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Antecedentes
  • Senado
  • Sesión Especial N° 55
  • Celebrada el
  • Legislatura Ordinaria año 1973
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Intervención
REPRESIÓN DEL GOBIERNO EN CONTRA DE GREMIOS EN CONFLICTO.

Autores

El señor IBAÑEZ.-

Señor Presidente, al comienzo de esta sesión se expresó que ella tenía carácter inusitado, debido a las pantallas de televisión colocadas en la Sala. Yo también creo que es inusitada y, a la vez, trascendental.

La primera demostración tangible y material que tuvimos aquí de lo que acabo de expresar fue la que dieron esta tarde los instaladores de la televisión al colocar una larga huincha de medir para determinar la longitud de los cables. Y un observador sagaz, mirando la escena, hizo solamente este breve comentario: ¡Por fin el Senado comienza a tomar medidas! Yo creo que las palabras que se han oído en el transcurso de esta sesión confirman el vaticinio de ese observador.

Magnitud del movimiento de los transportistas.

Me interesa analizar desde un punto de vista diferente las materias que debatimos. Quiero expresar los motivos profundos, que también advierte el país, de la actitud de los transportistas y del eco que despierta en los más variados y disímiles sectores sociales: entre los profesionales, comerciantes, estudiantes, campesinos, mineros, etcétera.

Es efectivo que ha habido incumplimiento total de los compromisos solemnemente contraídos por el Gobierno. Las autoridades han negado a los transportistas los vehículos que les ofrecieron, los neumáticos que tienen obligación de entregarles, las tarifas que legalmente deberían fijarles. Todo ello les imposibilita su trabajo. Los transportistas han sido y son víctimas de una persecución implacable de parte de los personeros del Gobierno, representados en este caso por ese increíble personaje que es el señor Subsecretario de Transportes, cuyas matonescas actuaciones acabamos de presenciar en la televisión.

Pero ni aun considerando la gravedad de estos hechos y la imposibilidad en que colocan a las actividades del transporte para ejercer sus importantes funciones, podríamos explicarnos la magnitud de este 'movimiento, su eco en la ciudadanía y las esperanzas que los chilenos tienen depositadas en la acción de los transportistas. Estos, con mayor visión y con mayor coraje que otros sectores del país, han percibido en forma nítida la intención, los propósitos y las metas hacia donde conducen los actos del Gobierno.

Ellos han percibido la decisión implacable del Gobierno de la Unidad Popular de liquidar toda forma de independencia personal. Y eso explica que alrededor de los transportistas y de los políticos que interpretan esa tremenda amenaza que se cierne sobre Chile, se agrupen todos los inmensos sectores de nuestra dinámica clase media. Porque cuando se ataca a los transportistas se sienten atacados todos los hombres independientes y libres que hay en el país. No todos ellos tienen, sin embargo, el coraje de asumir las decisiones que han adoptado los transportistas. Estos han percibido, como decía hace un instante, que el Gobierno ya no oculta un propósito: no sólo el de negarse a cumplir los compromisos o de crear los obstáculos que acaba de señalar nuestro colega el Senador señor Zaldívar, sino el de destruir la independencia personal para, de este modo, realizar el sometimiento político que requiere todo Gobierno marxista. He ahí la raíz de este movimiento, la explicación de su eco creciente en todos los sectores de la ciudadanía. Es inútil que el Gobierno califique la acción de los transportistas de conspiración fascista. Son demasiado elocuentes las demostraciones de los verdaderos propósitos del Gobierno, comprobados no sólo por pequeños empresarios de la clase media, sino también por obreros y empleados: ahí están las persecuciones ejemplarizadoras de los obreros de Sumar y de El Teniente y de los empleados del Banco Central.

Rechazo de la dictadura.

