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  • Cámara de Diputados
  • Sesión ordinaria N° 47
  • Celebrada el
  • Legislatura Extraordinaria periodo 1969 -1970
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Homenaje
HOMENAJE A LA POETISA GABRIELA MISTRAL CON MOTIVO DEL 81º ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO.- OFICIO

Autores

El señor MERCADO (Presidente).-

Puede usar de la palabra el señor Vargas, don Fernando.

El señor VARGAS (de pie).-

Señor Presidente, en su tierra están las viñas. Su tierra es el valle de Elqui, arrullado por montañas de rojo y azafrán. Los suyos son gente modesta, gente de pan y de vino. Moría el siglo cuando Lucila jugaba a ser reina. Sueños de infancia pobre, como pobres fueron los años mozos. Pero para Lucila había algo más: soledad.

Lucila Godoy, pálida, triste, guarda en sus ojos la soledad del norte.

Más propicia a la reflexión que al goce de los sentidos, busca y ama, en su introspección, a la naturaleza. Búsqueda afanosa, amor sin fatigas, que la harán decir: "Voy conociendo el sentido maternal de las cosas. La montaña que me mira también es madre, y por las tardes la neblina juega como un niño por sus hombros y sus rodillas. Recuerdo ahora una quebrada del Valle. Por su lecho profundo iba cantando una corriente que las breñas hacen todavía invisible. Yo soy como la quebrada, siento cantar en mi hondura este menudo arroyo y le he dado mi carne por breña hasta que suba hacia la luz. . .".

El diálogo entre el ser y el quehacer se vuelca en escritos a edad temprana, y sus versos, aún adolescentes, conocerán la imprenta. A la edad que otros sueñan, Lucila trabaja; lo hará en la docencia, por espacio de veinte años, a la que entrega la "ternura de todos los instantes".

Conoció todos los grados del saber compartido y generosamente otorgado, culminando en su designación como miembro "honoris causa" de universidades americanas y europeas.

En forma paralela, su alma se profundiza en el hallazgo del ser complementario. Pero en ella el amor no florecerá como el verbo. El anhelo y la entrega se frustran: su espíritu y su carne sólo logran el misterio en sentimientos de poemas. Su destino de soledad se ha cumplido, azar que avizoraba en sus ensueños, dejando en ella, eternamente ya, la huella del ascetismo.

Gabriela Mistral, pálida, triste, sola con las montañas.

La señal de la cruz quedará impresa indeleblemente en su libro "Desolación", grito desgarrado del dolor sin respuesta.

Poco a poco, en el árido camino del sufrimiento, su ser se vacía en una poesía íntegra, total, pánica. Busca, entrañablemente, la trascendencia de sí misma, su identidad con el Creador. Esta obra metafísica y existencia!, vertida en los "Sonetos de la Muerte", hizo expresar a la poetisa cubana Dulce María Loynaz: "El verso de Gabriela es tal vez el único que tiene intimidad geológica, biológica, verdadera comunión con el Cosmos."

La consagración se produce en los Juegos Florales que Santiago celebra en el año 1914. El reconocimiento continental se produce en Méjico. Su contacto con el centro base de la cultura precolombina dará a sus versos estatura americana. Gabriela Mistral canta, en el idioma que anclara en la orilla nueva de la mar océano, a la gravitación del sol en tierras del Cuzco y Anáhuac, a geografía de palmas y de ceibos, a la congoja de las gentes quechuas y las gentes mayas. El canto general a América es luminoso y abismal en su tristeza, preñado de dramatismo, en cuyas estrofas se expresa la conciencia milenaria de una raza dorada.

Gabriela Mistral, pálida, triste, alma y vocación de americana.

