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  • Sesión Ordinaria N° 17
  • Celebrada el
  • Legislatura Extraordinaria periodo 1970 -1971
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Intervención
DUODECIMO ANIVERSARIO DE LA REVOLUCION CUBANA.

Autores

El señor IBAÑEZ.-

Señor Presidente:

Hace pocos instantes escuchamos en esta Sala un solitario homenaje a la República de Cuba, con motivo del 12º aniversario de la revolución. Fue un homenaje triste, muy diferente de aquellos que estábamos acostumbrados a escuchar en esta fecha en años anteriores. Tan sólo hizo uso de la palabra para referirse a esa efemérides revolucionaria un Senador del Partido Comunista, el Honorable señor Montes. Ningún otro miembro de la Unidad Popular lo acompañó en esta ocasión, debido, seguramente, a que es difícil realizar un homenaje a un régimen que parece haber entrado en su etapa de agonía.

Es necesario manejar la dialéctica con esa extrema habilidad que reconocemos a los miembros del Partido Comunista para poder pronunciar un discurso conmemorativo de una revolución que pareciera tocar a su fin, si nos atenemos a las propias palabras de su líder, Fidel Castro, pronunciadas en la Plaza de La Habana el 26 de julio próximo pasado.

Este homenaje fue interesante por el tono menor que empleó el orador; y, en verdad, no podía esperarse de él otra actitud para referirse a un pueblo, como el de Cuba, en que prevalecen el hambre, el desastre del régimen económico, la decepción, el engaño de que ha sido víctima y el ansia incontenible de libertad. Son los hitos que marcan este aniversario de la revolución que asoló a la isla con su tiranía.

Para nadie es un misterio que Fidel Castro se debate en medio de una tremenda desesperación. No encuentra salida posible para la revolución que inspiró y para el Gobierno que él encabeza.

En la isla de Cuba no hay alimentos; sus habitantes carecen de zapatos; no tienen medios de transporte; no hay cigarros; están desprovistos de energía eléctrica ; todo está racionado, y la ineficiencia pareciera, ateniéndonos a la declaración del propio Castro, ser la característica sobresaliente de Cuba al cumplirse 12 años de la revolución.

No obstante el tono lírico de ese homenaje y del cuidado que puso el Honorable señor Montes en sus conceptos, el señor Senador incurrió en algunas equivocaciones gravísimas. Dijo Su Señoría que esa epopeya se eleva con el transcurso de los años. ¡Está equivocado el Honorable señor Montes! La epopeya cubana se hunde con el transcurso de los años. Y cito como testigo de mis palabras los discursos y declaraciones recientes del propio Fidel Castro.

En esta breve intervención, sólo quiero expresar dos reflexiones que me vinieron a la cabeza mientras escuchaba al orador.

La primera de ellas se refiere a la tremenda e inconmensurable responsabilidad que tiene el imperialismo soviético en la desgracia que asola a Cuba. La Unión Soviética, a través de su sistema político, militar y económico, ha oprimido la isla de Cuba hasta extraer de ella la última gota de savia que pudiera vivificar la economía y elevar la condición de vida de ese pueblo.

Se ha hablado mucho de que con motivo de la llegada al Gobierno de la República de Chile de la combinación de partidos de la Unidad Popular, el Presidente Salvador Allende habría recibido una cordial y admonitoria carta de Fidel Castro, quien, entre otras cosas, le habría recomendado tener especial cuidado en cultivar sus relaciones con los Estados Unidos para no quedar jamás a merced del imperialismo soviético. Es difícil poder precisar los conceptos exactos de esta comunicación, que seguramente habrá de ser desmentida por quienes están interesados en que su contenido no se divulgue. Pero es un hecho que Fidel Castro se siente tan frustrado como el pueblo que él maneja y oprime en forma inmisericorde. Por lo tanto, no es extraño suponer que haya escrito esa recomendación basado en su dolorosa experiencia personal, y haya advertido que jamás un pueblo debe abandonar las conexiones internacionales que le permitan mantener su libertad y resguardar su soberanía para entregarse, como lo ha hecho Cuba, atado de pies y manos, a la opresión del imperialismo de la Unión Soviética.

La otra reflexión que yo me hacía al escuchar las cautelosas y prudentes palabras del Honorable señor Montes decía relación a las conjeturas en cuanto a lo que se habrá de decir de Fidel Castro por labios de los Senadores comunistas cuando el actual dictador de la isla del Caribe tenga que abandonar el poder o sea exonerado de él. Formulo esta pregunta recordando que los comunistas formaron parte del Gobierno de Batista. Tuvieron varios miembros de su partido en cargos ministeriales de ese dictador. Recuerdo que a Batista los comunistas chilenos le cantaron loas mientras estuvo en el poder; pero lo denigraron y denostaron cuando fue derribado por Fidel Castro. Durante años han cantado encendidas loas al Gobierno de este último: hoy escuchamos un discurso solitario y apenas perceptible. Estoy seguro de que mañana oiremos de labios de los comunistas sobre Fidel Castro los mismos denuestos que hemos oído respecto de Batista, porque la suerte de estos gobernantes caídos parece sellada de antemano. Basta recordar lo que los comunistas dijeron de Stalin, después de su caída; de Khruschev, después que fue expulsado; de Dubceck, cuando fue aplastado por la invasión soviética, y de Gomulka, que es el más reciente de la lista de exonerados, para pensar lo que habrán de decir mañana de Fidel Castro, por una razón u otra, cuando ya no esté en el poder.

De todos los panegíricos que se han hecho sobre Cuba y respecto de los cuales los años han demostrado su absoluta inconsistencia, de todas las realizaciones de la revolución, aparentemente sólo queda una, una que no puede expresarse en un homenaje y que yo señalo en esta oportunidad porque estamos en la hora de Incidentes. Me refiero a esa sumisión del pueblo cubano, que, hambriento, desesperado, ansioso de libertad, cuando Fidel Castro proclama el desastre de su revolución en la Plaza de La Habana y sugiere que la única alternativa tendría que ser su reemplazo en el Gobierno, ese pueblo sometido debe decir obligadamente al tirano, en el colmo de la humillación, que no se vaya; y debe cubrir de aplausos las frases con que describe el descalabro del pueblo de Cuba.

Este ejemplo de abyección, este gesto de sumisión en la miseria y en la desesperación de un pueblo es lo único que nos deja la revolución; es lo único que podemos mostrar o señalar después de doce años de gobierno castrista. Y es, por cierto, un motivo de profunda pena, no sólo para quienes profesamos ideales democráticos, sino para cualquiera que tenga los más elementales sentimientos humanos.

Por estas razones, en este aniversario deseamos expresar nuestra profunda solidaridad con el pueblo de Cuba y decirle una palabra de aliento. Decirle que no pierda la esperanza. Decirle que un día volverá también para ellos la libertad.

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