarren no tenía posibilidad alguna de convencer a sus adversarios. Pero les hablaba con profunda convicción, les entregaba argumentos de efectivo significado, polemizaba con ellos. No faltó quien hiciera mofa señalándole que no conseguiría jamás atraerlos a la causa de la transformación social. Sin embargo, lo importante residía en la fuerza de la verdad y en que, ella, formulada en esta Cámara ante oídos sordos, salía desde aquí a la calle, a la pampa salitrera, a las fábricas, a las minas, a las haciendas, a las escuelas, a los hogares del pueblo. La vida le dio la razón a Recabarren. No perdió el tiempo que dedicara a los debates parlamentarios. Los que se ufanaban de ganarle votaciones circunstanciales fueron quedando atrás ante el curso de los acontecimientos y hoy, aunque sigan remando contra la corriente, sienten que indefectiblemente deberán abandonar el escenario.

Hablo en esta Cámara; pero no sólo para ella. Hablo para el país. Hablo para un pueblo que percibe cada vez más claramente que el afán de restarle atribuciones al Gobierno del Presidente Allende, de impedirle solucionar apremiantes problemas, de ahondar las dificultades, de conducir al caos, es un afán que afecta vitalmente a todas las familias de la gente de trabajo, perjudicando sus intereses más fundamentales.

4.- Los peligros de un parlamentarismo anárquico e irresponsable.

Las querellas promovidas por las frondas aristocráticas se han revestido tradicionalmente en Chile de expresiones jurídicas. Cuando recién salíamos de la Colonia, el feudalismo que trataba de campear por sus fueros llegó a colocarse máscaras seudoliberales para socavar y combatir la autoridad que iniciaba la construcción de la grandeza de la Patria modernizándola, poniendo términos a los mayorazgos, sustituyendo las viejas instituciones, abriendo paso a los cambios. Más tarde, se presentó como una pugna entre dos tesis de interpretación constitucional, lo que en el fondo era la contradicción entre el sometimiento al imperialismo de parte de banqueros y terratenientes y la vocación progresista de Balmaceda y de las fuerzas sociales vinculadas al desarrollo de la producción en una escala nacional. Con todo, la propia pugna jurídica tiene su razón de ser, ya que en esa esfera se manifestó en aquella oportunidad, como en muchas otras, que la reacción trata de privar a Chile de una autoridad, de un Gobierno, de la cohesión patriótica, de la capacidad de resistencia ante el embate de los adversarios y de los intereses creados.

De nuevo hoy las acusaciones constitucionales son una manifestación de un parlamentarismo anárquico, irresponsable, inconstitucional. No podemos evitar, ante ellas, que se evoquen las acusaciones a los Ministros y aun al conjunto del Gabinete del PresidenteBalmaceda.

No eludimos, sino que estimamos indispensable promover el debate sobre los alcances de este aspecto de la lucha social contemporánea en nuestro suelo. La clase obrera, formada en las faenas de la producción, educada en la disciplina del trabajo, instruida en la fábrica, tiende por naturaleza a la acción cohesionada, a la disciplina social, a la resistencia frente a la anarquía y la arbitrariedad capitalista. Ella es la columna vertebral de un pueblo que ha elegido un Gobierno para que ejerza la autoridad poniendo término a los abusos, a los privilegios y a la explotación.

Como una dramática advertencia, emerge ante los chilenos la tragedia de un pueblo hermano, de Bolivia, donde se derribó a sangre y fuego a un Gobierno progresista e innovador, estableciendo sus adversarios, en contubernio, la bandera de una supuesta libertad como cobertura del fascismo, del terrorismo ejercido desde el poder, del arrasamiento de los derechos humanos. Tales tiranías no son, en nuestro tiempo, prenda de estabilidad ni de orden, sino fuentes de sucesivos y degradantes quebrantos. En La Paz se ultiman entre sí los caudillos anticomunistas y el cadáver de uno de ellos, reciente Ministro del Interior, queda con el hígado destrozado y el cráneo hecho astillas. Hay que detener las siembras de odio, el afán de extremar los conflictos, la tentativa de hacer imposible el diálogo, la ruptura de los puentes democráticos, porque es el deber supremo que Chile no sea arrastrado a la hecatombe.

5.- El Partido Nacional no pudo encontrarme actuaciones irregulares:

En mérito de tales consideraciones, con respeto por el Parlamento como institución sujeta a su rol constitucional, y reafirmando nuestra vocación a la vez revolucionaria y democrática, y queriendo subrayar nuestra voluntad decidida de enmarcar el proceso de cambios estructurales en el acatamiento a la ley y en su modificación de acuerdo con ella misma, concurro este debate para demostrar que el libelo acusatorio es abusivo de un resorte constitucional de fines distintos y no tiene asidero jurídico.

