25 septiembre 2024
La región asiática emerge como un conjunto de mercados prometedores impulsados por una sólida demanda interna y una creciente fortaleza en exportaciones. De hecho, el Banco Asiático de Desarrollo proyecta un crecimiento del 5 por ciento en 2024. Contrapuesto a este vibrante escenario, América Latina enfrenta sus propias complicaciones. Tras capitalizar el superciclo de las materias primas, gracias al auge chino, se mantiene en una búsqueda constante de adaptación
CRECIMIENTO ECONOMICO, INNOVACION, POLITICAS PUBLICAS ASIA PACIFICO La región asiática emerge como un conjunto de mercados prometedores impulsados por una sólida demanda interna y una creciente fortaleza en exportaciones. De hecho, el Banco Asiático de Desarrollo proyecta un crecimiento del 5 por ciento en 2024. Contrapuesto a este vibrante escenario, América Latina enfrenta sus propias complicaciones. Tras capitalizar el superciclo de las materias primas, gracias al auge chino, se mantiene en una búsqueda constante de adaptación Biblioteca del Congreso Nacional de ChileSi tomamos dos casos en ambas regiones, India se posiciona como la tercera potencia mundial en términos de influencia política y económica, mientras que Chile, si bien supo capitalizar el auge del superciclo del cobre, aún enfrenta desafíos significativos en términos de digitalización económica y creación de empleo. A pesar de un crecimiento económico moderado, se hace necesaria la adaptación de políticas públicas innovadoras para evitar otra "década perdida". La conexión con los mercados asiáticos y las perspectivas globales dadas por la coyuntura política en Estados Unidos, serán cruciales para determinar el camino futuro de nuestro país en un escenario internacional cada vez más incierto. Más detalles, en la siguiente nota.
El Banco Asiático de Desarrollo (BAD) revisó al alza su pronóstico de crecimiento económico para Asia y el Pacífico en los últimos meses de 2024, impulsado por una sólida demanda interna y una continua fortaleza en las exportaciones. Según el informe Asian Development Outlook (ADO), el crecimiento de la región se proyecta en un 5 por ciento mejorando respecto al 4,9 por ciento previsto en abril. De igual manera, para el próximo año la estimación se mantiene en un 4,9 por ciento.
Por otra parte, se espera que la inflación en la región descienda a un 2,8 por ciento en 2024, comparado con la proyección anterior que la situaba en un 3,2 por ciento.
Esta realidad corregida por el BAD, muestra un panorama económico favorable que es resultado de expansiones más optimistas, principalmente en regiones como el Este de Asia, el Cáucaso y Asia Central, así como en el Pacífico. ¿Cómo se ve reflejado esto? Principalmente en la creciente demanda global de semiconductores, impulsada en parte por el auge de la inteligencia artificial en los polos de desarrollo.
Asimismo, la disminución de los precios de los alimentos a nivel mundial y los efectos rezagados del endurecimiento de las políticas monetarias han contribuido a que la inflación se sitúe cerca de los niveles previos a la pandemia. Tales tendencias son optimistas, sin embargo, el informe plantea que existen riesgos que podrían afectar este pronóstico, como un agravamiento de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y la República Popular China, así como una mayor deterioro en el mercado inmobiliario chino.
Además de las tensiones geopolíticas entre las dos principales potencias económicas, se suma la crisis ambiental, ya que los efectos del cambio climático sobre los precios de las materias primas y la seguridad alimentaria podrían ser determinantes en los próximos años. Por esto mismo es que, en cuanto a las previsiones de crecimiento para las principales economías de la región, se mantiene un 4,8 por ciento para China y un 4,5 por ciento para el siguiente, mientras que la economía de India se proyecta en un 7 por ciento para 2024.
Según la publicación anual Asia Power Index de 2024, India está experimentado un notable ascenso en el Asia, superando a Japón. Con ello, se ubica en el tercer lugar, solo detrás de Estados Unidos y China. Este cambio refleja una significativa transformación en la dinámica geopolítica de la región. La evaluación del Índice de Poder, desarrollada por el Instituto Lowy, mide la capacidad de 26 países para influir en su entorno externo utilizando métricas como la fuerza militar, los recursos económicos, la influencia diplomática y el impacto de su cultura.
Los principales factores que contribuyen al posicionamiento de India se expresan en su robusta recuperación económica post pandemia y su creciente influencia diplomática a nivel global, como la participación en foros globales como el G20, BRICS y el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD por sus siglas en inglés) han fortalecido su visibilidad. Pero también su economía ha mostrado un fuerte crecimiento del PIB, impulsado por el consumo doméstico, las iniciativas de manufactura como "Make in India" y un sector de servicios en constante expansión.
Una nota de Times of India señala además que el liderazgo de Narendra Modi ha jugado un papel crucial en el desempeño económico y en mejorar la posición internacional del país. Su enfoque orientado a construir asociaciones estratégicas al mismo tiempo que se promueve la diplomacia cultural, ha mejorado la imagen del país a nivel global.
