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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

Salud y bienestar gracias a los alimentos funcionales en Japón

19 diciembre 2017

A través de la certificación Foshu los japoneses tienen acceso a más de mil alimentos capaces de modificar condiciones gastrointestinales, mejorar la presión arterial, la higiene dental, reducir los niveles de azúcar en la sangre, la osteoporosis, entre otros.

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Como una manera de lograr objetivos medicinales a través de los alimentos, Japón mantiene desde hace 37 años un eficiente sistema de reconocimiento de productos funcionales basado en una legislación que permite certificar al Ministerio de Salud y crear una cultura de cuidado nutricional al Ministerio de Educación. Más detalles de esta política, en la siguiente nota.

Alimentación funcional para mejorar la salud y el bienestar

Gozar de buena salud es uno de los propósitos más importantes en la vida de los japoneses. Es por ello que las enfermedades y cualquier otro mal que afecte a la salud es visto como un problema social a superar. Bajo esta lógica es que en 1980 luego de un dedicado trabajo de la Sociedad Académica Japonesa sobre las propiedades medicinales de los alimentos, surgió el concepto de alimentos funcionales.

De una manera sencilla, los alimentos funcionales tienen el propósito de constituirse con un fin específico, es decir, no se elaboran solo por sus características nutritivas, sino por perseguir un propósito de salud. Según Patricia Vera, nutricionista y magíster en trastornos alimenticios de la Universidad de Valencia, este tipo de alimentos se orienta en lograr beneficios en las personas a través de sus nutrientes, transformándose en el elemento de mayor importancia, por sobre otras cualidades como sabor, presentación o tradición.

Es por ello que los alimentos funcionales se considerarían como una medicina para las personas. ”En el contexto de la sociedad moderna donde existen grandes enfermedades asociadas a la base alimentaria, lograr cambios en función de sus cualidades generativas es un avance en la nutrición a nivel mundial, por lo que es necesario seguir incentivando su producción y consumo”, señaló.

Precisamente esta necesidad es la que ha venido desarrollando el país nipón desde más de tres décadas, razón por la cual la utilización de los alimentos funcionales no solo forma parte de una cultura medicinal, sino que está presente en la legislación nacional y en los programas de gobierno. En la medida que los alimentos sean correctamente identificados como funcionales, la información sobre los beneficios de cada producto se hacen más efectivas.

Tipos de certificación para la identificación de funciones

La forma como la industria de los alimentos funcionales es regulada en Japón, fue descrita por el doctor Kazuhiro Fujita, jefe del Departamento de investigación científica del Japan Food Research Laboratories en el XIII seminario internacional Alimentación 3.0, el 24 de noviembre de 2017. Su exposición consistió en mostrar tres tipos de certificación Foshu -que en inglés quiere decir alimentos para usos específicos de salud-, dos realizadas por laboratorios como el que representa, y otra entregada a nivel gubernamental.

La certificación de este alimento y su consecuente etiquetado con el logo respectivo, no solo anuncia la aprobación del producto, sino que sus efectos fisiológicos en el cuerpo humano han sido comprobados a través de la evidencia científica, por lo que la descripción es verdadera. Por ejemplo, si se quieren controlar la presión arterial o el colesterol en la sangre, el certificado Foshu valida la seguridad y efectividad del producto.

Ahora bien, ¿cuáles son los requisitos para que un alimento funcional tenga la aprobación Foshu?. Según una publicación del Ministerio de Salud de Japón, se necesita el cumplimiento de cinco condiciones:

  1. Que la efectividad en el cuerpo humano esté claramente probada
  2. Ausencia de toxicidad o efectos negativos en casos de ingesta excesiva
  3. Uso excesivo de sal u otros productos nutricionalmente inapropiados
  4. Garantía de compatibilidad con las especificaciones
  5. Calidad en los procesos de elaboración

De esta manera, con el cumplimiento de tales requisitos, los alimentos Foshu están en condiciones de explicitar en sus etiquetas los usos a los cuáles están destinados. Por ejemplo para modificar condiciones gastrointestinales, mejorar la presión arterial, la higiene dental, reducir los niveles de azúcar en la sangre, la osteoporosis, entre otros.