Me alienta a cumplir esta tarea la actitud, que valorizo y agradezco, de aquéllos que, siendo opositores, han llegado en conciencia al convencimiento de que esta acusación es improcedente y por ello se abstienen de venir a votar en mi contra. Su actitud indica que sigue habiendo posibilidades de dilucidar racionalmente muchos asuntos, restableciendo la convivencia democrática que a este Gobierno le interesa y que el pueblo quiere que se abra camino.

Ya el Diputado informante, compañero Luis Maira, en una exposición brillante y exhaustiva, demolió el libelo acusatorio y ha demostrado su absoluta inconsistencia. El discurso de Maira me ahorra muchas consideraciones; pero permítanme que recapitule cada uno de los temas de la acusación, decidido a probar que las actuaciones que sean examinadas de este Gobierno son absolutamente claras, límpidas, justas, legales y basadas en las conveniencias del pueblo y de la nación.

El Partido Nacional buscó y rebuscó alguna causal para acusarme constitucionalmente, una acción mía que permitiera incriminarme. Desempeño un Ministerio difícil en un momento difícil. Finalmente, el Partido Nacional, sin encontrar otra cosa, exhibió en el libelo acusatorio lo único que pudiera parecer reprobable. Veamos, entonces, si hay en ello algo malo. El Partido Nacional quiso tener el monopolio de esta acusación, concentrando en este Ministro militante del Partido Comunista todo su rencor contra el Gobierno del Presidente Salvador Allende y de la Unidad Popular. Para acusarme, atropelló el Partido Nacional a sus propios aliados, no se dignó consultarlos. Se sintió feliz de haber descubierto, siquiera, algo que echar en cara a este Ministro y a este Gobierno. La acusación, dividida en cinco capítulos, tiene en verdad una sola hebra. El único antecedente jurídico en que se basa es la Resolución Nº 112, del año 1972, de la Dirección de Industria y Comercio.

Por lo tanto, estamos ante una acusación basada en objetar una Resolución de un organismo dependiente del Ministerio de Economía, Fomento y Reconstrucción, cursada con fecha 3 de marzo de 1972. En esa época yo era Diputado y no ejercía Ministerio alguno. Tres meses y medio más tarde asumí recién, el 16 de junio de 1972, el Ministerio de Hacienda. Y sólo cerca de diez meses después de entrar en vigencia la Resolución Nº 112 vine a hacerme cargo, el 29 de diciembre de 1972, del Ministerio de Economía, Fomento y Reconstrucción. La Constitución no contempla acusaciones retrospectivas de este tipo; pero, con todo, lo que estimo más grave es que se intente descalificar con argumentos descabellados una Resolución encuadrada absolutamente en las normas de Derecho, oportunamente cursada por la Contraloría General de la República y que, al crear las JAP, con ello da cumplimiento a obligaciones funcionales de la Dirección de Industria y Comercio, impuestas por su ley orgánica. Los señores Diputados saben que jamás he eludido responsabilidades. Constitucionalmente no debiera tomar en serio una acusación deducida en razón de una Resolución anterior a mi desempeño ministerial; pero vengo a defender ante la Cámara la plena legalidad, indiscutible, de la Resolución que dio vida a las Juntas de Abastecimiento y Control de Precios.

6.- No existe contradicción alguna entre las JAP y la ley 16.880.

Citan los Diputados que dedujeron la acusación inconstitucional la letra a) del Nº 4 del artículo 22 de la ley Nº 16.880, sobre Juntas de Vecinos y demás organizaciones comunitarias. La norma de referencia autoriza a las Juntas de Vecinos para colaborar en la fiscalización de precios, distribución y venta de artículos de primera necesidad y de uso y consumo habituales. Esa cita legal es exacta, pero el libelo acusatorio extrae de ella una conclusión abismante, absolutamente arbitraria e inconsulta. Suponen los acusadores, sin fundamento alguno, que esa facultad de colaborar, aceptada por la ley para las Juntas de Vecinos, sería exclusiva y excluyente. ¿De dónde se les ocurre esto? Sólo de su imaginación. Tal interpretación antojadiza contraría el tenor y el sentido de la propia ley Nº 16.880, la historia fidedigna de su establecimiento y la reiterada e invariable jurisprudencia administrativa de la Contraloría General.

El señor AGUIRRE DOOLAN (Vicepresidente).-

Por haber llegado la hora, queda pendiente la lectura de la defensa escrita que envió el señor Millas.

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