Labor Parlamentaria
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Antecedentes
- Cámara de Diputados
- Sesión Ordinaria N° 36
- Celebrada el 27 de agosto de 1969
- Legislatura Ordinaria año 1969
Índice
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Homenaje
HOMENAJE A LA SOCIEDAD MEDICA DE SANTIAGO CON MOTIVO DEL CENTENARIO DE SU FUNDACION. NOTAS DE CONGRATULACION
Autores
El señor
Si le parece a la Sala, se enviará la comunicación a que ha hecho referencia el Diputado señor Jáuregui.
Acordado.
Puede hacer uso de la palabra en nombre del Comité Independiente, el doctor y Diputadodon Héctor Campos.
El señor
Señor Presidente, con justicia, esta Cámara rinde hoy un merecido homenaje a una institución ya centenaria, cuya vida llega a confundirse con el desarrollo y progreso de la medicina chilena. Esbozar una síntesis de estos cien años sería recordar el nombre de médicos eminentes, y realizaciones en el campo científico-médico que nos llenan de legítimo orgullo. Además, y lo que es más importante, sería desentrañar una tradición de pureza, de desinterés y de calidad intelectual, que hace que la medicina chilena sea considerada en Latinoamérica y, ¿por qué no decirlo?, un poco más lejos de este Continente, en un nivel de prestigio que es necesario destacar desde esta alta tribuna.
Desde los albores de nuestra Independencia, ya un español, Manuel Julián Grajales, remueve el ambiente médico de nuestra naciente República trayendo los nuevos conocimientos de la vieja Europa y de sus Universidades. En Chile, la llegada de Grajales, en 1808, que coincide con el comienzo de nuestra independencia política, marca una nueva etapa. El remece con sus conocimientos los arraigados conceptos de flebótomos y sangradores y de aquella medicina más basada en el empirismo que en los conocimientos científicos. Durante la permanencia de Grajales empiezan a radicarse en Chile algunos médicos extranjeros que, al poco tiempo, debían dar gran impulso al desarrollo de la medicina. Entre ellos se destaca la figura de Andrés Nataniel Cox, quien llega al país en 1814, habiendo sido alumno destacado en Inglaterra de Sir Astley Cooper, su maestro de cirugía. Fue el primer cirujano laico del viejo Hospital San Juan de Dios, el primer establecimiento hospitalario creado en nuestro país. Fue un médico eminente, querido y bendecido por el pueblo, dadas sus condiciones de desprendimiento y su cariño por los pobres. Desempeñó varias veces el protomedicato y contribuyó a dignificar su profesión. Poco después de Cox, llega también un médico de nacionalidad irlandesa, don Guillermo Blest, quien fuera uno de los fundadores
de nuestra Escuela de Medicina y profesor de Patología y Clínica Médica. Muchas generaciones de médicos recibieron, hasta su retiro, sus nobles enseñanzas.
En 1842, año de profundas inquietudes en la joven República, se crea la Universidad de Chile, que viene a reemplazar a la vetusta Universidad de San Felipe, pobre recuerdo de las viejas universidades europeas. A los pocos años, la naciente Universidad se convierte en un señero intelectual de la América española. Son los primeros profesores de nuestra Escuela de Medicina, don Lorenzo Sazié. Este último médico arribó al país en 1834 y, según algunos de sus biógrafos, él fue quien marcó verdaderamente el comienzo de la Era Contemporánea de la medicina chilena. Como buen discípulo de Laenec, introduce en nuestra Escuela de Medicina la Escuela Francesa, cuya influencia beneficiosa alcanzamos personalmente a recibir en nuestros primeros años de estudios médicos y que ojalá nunca se pierda, dadas sus especiales características de síntesis armónica, de humanismo y de cabal sometimiento al conocimiento científico.
El 31 de agosto de 1869 se funda la Sociedad Médica de Santiago. Efectuó su primera sesión el 2 de septiembre, la que fue presidida por el doctor Sandalio Letelier. Es, en consecuencia, la sociedad científica de más larga vida en Latinoamérica. Fue su primer Presidente, elegido el 5 de septiembre, don José Joaquín Aguirre, padre de mi respetado maestro de anatomía, don Roberto Aguirre Luco; su primer Vicepresidentefue don Adolfo Valderrama, eminente profesor, quien, en 1889, en un discurso de apertura del Primer Congreso Médico en nuestro país, expone su "Historia de la Medicina en Chile."
A los tres años de su fundación, la Sociedad Médica de Santiago empieza a publicar la "Revista Médica", valiosa publicación que se mantiene hasta nuestros días y que es una de las más antiguas de Latinoamérica.