Asimismo, la postura estratégica no alineada de India le ha permitido mantener una relación de flexibilidad con diversas potencias globales, evitando alianzas formales rígidas y participando activamente en la seguridad regional a través del QUAD. También ha desempeñado un papel importante en misiones humanitarias y de asistencia en desastres, consolidando su reputación como una potencia responsable
.Pero el ritmo expansivo del crecimiento en la región Asia Pacífico y en India en particular, no tiene un correlato en América Latina, donde los avances y la recuperación han sido lentas desde que se puso fin a la pandemia del Covid-19.
¿Cómo recuperar la senda del crecimiento y evitar una nueva década perdida'?" Es el título del informe BCN que analiza la situación económica de América Latina desde el siglo XX hasta la actualidad. Explica que la región experimentó un notable crecimiento en el siglo XX, seguido de una recesión en los 80, y una recuperación en los 90 y principios del siglo XXI, impulsada por altas tasas de crecimiento y reformas de mercado. Sin embargo, la caída de los precios de las materias primas y la crisis financiera mundial de 2008 presentaron nuevos desafíos que luego se intensificaron con la pandemia.
Es por ello que desde los organismos regionales como la CEPAL, el Banco Mundial y el BID se plantea la necesidad de implementar políticas públicas innovadoras para evitar otra "década perdida". Entre los desafíos estructurales identificados, se encuentran la desigualdad y la pobreza, la alta informalidad laboral, la debilidad institucional y la corrupción. Asimismo, resalta la importancia de la integración comercial, inversión en ciencia y tecnología, y políticas de sostenibilidad en áreas clave para mejorar la competitividad y el crecimiento económico de la región.
En cuanto a recomendaciones, los organismos sugieren fortalecer la infraestructura, la educación, la política energética y la capacidad empresarial, así como promover la adopción de tecnologías limpias y la economía verde. Estas medidas son vistas como esenciales para dinamizar la inversión y la productividad, y así enfrentar los desafíos estructurales que lleven a los países a aumentar el ritmo del crecimiento.
En la misma línea, la fragilidad económica de América Latina -exacerbada por la pandemia- ha llevado a un crecimiento económico anual promedio inferior al 1 por ciento entre 2020 y 2023. Debido a que la desaceleración comenzó a producirse en 2014, se denomina este periodo como la "nueva década perdida". Una explicación de esta abrumadora tendencia económica es que persisten dificultades con el aumento del desempleo, la pobreza extrema, y la creciente deuda pública. Para revertir esta tendencia, se proponen mejores políticas redistributivas, mayor transparencia y una mayor descentralización de las políticas productivas.
Sin embargo, nuestra región también presenta oportunidades, como el potencial de las energías renovables. Para ello es fundamental una mayor integración económica regional y la ya mencionada inversión en ciencia y tecnología. Estos factores pueden ser instrumentalizados para generar empleo, mejorar la calidad de vida y asegurar un desarrollo sostenible.
En cuanto a nuestra realidad nacional y los grandes desafíos para retomar la senda del crecimiento económico, Mauricio Partarrieu, economista y académico de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Económicas de la Universidad de la Frontera (UFRO), es importante separar el diagnóstico en dos enfoques distintos: uno relacionado con factores estructurales y otro con aspectos coyunturales en períodos más cortos. “En cuanto a lo estructural, es evidente que después de la primera década del siglo XXI, Chile experimentó un freno económico en su capacidad de crecimiento. Sin embargo, este fenómeno no se limita solo a nuestro país. Según datos del Banco Mundial, muchas economías emergentes también dejaron de crecer en ese tiempo. Este auge inicial se debió, en gran medida, al hipercrecimiento de la economía china, que desde los 90 hasta la primera década de este siglo creció a tasas de dos dígitos, lo que benefició a los países exportadores de materias primas como Chile”, señaló.
Precisamente, nuestra economía se destacó en América Latina por capitalizar este superciclo del cobre, impulsado por el crecimiento chino. “En comparación con otros países de la región, como Uruguay y Costa Rica, Chile logró aprovechar este período de manera efectiva. Este fenómeno también se observó en naciones como Sudáfrica, Australia y Brasil. Sin embargo, es importante mencionar que gobiernos de países como Venezuela, Ecuador y Bolivia -que dependieron del alto precio del petróleo durante este superciclo- enfrentaron crisis económicas posteriores debido a su falta de reformas estructurales. A diferencia de ellos, Chile no sólo fortaleció su estructura institucional durante este período, sino que también se mantuvo relativamente estable incluso tras el fin del superciclo, experimentando un crecimiento moderado de alrededor del 1,5 al 1,8 por ciento”, agregó.
En términos coyunturales, planteó que el estallido social afectó la confianza en las inversiones, sin embargo, en 2023 varios países recibieron más inversiones a pesar de esas tensiones internas. “Es relevante señalar que nuestro gobierno podría considerarse uno de los más progresistas desde el regreso a la democracia. Además, factores externos como la crisis del COVID-19 y las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China también han impactado la economía internacional y, por ende, la economía chilena. Estas son circunstancias coyunturales que debemos evaluar con cautela, ya que su duración y efectos son inciertos”, explicó.
