Tras los espectaculares Juegos Olímpicos de Beijing 2008, una nueva era comienza para China. Mientras las autoridades y el pueblo chino, con orgullo concluyen que este evento ha sido un éxito total, desde occidente emergen preguntas acerca de cuál debiera ser el próximo paso a seguir para esta nación, que ha adquirido un nuevo rol en el ámbito internacional.
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Tras los espectaculares Juegos Olímpicos de Beijing 2008, una nueva era comienza para China. Mientras las autoridades y el pueblo chino, con orgullo concluyen que este evento ha sido un éxito total, desde occidente emergen preguntas acerca de cuál debiera ser el próximo paso a seguir para esta nación, que ha adquirido un nuevo rol en el ámbito internacional.
Es que detrás de la decisión de ser los anfitriones del evento deportivo más importante del mundo, estaba el objetivo de celebrar su apertura al mundo, de inaugurar una nueva etapa, fruto de un proceso de más de tres décadas.
Esta especie de ceremonia de iniciación al interior de la sociedad global llevó a las autoridades a ofrecer un espectáculo sin precedentes, para demostrar la verdadera grandeza de su país.
Tanto la ceremonia de inicio, como la de término de los JJOO, significaron un despliegue nunca antes visto en la historia Olímpica, que les permitió demostrar sus capacidad y obtener el primer lugar en oro dentro del medallero.
Así, los esfuerzos que por siete años las autoridades hicieron organizando este evento, valieron la pena: los Juegos fueron vistos como un éxito sin precedentes por la mayoría de los chinos. Beijing impresionó a los visitantes extranjeros con su hospitalidad y eficiencia, y China le demostró a la audiencia global los alcances de su poder económico y político. Ahora la población china descansa satisfecha.
Sin embargo, a pesar que la grandiosidad y el éxito de estos JJOO, existen diferencias en las conclusiones que se han obtenido.
La perspectiva china
En China, tanto las autoridades como la ciudadanía, se sienten orgullosas de haber organizado uno de los eventos más espectaculares jamás vistos, y de haber podido demostrar al mundo el verdadero esplendor de su nación.
De esta manera, al cierre de las Olimpiadas, el periódico estatal Xinhua, orgulloso expresó que “el pueblo chino puede ahora anunciarle al mundo: hemos cumplido con las expectativas de la comunidad internacional y el Comité Olímpico Internacional”.
Por eso, este evento marca la integración de la civilización occidental con la civilización china, demostrándole al mundo que sí puede participar de acuerdo a las normas internacionales, sin dejar de lado sus principios propios.
La visión internacional
Mientras las conclusiones en China son absolutamente positivas y optimistas, la mirada internacional de la cita Olímpica es más crítica, lo que se debe a que bajo el paradigma de civilización occidental, en China aún queda mucho por hacer.
Es que la China Olímpica abrió un espacio especial para que los medios internacionales opinaran sobre este país, y en donde sobresalieron los temas relacionados con los derechos humanos, el desarrollo sustentable, la libertad de expresión, y sobre todo, con respecto al futuro de la reforma.
Así el New York Times advierte: “una nueva era post Olímpica ha empezado”, y se pregunta “si esta acentuación de la confianza que surge de la experiencia Olímpica llevará a China a un mayor compromiso con el mundo y a buscar una reforma política más profunda”, o si “este éxito en los Juegos, y la silenciosa respuesta de occidente, frente a la represión de los disidentes, convencerá a los líderes de que el modelo actual está funcionando”.
De esta manera, reconociendo el amplio éxito de los JJ.OO. Beijing 2008, los medios internacionales no han dejado de preguntarse por lo que viene a continuación para China.
En el mismo artículo del New York Times, David Shambaugh, un sinólogo de la Universidad de George Washington, comenta que a pesar de que los Juegos fueron para el Partido Comunista una victoria absoluta, que estimuló su imagen internacional, “el éxito de las Olimpiadas sería más significativo si aumentara la confianza nacional de manera tal, que permitiera a China dejar atrás el histórico resentimiento del pasado”.
Con lo anterior Shambaugh se refiere a la necesidad de que le ponga un fin simbólico a lo que ellos describen como el “siglo de la humillación”, período en el que el país se vio debilitado por la intervención extranjera, y que comenzó en la segunda mitad del siglo XIX.
En palabras del experto: “espero que la narrativa del nacionalismo agraviado sea reescrita, para que empiecen a actuar con más confianza en ellos mismos, y en su rol en el mundo”.
Pallavi Aiyar, una experta india residente en Beijing, en una columna de opinión, dice que durante los últimos siete años los Juegos han funcionado como un timón para la política Estatal de China, ayudando a justificar decisiones impopulares, y avalando la legitimidad del Partido.
De tal manera, existe inquietud sobre lo que pasará en el período post olímpico, en el que tras esta gran festividad nacional, el pueblo chino se deberá enfrentar repentinamente con problemas propios de esta nación, como una demografía envejecida, una reforma pendiente del sistema de salud, una alzada inflación, y la corrupción.
Es que para muchos analistas, las Olimpiadas tuvieron como efecto el elevar las expectativas del pueblo, que se siente ahora orgulloso de su nación. Pero también puede significar que, de vuelta a la realidad cotidiana, la ciudadanía tenga una vara más alta en cuanto a las exigencias hacia las autoridades.
Esta percepción, proveniente particularmente de la arena internacional, se suma a la esperanza de que la celebración de esta fiesta deportiva, que coincide con el aniversario de los treinta años de reforma económica, signifique un impulso hacia la reforma política.
Claramente la perspectiva crítica del mundo internacional es pocas veces entendida por China, en donde la negatividad de estas percepciones causa desazón.
Sin embargo, es de esperar, que las tensiones entre estas partes, en alguna medida se hayan relajado, porque como lo dijo Jacques Rogge, presidente del Comité Olímpico Internacional, estos fueron “juegos verdaderamente excepcionales (...) en donde el mundo aprendió más acerca de China y China aprendió más acerca del mundo”.
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