En este momento de recordación, quiero mencionar los nombres de Pablo Zorrilla, Alfonso María Thevenot, Rodulfo Phillipi, Germán Schneider, Adolfo Murillo, y de tantos otros eminentes médicos que fueron los primeros que acompañaron a don Joaquín Aguirre Luco.
Muchos y destacados médicos han sido los continuadores de esta labor centenaria. Yo solamente quiero recordar, con emocionado respeto y agradecimiento, a quienes están ligados a mi propia formación profesional en la vieja Escuela de Medicina, trágicamente destruida y todavía inconclusa: los doctores Juan Noé, Federico Johov, Roberto Aguirre Luco, David Benavente, José Ducci, Teodoro Muhn, Adeodato García Valenzuela, Eduardo CruzCoke, y a mi viejo y recordado maestro y amigo, profesor de patología médica, doctor Alejandro Garretón Silva; a los profesores Armando Larraguibel y Emilio Aldunate Bascuñán; al maestro de la cirugía y formador de la actual generación de profesores de cirugía, el recordado profesor Lucas Sierra, y a mis profesores de clínica Ricardo Donoso y Ernesto Prado Tagle y para quienes son los continuadores de esa pléyade ilustre, los profesores Hernán Alessandri, Francisco Rojas Villegas, Miguel Hermosilla, Renato Gazmuri, Domingo Urrutia, Ricardo Katz, actual Presidente de la Sociedad, y tantos otros que mantienen en alto el nivel de nuestra medicina.
Señor Presidente, la medicina chilena tiene rasgos sobresalientes y definidos, es sobria y es ponderada, rehuye toda altisonancia, buscando su inspiración sólo en las fuentes profundas del conocimiento científico, con un alto sentido de ética y responsabilidad frente al enfermo. Cabría, no obstante, establecer que la diversificación de esta rama del saber humano en especialidades ha creado serias inquietudes en aquellos que seguimos pensando que el ser humano y el enfermo es un todo indivisible, con un cuerpo alterado biológicamente y con una mente y sentimientos que obligan al médico a tomar frente a él una actitud comprensiva y afectuosa. Sabemos que aquellos que creen que el maquinismo, la electrónica, la físicoquímica, la computación pudieran reemplazar al médico, están en un profundo error; creemos, con Ignacio Chávez, el sabio cardiólogo mejicano, que a mayor especialización, mayor estudio y profundización de parte del médico de los fenómenos psíquicos del enfermo. El hombre jamás podrá ser interpretado por la máquina: frente a él no cabe sino la mente y la comprensión de otro hombre.
Está consciente el Cuerpo Médico Chileno de su responsabilidad frente al país y a sus habitantes, especialmente frente a aquellos de bajos ingresos económicos. Comprobamos el nacimiento de una clase social impulsada por la evolución industrial y cuyo poderío e influencia nos obliga a conjugar en plural problemas que ayer fueron de carácter individual. Esa clase no está en condiciones de pagar, de su propio peculio, una medicina que cada día se hace más costosa dado el avance que experimenta el desarrollo de la ciencia y de la técnica. Los gobiernos así la han comprendido y por eso, impulsados por el Cuerpo Médico chileno, han ido estableciendo nuevos métodos de atención médica socializada y funcionarizada. Este avance se ha producido, no por razones demagógicas ni por un simple capricho de los legisladores, sino que es la consecuencia lógica de una evolución. Porque la clase trabajadora, base del capital humano de una nación, es colectivamente poderosa e individualmente débil y resulta incapaz de pagar los beneficios que la ciencia y el arte médico pueden poner al servicio de minorías económicamente solventes.
Conocemos el gran sacrificio que esto ha significado para el Cuerpo Médico chileno, el cual debió abandonar un tipo de ejercicio profesional individualista, que le permitió en el pasado un nivel de vida satisfactorio. Y todo esto sin disminuir su alto sentido de responsabilidad profesional y su afán siempre renovado de conocimientos y perfeccionamiento, de lo cual las sociedades médicas chilenas son un señalado exponente en todas sus especialidades. Son 62 en total, y todas han nacido del vientre fecundo de la Centenaria Sociedad Médica de Santiago, a la que hacemos llegar nuestro homenaje y el de nuestro Comité, y el reconocimiento emocionado por lo mucho que ha realizado en pro de la dignificación de nuestra profesión en este rincón del mundo.
Con estas palabras quiero pagar una deuda de gratitud hacia esta institución, ilustre, respetada, prestigiada; recordar, emocionado, a los viejos maestros que ya se fueron, dejando en nuestras conciencias una huella indeleble de esfuerzo y sacrificio al servicio del pueblo de Chile. Finalmente, agradezco al Presidente y a los diversos Comités por haber aceptado mi petición de rendir este homenaje desde esta alta tribuna.