La aplicación de esta certificación se hace vía el Ministerio de Salud, quienes realizan una consulta de efectividad en el Consejo para Asuntos Farmacéuticos y Sanidad Alimentaria. Una vez aprobado, el producto pasa a una fase final de consulta de seguridad ante la Comisión de Seguridad Alimentaria, quienes recomiendan su aprobación al ministro.

Salud y bienestar en expansión

De vuelta en la exposición realizada en nuestro país por el doctor Kazuhiro Fujita, se resaltaron los beneficios de este tipo de alimentos en la vida de las personas. “Hay tres tipos de funciones. Una es la nutricional, la segunda es la regulación o equilibrio y la tercera es el control biológico. Este es el punto que más se aborda en la función alimenticia, pues hablamos de alimentos que mejoran la salud, disminuyen las enfermedades y mejoran la calidad de vida de las personas”, sostuvo en su presentación.

Es por estas características que a partir de 1991 el Ministerio de Educación de Japón comenzó a incentivar a que más investigadores comiencen trabajos para determinar las propiedades de estos productos. Para el 1999, la cantidad de alimentos funcionales con certificación Foshu en Japón era de 171 y, según Fujita, para 2017 alcanzó la cantidad de mil productos. Lo anterior ha llevado a que toda la región Asia Pacífico utilice la certificación Foshu, superando los 500 millones de dólares anuales.

En un artículo de Durán y Valenzuela publicado el 2010 en la Revista Chilena de Nutrición, se describen las funciones que deberían tener los alimentos Foshu. “La primera es nutricional, esencial para la supervivencia del individuo. La segunda es una función sensorial, esto es que su consumo produzca una sensación placentera a partir de su sabor, olor, textura, entre otras. Y la tercera es una función fisiológica, con la cual el alimento debe producir un efecto favorable a la nutrición, biorritmo, el sistema nervioso, en la capacidad de defensa corporal, entre otras, de quien lo consume”, sostiene la publicación.

De igual forma, el gobierno japonés cuenta con un grupo académico que discute sobre los alimentos funcionales. Se trata del Kinousei Shokuhin Konwakai, donde no solo se discuten las reglas, sino qué alimentos se pueden clasificar como funcionales y cuáles son los límites para que otros productos no lo sean. Según el mismo artículo de Durán y Valenzuela, estas acciones hicieron de Japón el primer país en el mundo en reconocer la funcionalidad de los alimentos como una categoría separada de otros alimentos.

Desafíos de la alimentación funcional en la realidad chilena

En nuestro país aún no existen consensos en relación a un término unificado de alimento funcional, por lo que este concepto no está presente en nuestra legislación. Para Patricia Vera, una de las principales dificultades es el desconocimiento de las personas sobre los beneficios de la alimentación en la salud. “Por más que algunas entidades públicas de salud han hecho esfuerzos en promover alimentos funcionales específicos, como es el caso del huevo, o los berries, pasa también que las industrias también están sacando provecho de los beneficios de algunos alimentos porque se está produciendo un cambio de conciencia en los consumidores, por lo tanto el consumo podría aumentar para obtener beneficios en su salud”, sostuvo.

En cuanto a las medidas que se podrían adoptar en nuestro país para incrementar la producción y consumo de alimentos funcionales, la nutricionista señaló la importancia de la educación. “La educación en las escuelas podría entregar más información sobre esta forma de alimentación, porque la propaganda que nos puedan entregar los entes públicos o la publicidad de las industrias no es suficiente. Esto es algo que tiene que inculcarse desde la infancia, a través de actividades en los colegios, o que incluso en algún momento de la enseñanza tengan un ramo de salud y alimentación, pero que no solo englobe la nutrición, sino que resalte las formas de vida saludable a través de la alimentación”, agregó.

Por último, la especialista se refirió a una de las principales dificultades que podrían tener los alimentos funcionales en nuestro país. “Los alimentos más saludables, o con mayor componentes saludables o incluso los menos modificados, traen dificultades económicas, ya que son más caros y no están al alcance de las personas. Podemos ver que en el mismo Japón o en Europa, desde hace muchos años que se usa el concepto de alimento funcional, bioalimento o alimentos orgnánicos, por lo que han sido asimilados por la población como un instrumento para obtener una mejor salud”, sentenció.


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