Se respira pues, en todos los sectores sociales, y se advierte en todos los grupos profesionales y en todos los sectores asalariados, un sentimiento de unidad de los chilenos para repeler la agresión de que hace víctima al país el Gobierno de la Unidad Popular. Este sentimiento se expresa en un comienzo por una mezcla de cansancio y de irritación, que muy pronto se transforma en una decisión irrevocable de rechazar en forma definitiva la dictadura que el Gobierno pretende establecer.

Llevamos recorrida ya buena parte del camino hacia esa dictadura y, por lo mismo, el país ha podido apreciar la opresión que esa política significa y el precio y el peso aprobioso de esa dictadura que avanza.

El precio lo configuran factores sobradamente conocidos: la destrucción de la economía, la escasez creciente, la inflación galopante, que asfixia a todos los hogares, la concientización que intenta la ENU; el control de los medios de comunicación para engañar y para que así el Gobierno pueda mentir a su amaño; la persecución de que se hace víctimas a los pequeños empresarios y a los obreros y empleados que no concuerdan con el régimen; el despojo de sus bienes y de sus ingresos; las calumnias y difamaciones con que se trata de enlodar a quienes se oponen a este proceso; la privación de la libertad de trabajo a sectores cada vez más grandes de la población. Todo ello forma parte del precio de esa dictadura progresiva e implacable.

Destrucción de la libertad política.

Pero insisto, señor Presidente, en que mucho más grave que las repercusiones de orden económico y las privaciones y las persecuciones que sufren los chilenos es la pérdida de la independencia personal y la destrucción de la libertad política.

Esto es lo que Chile percibe en este instante, y por eso ahora reacciona.

Por ello también este Senado comienza a tomar medidas -no las medidas materiales que se señalaban esta tarde-, a actuar con la energía que los chilenos piden y reclaman en este instante a grandes voces, a demostrar el liderato político y a adoptar sanciones ejemplarizadoras contra un Gobierno que se sale olímpicamente de la Constitución y de la ley y que lo hace cada día con mayor desfachatez, porque el Congreso no ha respondido hasta ahora, a juicio del Senador que habla, con la severidad y con la dureza con que debió hacerlo.

Debemos prepararnos para la campaña de violencias, falsedades y mentiras que el Gobierno ha comenzado y que acentuará en los días que vienen. Para ello, conviene que analicemos lo que al Gobierno le sucede en este instante y precisemos qué saca de sus casillas a la Unidad Popular,

Una minoría que lo es más.

Sostengo que la alteración de ánimo de los hombres de Gobierno proviene del hecho de que ellos comprueban que el suelo cede bajo sus pies; que si bien siempre fueron minoría, ahora lo son más que antes, es decir son todavía menos; que los abandonan quienes antes los apoyaron; que los mineros, que respaldaron al Gobierno, han venido a esta Corporación para, desde estas tribunas, lanzar monedas a una Senadora que eligieron, y demostrarle así su desprecio por quien los engañó y no se atrevió a defenderlos.

El Gobierno percibe su soledad y se sabe rodeado de hostilidad creciente. Ya comienzan a llegar' a La Moneda telegramas que piden la renuncia del Presidente de la Republica. Es visible la actitud de desgano y resistencia que enerva la actividad del país. Es la actitud de un pueblo que sabe que todos sus esfuerzos serán vanos y estériles mientras subsista un Gobierno inspirado, manejado y dirigido por marxistas. Por esta misma razón cunden numerosas y espontáneas formas de resistencia civil.

Cada vez es más notorio el desconocimiento, por parte de la ciudadanía, de la autoridad que el Gobierno recibió. Porque lo sabe minoritario, injusto y atropellador, el país percibe que la autoridad que pretende imponer este Gobierno es una autoridad ilegitima y que, por lo tanto, no debe reconocerse ni respetarse.

Un paralelo histórico.

Atendido lo avanzado de la hora y para abreviar mi intervención, ilustraré mis puntos de vista acudiendo a un paralelo histórico con hechos que sucedieron hace ya bastantes años, pero que los suceso actuales me hacen evocar con vivos relieves, no obstante la poca edad que tenía y cuando sucedieron los acontecimientos que me voy a referir.