Todo lo que Gabriela ha manifestado, ha sido intensamente vivido. No está aún presente el abstraccionismo, ni, como más adelante, el sentir ontologico. Le consume la herida de no ser madre. Sólo recibe la gracia de la caricia al pequeño ajeno y, por la providencial panacea de la compensación más integral, adopta como suyos, a todos los niños del mundo. Su conciencia como mujer no acepta la negación de la esterilidad. Y, frente a la pregunta atenazante de su condición humana, se vuelve a Dios, refugiándose en El. Su misticismo es, como toda ella, fuerte, encadenado, violento, de plena participación con y en el dolor divino. Su credo místico se traduce en amor, la constante que la acompaña desde su aliento inicial, hasta el último momento mortal.

Después de "Desolación" y casi simultáneamente con "Las Mejores Poesías", aparece "Ternura". En las "Rondas" y "Canciones de Cuna" contenidas en esta última, extiende su amor maternal a los niños de los cinco continentes, como un manto de pureza y paz.

Retorna a Chile en 1938. Poco tiempo después, aparece "Tala", libro que es expresión de un sentimiento vibrante y ancestral, secreto y mágico: el de la raza indoamericana. Y su canción, ahora, estremece piedras, montañas, ídolos, trigales y miel, océanos y nubes. Son esculturas telúricas que adivinó en tierra azteca y que la hizo compenetrarse de la dimensión idéntica de polo a polo del primer origen común.

Gabriela Mistral, pálida y triste, limpia y mansa como un manantial.

En 1945, su obra adquiere proyecciones universales. La Academia Sueca le concede el Premio Nobel de Literatura. Es su ingreso al núcleo de los grandes de las letras del mundo.

Su figura es de aquellas que cada ciertos años alumbra la literatura, abonándola y fertilizándola. Por ello, la distinción habrá de ser para las gentes de decir y pensar hispano, una alegría sin linderos.

En 1951, Chile le concede el Premio Nacional de Literatura y, en 1954, aparece "Lagar", una suma de vivencias experimentadas. Mas el sufrir, el sentir tan en la entraña misma, se torna más suave; la vida se va, se deshace y deshoja. Presiente el sueño sin dolor, el llamado del Señor y su verso habla de la resignación de un cansancio ingrávido:

"Pero me iré cualquier día sin llantos y sin abrazos, barca que parte de noche sin que la sigan las otras, la ojeen los faros rojos ni se le oigan sus costas".

No muere entre nosotros; su muerte es una muerte callada y extranjera. Se marcha dulce, suavemente, en un mes de enero, cuando el año 1957 acaba de nacer.

Estas, mis modestas palabras, son mi homenaje y el del Partido Nacional a Gabriela, que en un día como ayer, nacía en el pueblo de Vicuña. Espero haber sabido traslucir un poco la melodía que nos dejó su tránsito.

Vidas como la suya, así de pura, no pueden extinguirse sin proclamar sus virtudes para ejemplo de todos.

Legó al pueblo de Chile su Premio Nobel, medalla y pergamino, bajo custodia de la Congregación Franciscana; y a los niños de su querido Monte Grande, parte de los Derechos de Autor, bajo la administración de dicha Congregación, a la que perteneció durante toda su vida.

Para recordar su obra, mejorar el Museo que existe en Vicuña y dar prestancia, dentro de su modestia, al Mausoleo que guarda sus restos en el pueblo de Monte Grande y como un homenaje de este Diputado, elquino por adopción, a esta insigne poetisa, el 7 de abril que recuerda su nacimiento dejé en poder de la Mesa de esta Corporación un proyecto de ley, que cuenta también con el patrocinio del Presidente de la Cámara, Diputado Julio Mercado, elquino de nacimiento, y al que invitamos a incorporarse a nuestros colegas de la provincia de Coquimbo, y que permitirá mantener vivo el recuerdo de esta Maestra en su tierra natal y, además, a los miles de chilenos y extranjeros que llegan a esas tierras en busca de la imagen y realización de esa olvidada mujer que tanto dio a Chile y a las letras americanas. Seamos agradecidos.

He dicho.

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