Labor Parlamentaria

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Antecedentes
  • Senado
  • Sesión Ordinaria N° 17
  • Celebrada el
  • Legislatura Extraordinaria año 1967
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Intervención
RESPUESTA A PUBLICACIONES DE DIARIO EL SIGLO.

Autores

El señor ENRIQUEZ.-

Daré respuesta a la pregunta del Honorable señor Gumucio.

En los estatutos del Partido Radical, existe una disposición que prohíbe ser miembro del CEN a quien incurra en lo que se ha querido estimar como inhabilidad o incompatibilidad consistente, en este caso, en pertenecer al directorio de sociedades anónimas, bancos, compañías de seguros u otras entidades de esa naturaleza. Deseo manifestar al Honorable señor Gumucio que en forma permanente he sido contrario a esa disposición y que dentro de mi colectividad política la he atacado democráticamente. Más aún, puedo informar al Honorable colega que, en virtud del citado precepto estatutario, renunció a su calidad de miembro del CEN, para el que fue elegido con la primera mayoría, un hombre de gran valor intelectual y de inmensa valía moral: el ex Rector de la Universidad de Concepción, profesor de Derecho y militante intachable, don David Stitchkin Branover.

Repito que personalmente estoy en desacuerdo con el establecimiento de esa inhabilidad. .Comprendo, sin embargo, que un partido político, un club deportivo, un club social o cualquiera otra organización privada pueden exigir determinados requisitos a sus miembros o para ingresar a la institución. Por ejemplo, una colectividad política puede decir que se integrará exclusivamente por obreros; otra., disponer que en ella tendrán cabida solamente las mujeres o que sólo admitirá como afiliados a empleados particulares, a empresarios o a rentistas. Todas esas entidades tienen perfecto derecho a resolver así, conforme a la libertad fundamental garantizada por nuestra Carta Fundamental: la libertad de asociación. Pero una democracia no puede -quiero que se entienda esto bien claro- negar el derecho de representación a quienes ejercen una actividad considerada legítima por la Constitución y las leyes. Negar el derecho a representación a quienes ejercen una actividad que no se estime delictual, importa convertirlos en parias; negarles el derecho de hacerse oír allí donde su voz debe ser oída -no importa que pueda ser atendida o desatendida; lo que vale es el derecho a ser oído-, constituye negación de la democracia. La lucha de todos los pueblos y de sus capas más desposeídas y oprimidas, ha sido siempre por el derecho a la representación. El derecho de los obreros a representación en el Parlamento, sólo puede hacerse verdad cuando se instituye la dieta parlamentaria; y el derecho a sufragio lo han conquistado las mujeres hace tan sólo algunos años. Pero ahora, en una regresión formidable auspiciada por el Partido Demócrata Cristiano, se quiere convertir en reprobos y en parias indignos de ser escuchados, a quienes ejercen una actividad considerada legítima. A mi juicio, ello es una aberración, fuera de que, como lo decía hace un instante, esa teoría institucionaliza a los "palos blancos", a interpósitas personas, y, en suma, representa un elemento de corrupción.

Si se quiere cambiar totalmente el régigen, apliquemos las fórmulas de un sistema mejor dentro da la democracia, como es el denominado social-demócrata, pero como lo entendemos los radicales y otros partidos democráticos. Soy partidario de la democracia, pese a todos sus -defectos, pues éstos se pueden subsanar y superar.

No deseo prolongar más mi intervención, porque estamos postergando el Orden del Día, pero sí quiero dejar muy en claro mi punto de vista. La opinión pública sabe que no es la primera vez que estoy en desacuerdo con mi partido y su directiva; pero democráticamente sostengo mis convicciones, y las expreso en este momento desde la más alta tribuna que puede ofrecer la República.

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