Es importante recordar el clima social y político que prevaleció en Chile entre los años 1930 y 1931 y que culminó con la caí da del Gobierno de aquella época. Recuerdo que el General Ibáñez tenía, un año antes de su caída, una situación extraordinariamente fuerte. El Parlamento era dócil. Al fin y al cabo, se trataba de un Congreso escogido y designado por el pro pio Presidente de la Republica. Y, sobre todo, el Presidente, que había establecido una dictadura militar, contaba con el respaldo unánime e inquebrantable de todas las Fuerzas Armadas del país: del poderoso Ejército de aquellos años, de la Marina, de la naciente Aviación y del Cuerpo de Carabineros, que había sido organizado por ese mismo Gobierno. No hubo traiciones, no hubo disensiones ni sectores que se marginaran del Gobierno. Esos grupos le daban respaldo incontrarrestable frente al resto de la ciudadanía.

Es innecesario hacer la historia detallada de los errores garrafales y de los abusos en que, por cierto, incurrió aquel Gobierno, y que vinieron a sumarse a las tremendas penurias que vivía el país a consecuencia de la crisis mundial y de la extinción del salitre como fuente principal de la economía de Chile.

Lo cierto del caso es que la sensación y las angustias de los chilenos de aquel entonces mostraban un marcado paralelismo con las preocupaciones, las angustias y las rebeldías de los chilenos de hoy. Recuerdo que vinieron los paros de brazos caídos, las huelgas universitarias y las huelgas médicas. Me detengo en este punto porque estoy cierto de que el Presidente de la Republica, cuando se informe de mi intervención, podrá evocar tal vez en forma más viva que yo, lo acontecido en Chile en aquellos años.

Gobiernos derrocados y Gobiernos que caen solos.

El PresidenteAllende, que en esa época era estudiante de los últimos años de Medicina o médico recién recibido, debió de haber tomado parte activísima en las acciones que provocaron el término de un Gobierno que había sido repudiado por la ciudadanía. Y digo que provocaron el término de un Gobierno, y no que tales acciones lo derrocaron, porque me parece muy importante hacer un claro distingo entre los Gobiernos que son derrocados por golpes de fuerza y los que caen solos, bajo el peso de sus propios errores.

Pues bien, y esto sea dicho en homenaje al General Ibáñez, que en lugar de buscar diálogos en la angustiosa situación en que se encontraba, enfrentó la encrucijada aparentemente sin salida en que su política y su Gobierno habían colocado al país, buscando personas serias, capaces e imparciales para que le hicieran un diagnóstico sobre la situación política y la eventual solución de los gravísimos problemas de aquel entonces. No logro recordar en este instante el nombre que se dio a ese grupo de personas, pero entiendo que se denominó Comisión de Notables...

El señor GARCÍA.-

Comité de Notables.

El señor IBAÑEZ.-

Comité de Notables, como apunta el Honorable señor García.

¿Y cuál fue su diagnóstico? Muy poco alentador. La situación económica, según ellos, demostraba una falencia absoluta. Es difícil concebir en estos días lo que fue la quiebra total del país y la magnitud que alcanzó en 1931. Pero, con todo, dicha comisión consideró que mediante determinadas políticas y especiales esfuerzos, tal vez sería posible superar la situación de quiebra en que Chile se encontraba.

Cuando el país pierde la confianza en su gobernante.

En cuanto al aspecto político, lo estimaron caótico. Los canales naturales de expresión de las distintas corrientes de opinión no existían. Había un estado de rebelión general, y una situación de desgano y de desobediencia absoluta frente al Gobierno. Sin embargo, los integrantes del Comité de Notables juzgaban que si se daban determinadas garantías, podría lograrse superar la gravísima y aparente insalvable crisis política en que nos debatíamos.

