Labor Parlamentaria
Participaciones
Disponemos de documentos desde el año 1965 a la fecha
Antecedentes
- Senado
- Sesión Ordinaria N° 20
- Celebrada el 03 de diciembre de 1968
- Legislatura Extraordinaria periodo 1968 -1969
Índice
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El señor
Señor Presidente:
Su vigesimoquinto aniversario encuentra a la Nueva Yugoslavia en un estado de evidente e incontenible progreso. Durante 25 años de tan singular experiencia, el mundo ha recibido de ese país, territorialmente pequeño, pero grande por muchos otros conceptos, innumerables lecciones que deberían ser valoradas y radicadas con claridad en la conciencia de todas las naciones, y en particular por las que, como la nuestra, buscan con afanosa urgencia el camino hacia la liberación del hombre y el respeto entre los pueblos.
Para quienes no se han adentrado en el alma yugoslava ni se han detenido a analizar el contenido real de la labor cumplida en este cuarto de siglo tan fructífero para la humanidad, pero también tan lleno de zozobras, resulta poco menos que imposible imaginar cómo un país diezmado por una guerra llevada con crueldad inenarrable, y destruido basta sus cimientos, pudo, en tan breve tiempo, incorporarse en plenitud en el ámbito de Tas naciones desarrolladas; levantar su industria, recuperar su agricultura y dar a su pueblo el bienestar y la estabilidad indispensables para vivir libre del temor, mirando hacia el futuro con fe y confianza.
Ha debido ser maravilloso el crisol en que se fundieron las múltiples nacionalidades que forman la Yugoslavia de hoy, para que surgiera de sus entrañas esta república que en estos instantes, como en 1948, se yergue desafiante ante la amenaza del comunismo dogmático de Moscú, y anuncia al mundo que afrontará cualquier sacrificio a condición de no permitir que un solo metro del suelo patrio sea hollado por los invasores.
Tal vez sea ésta una primera lección importante de recoger: Yugoslavia ha sabido liberarse del determinismo geográfico que quiere imponer la política uní- centrista de Moscú, para auspiciar con claridad y entereza una política de no alineación como único contrapeso a la división del mundo en bloques y a aquellas fuerzas que tratan de dividir a la humanidad en "pueblos-amos" y en "pueblos- criados", "en grandes que deciden y reparten el mundo entre ellos, y en pequeños que obedecen y son repartidos".
La política internacional.
Con la misma claridad que en lo interno, Yugoslavia ha planteado y sostenido firmemente -aun con plena conciencia de los riesgos que tal actitud podía importar para su estabilidad como nación- una posición internacional que se resume en la política del Tercer Mundo no comprometido, y concebida como un afán permanente en defensa de la independencia y la seguridad, sobre todo, de los países pequeños, así como la lucha contra el uso de la fuerza, fundada en la realista apreciación de que el enfrentamiento entre las dos superpotencias que se disputan el dominio del mundo, en razón del desarrollo tecnológico alcanzado, no puede llevar sino a la total destrucción de la humanidad.
No es extraño, por eso, que Tito protestara enérgicamente, en 1956, contra la intervención militar en Hungría; que a diario realice esfuerzos tendientes a detener la guerra en Vietnam, o que, en fecha reciente, a pocas horas de producida la ocupación de Checoslovaquia, declarara a la prensa : "La entrada en Checoslovaquia de unidades militares extranjeras, sin que el Gobierno legal del país lo solicitara o aprobara, nos inquieta profundamente. La soberanía de un país socialista ha sidoviolada, y se ha asestado así un serio golpe a las fuerzas progresistas del mundo".
Consecuente con esa política, Yugoslavia ha procurado, con la finalidad última de oponer una más eficaz resistencia organizada a la amenaza de la fuerza que se cierne sobre los países pequeños, ampliar los lazos de colaboración con los pueblos de Europa, Asia, Africa y América Latina. Demostración más de ese empeño, es la visita que hace poco recibió nuestro país de una Delegación Parlamentaria yugoslava encabezada por Petar Stambolic, miembro del Consejo de la Federación y antiguo Presidente del Consejo Ejecutivo Federal, y que se extendió también a Méjico, Venezuela y Ecuador.
Un líder.
Aunque la sociedad yugoslava actual está organizada sobre la base de negar el culto a la personalidad, por estimar, acertadamente, que tal culto dificulta la posibilidad de efectuar cambios, resulta ineludible recordar, a propósito de este nuevo aniversario, la presencia constante de Tito en la conducción de la República Socialista Federativa de Yugoslavia.
