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Antecedentes
  • Senado
  • Sesión Ordinaria N° 34
  • Celebrada el
  • Legislatura Ordinaria año 1968
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Intervención
TOMA DE LA CATEDRAL DE SANTIAGO.

Autores

El señor BARROS.-

Señor Presidente, hay hechos que no sólo han conmovido a la opinión nacional, sino que también han traspasado las fronteras de Chile.

Sin duda alguna, estamos asistiendo a un desmembramiento de la Iglesia Católica. Su "aggiornamento" no ha ido más allá de las formas, de los atuendos en el vestir de los curas y en la exteriorización de la liturgia. La riqueza fabulosa de esta sociedad comercial, unida a la autocracia papal, está contribuyendo a crear un nuevo gran cisma moderno.

Los ojos de los intelectuales del mundo se tornan hacia Juan Huss, que fue quemado vivo en la plaza de Praga por hereje. Nada pudieron las cinco cruzadas contra los hussistas.

Lutero inicia en Alemania una reforma que permite una reacción y una reorganización de la Iglesia. Luego surgió Ignacio de Loyola, fundador de la militar Compañía de Jesús, que tantos dolores de cabeza ha dado al Vaticano.

¿Acaso la historia no podría repetirse? ¿No sabemos acaso que hubo antipapas en Avignon, apoyados, contra Roma, por los monarcas de Francia, Escocia, Portugal y por príncipes germanos? ¿No podría surgir ahora un moderno antipapa?

Los franciscanos surgieron precisamente para atacar la Iglesia, su corrupción, ignorancia y boato.

¿Es que se pretende resucitar una segunda Inquisición con estos apéndices del Santo Oficio, con nombres de Silva Henríquez, Gómez Ugarte, Maroto, Ortúzar, Bascuñán, Tagle Covarrubias, etcétera?

La reacción del clero joven contra el clero "esclerosado" es lógica. Los jóvenes tienen contacto con la masa, se sientan en la mesa del pobre, saben quiénes interpretan al "divino pobre". El clero viejo, el clero "esclerosado", no da nada; es sólo receptivo, se sienta en la mesa en el banquete del rico, del egoísta, y le vende con indulgencias su alma a Dios.

No doy importancia al hecho material de ocupar una catedral, llámese esto profanación, sacrilegio o como se quiera. Lo importante es que ocuparon las mentes proletarias, las mentes de los hombres quepiensan, y establecieron la rebeldía contra los especuladores de la salvación humana.

¡Nada podrá un cebado cabildo contra un pueblo hambriento!

Silva Henríquez y su cohorte de heredípetas -esto lo dije ya en el Senado- olvidaron hace mucho tiempo las enseñanzas de Mateo, N 5, y las de Lucas, Nº 6, del Sermón de la Montaña, en que expresan: "No podéis servir a Dios y a las riquezas al mismo tiempo". Olvidaron que Jesús de Nazareth y Gautama Sidharta, el Buda o "Iluminado", para realizar su misión social se despojan de todo bien mate rial y hacen que sus seguidores obren de igual manera.

Yo leía esta mañana en el "París Match": "Le pretre de demain ne sera plus un sorcier duciel": "El sacerdote de mañana no será más un brujo del cielo".

Los sacerdotes, descorazonados también por la lentitud de las reformas sociales, se rebelan y ganan rangos de guerrilleros, como los ganaron en la independencia americana, un día, el cura Hidalgo y, hace poco tiempo no más, Camilo Torres, a quien, incluso, se pretende santificar. Por eso hay curas encarcelados en España; por eso hay crisis de vocación en Italia, donde reside el Papa.

La religión perdió ya las funciones mágicas -cuando se hablaba del cielo, infierno, purgatorio o limbo- que ejercía en una sociedad dominada por ella. Ahora los hombres no quieren obedecer sin aprender; no quieren creer sin tratar, por lo menos, de buscar la verdad.

Saben los curas que el celibato no se exigió en los primeros tiempos de la era cristiana. Por esta obligación es que las vocaciones merman, a pesar de la Encíclica "Castii Connubi" y de cualesquiera otras Encíclicas que a este respecto pudieran surgir.

El cura debe trabajar con sus manos, junto al obrero, y no vivir en palacios suntuosos y sentado en el banquete de los poderosos. ¡Que vuelvan los curas obreros junto a la miseria humana; que salgan de sus confinados "ghettos" a confundirse con la miseria y con la masa misma!

Las catedrales que se van a tomar no están en el centro de las plazas, ni en el boato del Vaticano, ni en el turismo cristiano y papal de Bogotá. Las catedrales que deben ocupar son las mentes y los corazones de la humanidad que sufre y que tiene hambre y sed de justicia.

No tiene importancia alguna -repito- que los ocupantes de una catedral se arrepientan o pidan perdón por su acto insólito, que estaba en conocimiento del señor Silva Henríquez. Lo importante es que sirvió de varita mágica para despertar las mentes anestesiadas con el opio vaticano.

He dicho.

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