Finalmente, le manifestaron al PresidenteIbáñez que estimaban su deber informarle sobre una materia que, para ellos, revestía la mayor importancia, atendido el objetivo que el propio Mandatario les había señalado: formularle un diagnóstico desapasionado y veraz sobre la situación del país. Y la circunstancia respecto de la cual juzgaban indispensable pronunciarse era el hecho lamentable de que el país había perdido por completo la confianza en el Jefe del Estado, y que tal situación, a juicio del aquel Comité, no tenía arreglo de ninguna especie. Al General Ibáñez, en una actitud muy patriótica, le bastó esta conclusión lapidaria para hacer sus maletas, traspasar la Cordillera de los Andes y dirigirse voluntariamente al exilio.

El país tiene juicio formado sobre el Gobierno.

Señor Presidente, volviendo a la situación paralela que tan someramente estoy analizando, debo decir que el país tiene ya juicio formado sobre el Gobierno y los gobernantes actuales. ¿Qué falta, entonces? Que el Gobierno se percate del juicio que el país tiene sobre él y que, sin mayor demora, proceda en consecuencia.

Tengo la absoluta convicción de que en este caso, aunque no en todas sus partes, la historia se repetirá. No obstante, quiero hacerme cargo de una objeción que surgirá en muchas mentes que me escuchen o que lean la versión de mis palabras. Me refiero al hecho de que existe hoy un factor nuevo que implica una variable muy importante y grave. En el Gobierno de la Unidad Popular está el Partido Comunista; y existe, además, una intervención foránea de notable magnitud que aflora en determinados momentos, como sucede en estos mismos instantes, cuando el segundo gobernante de Cuba, ese individuo tenebroso que es Carlos Rafael Rodríguez, ha venido a Chile a aconsejar, sugerir y aportar su experiencia para enfrentar la crisis final de este Gobierno.

De nada servirán amenazas ni violencia.

A pesar de tales circunstancias y del hecho de que el Gobierno seguirá intentando violentar la voluntad de los chilenos mediante toda clase de expedientes indebidos e ilícitos, de que tratará de romper el paro, como dije hace un instante, mediante sobornos, amenazas y engaños, sostengo que tales procedimientos serán vanos e inútiles, porque cuando un pueblo llega a la convicción de que la autoridad que lo rige es ilegítima, simplemente la desconoce, por decisión personal y espontánea. No se requiere de campañas, ni organizaciones, ni de voces de mando. Basta con la actitud pasiva, los brazos caídos, la protesta a lo Ghandi.

No descarto en forma alguna la posibilidad de que también haya violencia grave generada por la acción del Gobierno. Espero que todos tengamos conciencia de ello y el ánimo y la voluntad dispuestos para enfrentar esa contingencia. Pero insisto en que al Gobierno de nada le servirán sus amenazas ni sus tropas de asalto marxistas, ni la violencia con que los comunistas asustan, ni la que éstos y sus aliados realizan. Tal vez esas amenazas y violencias van a tener un efecto contrapuesto al que ellos imaginan, porque contribuirán a exacerbar los ánimos, a templar los espíritus y a robustecer la voluntad del pueblo para luchar y atajar la dictadura comunista.

La campaña de la guerra civil.

Pienso también que será absolutamente inútil e ineficaz la campaña pueril en que está empeñado el Partido Comunista bajo el slogan No a la guerra civil. Todo Chile ha comprendido perfectamente el alcance de esa campaña, Hasta los adolescentes se clan cuenta de su propósito de inhibir a la ciudadanía para defenderse, y de impedir que se tomen las medidas y se ejerzan las acciones necesarias para poner atajo a los comunistas.