El líder de esta nación, que ya en la década del 30 inició la tarea de insistir en el doble objetivo político-militar de defender la independencia del Estado y de preparar a los cuadros comunistas para resistir al enemigo; que durante el conflicto abrió el camino que condujo a la liberación en forma excepcional en los países del oriente europeo, puesto que en Yugoslavia el Ejército Rojo no fue pieza fundamental en la gesta libertadora; y que más tarde echó las bases de la nueva República, presenta al mundo otra faceta más de mérito singular: la de un conductor abierto a todo cuanto puede proporcionar la experiencia universal, y cuya actitud cada día más está exenta de dogmatismo.
Orientación ideológica humanista libre y sin dogmatismos.
En efecto, no obstante que el régimen yugoslavo partió de un dogmatismo político y del pensamiento, su orientación central fue la exaltación de la persona humana. Y para lograrlo, ha estado siempre abierto a utilizar los sistemas, mecanismos y experiencias más eficaces. La ausencia de prejuicios, la negación de cualquier dogmatismo y la carencia de rótulos doctrinarios inamovibles, permitieron al Partido Comunista yugoslavo y al Estado mismo avanzar con una orientación humanista flexible, que constituyó el factor de progreso que ha ido aliviando los efectos de la limitación de la libertad inicial.
Partiendo de la dictadura del proletariado, Yugoslavia exhibe el mérito de haber comprendido y aceptado que en el espíritu y la naturaleza del hombre están la búsqueda de su libertad esencial y de una socialización que signifique mayor justicia, que sea el producto del progreso y no del reparto de la miseria ni fruto de sentimientos revanchistas. Por eso, cada día abre cauces más anchos a la recuperación de los valores de que inicialmente privó al ciudadano. Cada vez con mayor fuerza, la revolución yugoslava está ofreciendo el ejemplo de una experiencia constructiva, ampliamente receptiva, que busca la respuesta a sus problemas en la expresión e interpretación más libre de la realidad.
Precisamente por eso, en todos los ámbitos de la actividad nacional, la planificación rígida en manos del Estado ha sido progresivamente sustituida por la participación directa de la comunidad en la gestión de todas las tareas, desde la concepción de ellas hasta su cabal realización. Ha surgido, en esta República, un proceso real de democratización del poder que significa traspasarlo paulatinamente, desde el Partido Comunista y el Estado, hacia los instrumentos fundamentales y las organizaciones del pueblo. En este sentido, Yugoslavia ha hecho al mundo otro riquísimo aporte, el de un esclarecimiento ideológico, logrado gracias al debate amplio y libre de sectarismos, en aspectos tan importantes como propiedad, administración, usufructo y disposición, empresa, relación salarial-Estado y Estado, respecto de los cuales ese país, con fundamento plausible, sustenta hoy una valedera posición que supera muchas limitaciones y contradicciones tanto del sistema capitalista como del comunismo estático y tradicionalista.
¡Cuántas veces hemos presenciado cómo la independencia, la falta de sujeción a dogmas y esquemas con que actúa Yugoslavia tanto en su política interna como internacional, causa irritación en los demás países socialistas, precisamente por esa característica de libertad!
Autogestión social, experiencia comunitaria yugoslava.
Es ese análisis ideológico, serio, independiente, sin amarras, con orientación netamente humanista, lo que ha conducido a la experiencia de la autogestión social propuesta al Parlamento Federal, en 1950, por el PresidenteTito, con la cual se inició en las empresas de producción una forma directa de democratización en el sector de la economía, en condiciones nunca registradas hasta entonces en ningún otro país.
Con el correr de los años, la autogestión fue ampliándose de lo puramente económico hacia los demás campos de la actividad nacional; y, como consecuencia de ella, fue produciéndose el indispensable proceso de descentralización y desestatización. El antiguo sistema de poder del Estado administrativo y centralizado fue abandonado progresivamente para ser reemplazado por el de la autogestión política y social organizada en el plano territorial. Hoy día, la autogestión social, en sus diversas expresiones, es ya un fenómeno irreversible, afianzado en la mente y en el espíritu del pueblo, que continúa su marcha ascendente con flexibilidad, honradez, profundo sentido de autocrítica y honesto afán de superación.
La reforma económica de 1965 conduce a una nueva fase de la autogestión, acentuando su contenido en cuanto a ser la forma de las relaciones productivas socialistas que, además de constituir un paso hacia adelante en la emancipación del trabajador y en el desarrollo del entendimiento social, económico y humano entre los hombres, permite y establece las condiciones más estimulantes para el rápido desarrollo y para el aumento de la productividad del trabajador.
Los objetivos principales de la reforma son, en el campo económico, reducir las inversiones y consumos que no estén en armonía con el aumento de la productividad ; reducir al mínimo la intervención de los factores extraeconómicos en la esfera de la economía; consolidar la base de las comunidades territoriales, para conseguir así un óptimo desarrollo cultural de conjunto y no sólo en algunos aspectos. Por ese camino, la autogestión devendrá en la relación social económica fundamental, base de todo el sistema político.
