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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

No nos hagamos los locos con China

13 mayo 2008

A poco de haber concluido su Visita de Estado a la República Popular China, la primera de un Jefe de Estado chileno en siete años a la cuarta economía del planeta y nuestro primer socio comercial, la presidenta Michelle Bachelet fue objeto de diversos comentarios emanados de algunos representantes y actores del quehacer político chileno actual.

A poco de haber concluido su Visita de Estado a la República Popular China, la primera de un Jefe de Estado chileno en siete años a la cuarta economía del planeta y nuestro primer socio comercial, la presidenta Michelle Bachelet fue objeto de diversos comentarios emanados de algunos representantes y actores del quehacer político chileno actual, quienes parecieran querer desconocer el real peso de Chile en el concierto internacional de naciones o arrogarle un destino manifiesto a su interpretación sobre lo que implica el respeto a los derechos humanos por parte de gobiernos de otras naciones, ubicados en otras latitudes y que ciertamente, tienen otras historias, experiencias y tiempos.

Quienes por un instante aprovecharon el momento comunicacional para poner en duda la real dimensión de la relación integral sino-chilena, aparentaron no comprender lo que significaría para nuestro país convertirse en el único en América Latina en cuestionar la legitimidad de una de las piedras angulares del reconocimiento del gobierno en Beijing como el legítimo representante de los intereses del pueblo chino, el cual está constituido por más de 50 distintas etnias, en un territorio rico en montañas, selva, tundra, desiertos y hielos. Este hecho tiene para Chile más de 37 años de historia sin interrupción y es tal vez uno de los principales legados en materia de política exterior del gobierno del presidente Salvador Allende.

Ahora bien, Chile depende en un 85% de su comercio exterior para financiar todos aquellos programas sociales que le han permitido convertirse –con años de anticipación- en uno de los pocos países del mundo en haber cumplido varios de los objetivos de desarrollo que forman parte de las denominadas “Metas del Milenio”.

Querámoslo o no aceptar a la primera en un Chile interdependiente con el mundo, pero China es hoy un protagonista en la ecuación de futuro para cualquier país en desarrollo. Sin China, nuestro país no contaría con los recursos requeridos para continuar en la senda social fijada transversalmente por todas las fuerzas políticas chilenas en el Parlamento. Tal cual.

Me explico: sin China escasearían los fondos requeridos para construir y habilitar nuevas escuelas, consultorios o centros de recreación, para qué hablar del financiamiento necesario para la reposición de equipos de defensa que son vitales para nuestra política de disuasión, o de dineros para paliar los efectos del invierno entre los más susceptibles a los efectos físicos y económicos que trae consigo el frío, por nombrar algunos ejemplos en donde nuestro comercio directo con China tiene un efecto para el bienestar y la seguridad de la mayoría en Chile.

Claro está que la proximidad de los Juegos Olímpicos han despertado la atención mediática del mundo sobre varios de los serios problemas que presenta el proceso de desarrollo chino. Son temas que están en la agenda del Partido Comunista Chino y del presidente Hu Jintao, más despiertan el interés de los miles de jóvenes chinos que comparten sus impresiones, algunas de ellas profundamente nacionalistas, en sitios o blogs tales como Tian Ya, Xici o Sina.

Pero no nos equivoquemos. El hecho que el mundo apunte con el dedo a China no trae beneficio alguno a corto, mediano o largo plazo, más crea un terreno fértil para que brote el desencanto o desconfianza con occidente entre jóvenes chinos quienes efectivamente quieren que su país recupere el sitial que le corresponde al ser hoy uno de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas; potencia económica y nuclear.
Se trata de un juego de suma cero para Beijing.

Si ellos mismos han visto en carne propia como sus familias han pasado de ser campesinos, empleados gubernamentales o trabajadores en fábricas, a personas con viviendas, acceso a educación universitaria y empleos con sueldos que les permiten visualizar su incorporación en la creciente clase media china. Desde que se abrió al mundo hace treinta años, el crecimiento chino ha superado 1000%. Aquel rumbo no se tranza.

Debemos estar sumamente convencidos de lo siguiente: con China siempre habrá que anteponer el bien superior de Chile. Caso contrario, habrá que atenerse a los efectos que trae consigo el conseguir luces de cámara o apariciones fugaces en los noticieros, a costa de poner temas que ponen en duda para algunos, la fructífera relación de Chile con China. ¿Y acaso Chile está hoy preparado para ello? Si alguna duda queda sobre lo anterior, basta recordar la batería de acciones que debió emprender la semana pasada el gobierno del presidente galo Nicolás Sarkozy, ante el peligro inminente de un boicot en China en contra de productos y servicios franceses, fruto de la acción de un puñado de personas durante el paso de la antorcha olímpica por las calles en París. A la postre, quien rió último en esta historia no vive en el Palais de Elysees, sino que tiene sus aposentos próximos a la Plaza Tiananmen.

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