Todo el mundo se ha dado cuenta de que esa campaña pretende infundir preocupación y temor para que nadie intente oponerse a los designios marxistas. Pero todo será inútil, porque los chilenos tenemos muy presente el si vis pacem, para bellum, aquel viejo aforismo romano que advierte que quienes desean la paz, deben estar preparados para la guerra. La experiencia histórica señala; sólo cuando hay la decisión indomable de no dejarse supeditar, cuando existe la voluntad de enfrentar cualquier contingencia, cuando no hay temor sino coraje para luchar en contra de las peores amenazas, cuando existen esas fuerzas morales, sólo entonces no se producen los conflictos. En cambio, cualquiera actitud de debilidad, temor y vacilación, atraerá esos conflictos y hará que los pronósticos de lucha civil puedan, en alguna forma, materializarse. De modo que mientras más abundantes sean los anuncios y las alarmas que los comunistas lancen sobre esa eventual guerra civil, estoy cierto de que el espíritu de los chilenos, en lugar de desarmarse, estará más vigilante y preparado para cualquiera eventualidad. Y si hubiese provocaciones por parte de los marxistas, el pueblo también responderá a ellas con la virilidad y energía que son constantes de nuestra raza. Si en años recientes esas respuestas aparecen adormecidas, estoy cierto de que sólo esperan una ocasión adecuada para manifestarse en todo su vigor.

En el homenaje rendido esta tarde al Comandante Araya, la Honorable señora Campusano tuvo el desparpajo o la desfachatez -en realidad, no encuentro el calificativo parlamentario adecuado -de inculpar a partidos y organizaciones respetables, y de intentar vincularlos al asesinato del Edecán Naval, calificándolos de provocadores nazis.

La señora Senadora olvidó que ella y los miembros de su colectividad tienen manchadas las manos con la sangre de los pueblos que sometieron gracias al pacto nazi-soviético, celebrado entre comunistas y nazistas, el pacto de von Ribben-trop y Molotov. En consecuencia, habría sido más prudente que evitara referencias de esta naturaleza, por lo menos en la Sala del' Senado, donde ella debe- suponer que los Senadores estamos suficientemente informados sobre la historia contemporánea.

De manera que la democracia chilena no será engañada por los totalitarios como sucedió en Munich, por mucho que lo intenten los comunistas.

También es inútil que el Gobierno pretenda pasar desde Argentina 1.500 camiones marca REO, con el propósito de exigir al Ejército que opere esa flota de vehículos, a fin de romper el paro de los transportistas. Tengo la absoluta certeza de que ni 1.500 camiones ni 150.000 van a doblegar la decisión de los transportistas ni la voluntad de una nación que ha dicho ¡basta! al Gobierno de la Unidad Popular.

Aparte la actitud de ese gremio en conflicto, que interpreta y refleja la voluntad de todo el pueblo ele Chile, el Gobierno también debe tener presente que el Ejército no se prestará para las traiciones ni para las indignidades que traman los marxistas.

Y volviendo a las circunstancias paralelas y a las discrepancias entre los acontecimientos de 1931 y los de hoy, quiero terminar mis palabras diciendo que hay otra circunstancia actual muy diferente de la de aquella época pretérita. El Congreso de 1973 no es dócil ni servil; pero su voz condenatoria, esa unanimidad de voces democráticas que expresa lo que piensa Chile, esa voz que debe condenar y castigar el intento totalitario de la Unidad Popular, aún no se ha hecho oír.

Los transportistas, los obreros, los comerciantes, los estudiantes, los campesinos, reclaman con no disimulada impaciencia el pronunciamiento y el liderato político del Congreso Nacional. Por lo mismo, señor Presidente, pienso que nuestro pronunciamiento no puede tardar ni un día más, porque el tiempo es muy breve.

Cuando un Poder del Estado deja de cíe cumplir oportuna y cabalmente con sus deberes más graves, ese Poder destruye su propia autoridad. Ello no debe suceder con el Parlamento chileno, ni va a ocurrir. Porque Chile requiere y exige un Congreso con plena autoridad. Por ello, el país aguarda anhelante, impaciente y esperanzado la palabra y la acción rectificadora y punitiva de los miembros del Congreso Nacional.

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