Y aunque pudiera decirse que este sistema no es patrimonio yugoslavo, porque en cierta medida ha habido también experiencias en la misma orientación, pero por caminos distintos, en Yugoslavia tiene una particular característica de originalidad : además de representar el comienzo de una nueva política económica, facilita y estimula la consolidación acelerada de la repartición según el trabajo como sistema social integral y factor dirigente en el desarrollo de las relaciones sociales y políticas.
Superar el estatismo y el centralismo burócrático han sido tareas previas al logro en plenitud del sistema de autogestión. Tales tareas se han emprendido con el abierto espíritu crítico que caracteriza toda la gestión del afianzamiento de la nueva República, entendiendo que la descentralización no es un fin en sí mismo, sino sólo un punto de partida para la asociación democrática sobre la base del respeto a los derechos autónomos de los trabajadores. Bajo este régimen, la fuerza de trabajo pasa a ser persona que crea y se interesa en el éxito de la empresa, a la vez que se realiza en ella y en el campo social y político, asumiendo su propia libertad y su desarrollo social y personal.
Al decidirse por la autogestión en contra de la dirección tecnocrático estatista centralizada, Yugoslavia ha pretendido dar solución al dilema que Engels planteó al escribir que la expropiación del expropiador es el primero y último paso independiente del Estado a cargo del proletariado revolucionario. Con ello ha organizado colectivamente al trabajador en su puesto de trabajo y en su actividad creadora libre, en lugar de fortalecer la dirección estatal como mecanismo de poder sobre el hombre, porque reconoce que esta última dirección, así ejercida, lleva a transformar al trabajador en ejecutor inconsciente y desinteresado, a la vez que en asalariado. Oponiéndose a tal concepto, el régimen yugoslavo ha colocado a la clase obrera en el lugar de verdadero protagonista de los esfuerzos sociales encaminados a emancipar el trabajo y le ha abierto amplías expectativas para manejar las decisiones, los asuntos, los medios y los frutos que conciernen a su trabajo.
Muchos son, y de sobra conocidos, los índices estadísticos que' muestran hasta qué punto esta política ha tenido éxito, y señalan el ascenso vertiginoso del ingreso "per cápita"; el incremento de la población urbana y de la población en general; el aumento de los rendimientos agrícolas; el explosivo ascenso de la producción industrial, que crece en 11% al año y es hoy ocho veces mayor que la existente en 1939; el aumento de la productividad del trabajo, traducido en la mayor producción social, y el auge notable de las exportaciones.
Todo lo anterior nos coloca ante una realidad que nadie, por distante que se encuentre de Yugoslavia en el plano conceptual o ideológico, puede negar. Lo justo, lo honrado y lo positivo es reconocer y recoger esa experiencia. Con mayor razón debemos hacerlo quienes somos decididos luchadores por la exaltación del hombre. Tenemos la ventaja de partir de una revolución en libertad, es decir de una concepción humanista del destino de la persona humana a la que el régimen comunista yugoslavo se está acercando por etapas en sucesivas rectificaciones.
Cuanto he expresado es el producto de una breve experiencia de cinco días en Yugoslavia y de lo que he leído acerca de ella. En síntesis, mi impresión es que ese país, partiendo de la dictadura del proletariado, dimensión estatista que comprime al hombre a su propio mundo físico, se ha rectificado a corto andar, para ir realizando, en la medida en que su realidad lo va permitiendo, el ensayo creativo con más contenido humanista de liberación del hombre y de desarrollo de su personalidad que hoy conoce el mundo. Esa es hoy su orientación y su experiencia, surgida de un fecundo vientre ideológico, que está señalando, sin duda, nuevos caminos a la humanidad.
Tengo el pleno convencimiento de que Yugoslavia está entregándonos muchas luces en cuanto a las instituciones que ha creado para liberar al hombre. La verdad no es patrimonio de nadie, y la mayor torpeza sería desconocer esa realidad. Por el contrario, ella debe ser recogida en sus frutos como la única manera de hacer prosperar, sin prejuicios, nuestro propio concepto de la exaltación de la persona humana, en el seno de una sociedad comunitaria..
Al saludar hoy a la República Socialista Federativa de Yugoslavia en sus 25 años de vida, rendimos nuestro homenaje de admiración y respeto a una nación que, tan vinculada a la nuestra, ha sabido, sin atenerse a recetas ajenas y sin la "ayuda fraterna" de ningún ejército extranjero, derribar una monarquía de concepción arcaica e instaurar en su país el ordenamiento republicano fundado en el progreso general, que abre extraordinarias perspectivas para el futuro desarrollo político, no sólo de su patria, sino del mundo.