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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

La diplomacia pública entre Chile y China: la narrativa de los primeros

10 julio 2020

(Por Claudia Labarca)* En términos discursivos, y desde la perspectiva de la diplomacia pública, la narrativa de los primeros -característica de la relación entre Chile y China- tiene una serie de ventajas para ambos países de manera de sintonizar con sus públicos externos. Desde el punto de vista chileno, nos sitúa en una relación de amistad privilegiada con el país asiático, que nos da liderazgo en la región Asia Pacífico.

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La diplomacia pública se define como la comunicación que los gobiernos ejercen hacia sus stakeholders o grupos de interés extranjeros. En palabras de uno de los pioneros del tema, Hans Tuch, es un “un proceso de comunicación entre un gobierno y sus públicos extranjeros, el que trata de exponer sus ideas e ideales de su nación respectiva, sus instituciones y su cultura, así como también sus intereses y políticas nacionales”.

Tomando esa definición, es posible analizar la retórica –desde el punto de vista aristotélico en su función persuasiva- que ha caracterizado las relaciones diplomáticas entre China y Chile desde finales del siglo XX hasta el día de hoy y que abarcan no sólo relaciones gubernamentales sino que se adoptan en el espacio privado de ambas naciones. La narrativa de los primeros (Labarca 2015, Labarca & Montt, 2019) constituye el eje discursivo de las relaciones entre China y Chile y consiste en una serie de “primerías” en que nuestra nación aparece como apoyando sistemáticamente las decisiones y políticas públicas chinas principalmente en el ámbito de inserción internacional del país asiático. Así por ejemplo en ámbitos diplomáticos, académicos e incluso comerciales se resalta que Chile fue el primer país sudamericano -después de Cuba – en sostener relaciones diplomáticas con la RPC. Asimismo, se destaca la iniciativa chilena de apoyar la entrada de China a la Organización Mundial de Comercio y finalmente, Chile aparece como el primer país en realizar un Tratado de Libre Comercio con el gigante asiático.

En términos discursivos, y desde la perspectiva de la diplomacia pública, la narrativa de los primeros tiene una serie de ventajas para ambos países de manera de sintonizar con sus públicos externos. Desde el punto de vista chileno, nos sitúa en una relación de amistad privilegiada con el país asiático, que nos da liderazgo en la región Asia Pacífico.

Desde la perspectiva china, se asegura una influencia delimitada al ámbito económico comercial que, de alguna manera, minimiza los resquemores de la creciente influencia china en nuestro continente. De hecho, legitima a China como una nación responsable y dispuesta a cumplir las reglas del juego de la política y el comercio internacional.

Un segundo aspecto es que si bien perpetúa una relación bilateral asimétrica, aparece como conveniente para ambos países desde el punto de vista de su interés nacional. Chile, un país pequeño y dependiente de las exportaciones, asegura un mercado de millones de consumidores que cada día se globaliza y que ve crecer rápidamente una clase media dispuesta a ampliar su campo de consumo gastronómico y turístico.

Asimismo, permite a Chile sustentar una identidad basada fuertemente en los logros comerciales a nivel internacional, o lo que la literatura ha llamado trading state, a la vez que enmarca la relación en una suerte de desideologización, si se la compara con otros países de Latinoamérica. Desde la perspectiva China, puede aventurarse que los ejes retóricos de amistad basado en cooperación Sur-Sur delimitan su quehacer en la región (principalmente basado en la cooperación económica según este marco) y dotan de un sentido restrictivo a su influencia en América Latina.

Así las cosas, y nuevamente, desde el punto de vista de la persuasión aristotélica y la labor de la diplomacia pública, la narrativa de los primeros no sólo retrata una realidad de intercambio comercial y apoyo bilateral en hitos relevantes (particularmente hacia la nación china), sino que también dota de sentido a las relaciones entre ambos países. Un sentido que no sólo actúa como marco en tanto instala y delimita el ámbito de acción (económico/comercial) sino que -por defecto- deja también fuera de ese marco otros temas más complejos que ni uno ni el otro quieren abordar. Desde esta perspectiva, la relación no solo se “economiza” sino que se plantea dentro del principio de no intervención, cuestión fundamental para ambas naciones.

*Claudia Labarca, PhD en Relaciones Internacionales. Profesora Asociada de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica. Autora de Ni Hao Mr. Pérez, Buenos días Mr. Li: Chile y China: cultura, negocios y confianza en la era global.

“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, el pensamiento del Observatorio Asia Pacífico BCN”.


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