Consultado sobre los desafíos que trae la digitalización de la economía y la irrupción de tecnologías como la Inteligencia Artificial, planteó que sobre este fenómeno es importante hacer el análisis diferenciado, tanto a nivel micro como a nivel macro. “Existe una digitalización de la economía, pero su desarrollo puede seguir dos caminos diferentes. Por un lado, está el camino general que observamos en economías emergentes como la nuestra, donde crece el precariado, es decir, un aumento en la proporción de trabajadores en condiciones laborales precarias. Aunque la digitalización puede beneficiar a ciertos profesionales que ofrecen servicios en línea, como consultorías o servicios legales y contables, el ingreso que generan muchas veces no les permite capitalizar sus esfuerzos. Estos trabajadores se convierten en microempresas sin capital suficiente, con ingresos que apenas cubren sus deudas, lo que les impide avanzar de ser emprendedores a convertirse en verdaderos empresarios”, sostuvo.
Por otro lado, en un contexto global donde las crisis son cada vez más frecuentes, afirmó que muchas de esas pequeñas empresas desaparecen ante la falta de capital y ahorros. “A pesar de que pueden generar buenos ingresos, viven al día y carecen de seguros o reservas financieras. Este escenario es aún más crítico para quienes están en situaciones económicas más vulnerables y no tienen acceso a ingresos estables. Sin embargo, también existe una parte de la economía digital que permite abrir mercados internacionales y llegar a nuevos clientes, beneficiándose de inversiones significativas en capital durante los últimos 30 años. Un ejemplo es la empresa NotCO, que, aunque exitosa, decidió emigrar a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades de inversión”, comentó.
Sobre esto mismo, afirmó que en Chile -y en gran parte de Latinoamérica- el capital está altamente concentrado y tiende a refugiarse en inversiones de bajo riesgo. “Esto contrasta con el entorno estadounidense, donde hay más fondos de inversión y competencia, ofreciendo mejores condiciones para las empresas innovadoras. Como resultado, las oportunidades que brinda la economía digital muchas veces se pierden, ya que las empresas más competitivas buscan mercados más favorables y las que permanecen suelen ser menos eficientes. Esto contribuye a un ciclo donde el autoempleo representa alrededor del 30 por ciento de la fuerza laboral en Chile, una cifra elevada que refleja la precariedad del trabajo. En una economía volátil como la del siglo XXI, estas dinámicas limitan la capacidad de capitalización y el potencial productivo del país a nivel macroeconómico”, remarcó.
En un ejercicio de proyección de cómo se vislumbra el crecimiento económico en los próximos años, Mauricio Partarrieu se mostró moderadamente optimista. “Me alineo con el Banco Central y considero muy razonable la última proyección del IPoM, que sugiere no superar el 2 por ciento de crecimiento. Sin embargo, nuestra preocupación radica en que este crecimiento se traduzca en mejores niveles de empleo. Si este aumento se debe principalmente a la inversión extranjera en el sector minero, es probable que continuemos enfrentando problemas de desempleo. Esta situación puede generar incentivos políticos tanto para el gobierno actual como para el próximo, independientemente de quién esté en el poder, para incrementar el gasto público. Un gasto público excesivo puede parecer positivo para el crecimiento, pero debe ser financiado, lo que podría llevar a una reforma tributaria que eleve los impuestos, afectando especialmente a quienes tienen menos recursos”, señaló.
Pero también, en cuanto a la relación entre crecimiento, creación de empleo y nuestra conexión con los mercados asiáticos, comentó que es fundamental estar atentos a lo que sucede a nivel mundial. “En noviembre se celebran elecciones en Estados Unidos. Dependiendo de quien gane, se podría profundizar aún más la crisis global de reacomodo y cambiar las dinámicas comerciales entre Occidente y otros bloques. Esto podría marcar el fin de la globalización tal como la conocemos, dominada por el capital financiero, y dar paso a una nueva forma de globalización con bloques comerciales distintos y nuevos aranceles, como propone Trump. Este escenario podría desestabilizar aún más la economía internacional”, explicó.
Por último, opinó que en caso contrario, podríamos alcanzar un equilibrio internacional más rápidamente y la economía global podría retomar un mejor ritmo. “Esto beneficiaría a Chile en un horizonte de cinco años, donde los primeros dos podrían mantenerse por debajo del 2 por ciento, pero luego tendríamos la oportunidad de experimentar un crecimiento superior a esa cifra. En resumen, si Trump gana, es probable que esta situación internacional de estancamiento persista al menos cinco años más, limitando nuestras expectativas de crecimiento por encima del 2 por ciento durante ese período”, sentenció.
Por equipo Asia Pacífico: asiapacifico@bcn.cl
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