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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

El programa de educación sostenible en Nueva Zelandia que apuesta por la acción

05 julio 2022

El país oceánico lleva adelante una serie de iniciativas fuera de la sala de clases, no sólo en los patios de los establecimientos, sino en los lugares donde ocurren los fenómenos ambientales. Esta modalidad prepara a niñas, niños y adolescentes para comprender la magnitud del cambio climático y emprender soluciones que involucren a las comunidades.

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Si bien la Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS) planteada por la Unesco es la base para la estructuración del currículim neozelandés, otros conocimientos como la sabiduría ancestral maorí o la conciencia de los propios desafíos climáticos que tiene el país en el presente, han llevado a la estructuración de un modelo formativo con perspectivas de ser holista y permanente. Más detalles de esta experiencia, en la siguiente nota.

Educación para el desarrollo sostenible: la base de la Unesco

Como habitantes del planeta, estamos atravesando momentos difíciles. Nuestra casa común se encuentra en medio de dos crisis, una de emergencia climática y otra de sostenibilidad. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) es clara frente a esta peligrosa realidad “las actividades colectivas de los seres humanos han alterado los ecosistemas terrestres hasta el punto de que nuestra propia supervivencia está en peligro”.

En sintonía con esta idea, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en su reciente informe advirtió sobre la necesidad de limitar los efectos del calentamiento global con cambios que deben hacerse en el corto plazo y con un alcance más amplio de lo que estamos acostumbrados.

Para dar curso a todo esto, la Unesco plantea que la educación es una vía para atender las cuestiones sociales y económicas, pero también cambiar a un futuro sostenible repensando dónde y cómo aprendemos a desarrollar conocimientos, habilidades, valores y actitudes que nos permitan tomar decisiones fundamentadas en el medioambiente, su cuidado y preservación.

Por lo tanto, la Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS) es presentada como un marco sólido para que la humanidad lleve adelante la labor de preparar a las personas para “dar la batalla por nuestras vidas”. Se trata de un proceso de aprendizaje permanente que va más allá de lo formativo en temáticas puntuales, como calentamiento global o reciclaje, es decir, “se trata de educación integral y transformadora que abarca los contenidos y los resultados del aprendizaje, la pedagogía y el propio entorno de aprendizaje”, señala el informe.

Educación para la sostenibilidad en Nueva Zelandia

En conexión con los principios declarados por la Unesco, el Ministerio de Educación de Nueva Zelandia tiene un programa llamado “Educación para la Sostenibilidad” (EfS por sus siglas en inglés). Orientado a empoderar a las comunidades educativas con valores, conocimientos y habilidades para la toma de decisiones que garanticen un mundo próspero. Todos los recursos pedagógicos, lineamientos y planteamientos metodológicos de la EfS pueden descargarse desde el sitio web del currículum de dicha cartera.

En su presentación se destaca un principio guía que está escrito en maorí y que describe el espíritu de la educación para la sostenibilidad: Mō tātou te taiao ko te atawhai, mō tātou te taiao ko te oranga -cuya traducción sería que “corresponde cuidar el medioambiente para asegurar su bienestar y, al mismo tiempo el nuestro, y nuestras generaciones futuras”- este principio permite estructurar un enfoque holístico de educación con capacidad de articular en planes de estudio las ideas de sostenibilidad, interdependencia, conectividad, equidad y participación para el cambio.

Pero el concepto de sostenibilidad planteado por este programa no es algo complejo, sino un conjunto de prácticas sencillas que coinciden con el enfoque universal de educación ambiental. Si bien no hay una palabra en maorí para designar sostenibilidad, el sentido de EfS es que no solamente se trata de algo para aprender en las aulas sino para vivir también fuera de ellas, por lo tanto, entran en juego algunas de las siguientes acciones al interior y exterior de las escuelas:

  • En las salas de clase: se enseña sobre desarrollo sostenible y ciudadanía global para comprender el mundo en el que vivimos
  • En el patio: se desarrollan programas sobre alimentación saludable y cómo cuidar las emociones en conexión con el mundo natural
  • En los anfiteatros o hall: estudiantes, apoderados, docentes, autoridades y la comunidad se involucran en la toma de decisiones
  • Fuera del establecimiento: la escuela construye relaciones con la comunidad donde está inmersa para involucrarse en asuntos de interés común

Estas prácticas están contenidas en el “enfoque de toda la escuela” propuesto por la Unesco y que sirve de base para transformar la educación, no sólo en términos de contenidos, sino también de infraestructura. Es por ello que dentro del propio plan de estudios neozelandés -The New Zealand Curriculum- y su visión para los jóvenes, coincide en el valor de ser creativo, enérgico y emprendedor, para aprovechar las oportunidades para asegurar un futuro sostenible.

Programas educativos para comprender el cambio climático in situ

Aprender sobre adaptación y mitigación de los efectos del cambio climático es una tarea mucho más fácil si es que se vive en carne propia. Esta es una de las premisas mediante las cuales la educación sostenible en Nueva Zelandia encara la formación de las nuevas generaciones. Ejemplo de ello es el programa desarrollado en el valle Ohinetahi, en la bahía Governors en Christchurch, al borde de dos volcanes extintos.

Este lugar es ideal para comprender el concepto de adaptación, pues la bahía se sitúa en un área baja, por lo tanto el aumento del nivel del mar es una constante amenaza para la comunidad. De tal manera, un campamento de concientización del South New Brighton School atrae a niños, niñas y jóvenes para que conozcan el Programa de Adaptación de Riesgos Costeros que lleva adelante el ayuntamiento, pero también a idear soluciones creativas y emprender acciones concretas -como proyectos artísticos y musicales- para que otros tomen conocimiento sobre la realidad que se vive en la bahía.

Otro programa para pasar del aprendizaje en las aulas a la acción es la regeneración en Murihiku que también convoca a niñas, niños y adolescentes a aprender cómo desarrollar una economía regenerativa. Se trata de un programa de restauración ambiental al cual se puede ingresar incluso de manera virtual, donde conectarse con una variedad de proyectos y personas.

Entre las actividades que se ofrecen para los niños y niñas están el monitoreo y manejo de agua dulce, el control de plagas, el monitoreo de aves, pero también la recolección de semillas nativas. Todo esto en íntima conexión con las comunidades que habitan ancestralmente el territorio. De tal manera, estos programas no sólo contribuyen en la educación para la sostenibilidad, sino que además aportan a la actividad económica, social y cultural de los territorios donde se desarrollan.

Los desafíos de la educación ambiental en la realidad chilena

Aunque en nuestro país estamos lejos de dar inicio a un programa masivo y permanente de educación sostenible en el corto plazo, un proyecto de ley propone una modificación de la ley 20.911 para que la educación ambiental forme parte de la formación ciudadana desde la primera infancia. De esta manera, se logre la promoción de los derechos de la naturaleza y la corresponsabilidad a través de estilos de vida sustentables, entre otras prácticas.

Sin embargo, la educación ambiental es también percibida como una actividad que en la realidad chilena debería materializarse en un ámbito más allá de los contenidos curriculares e involucre experiencia. Para ello, la infraestructura cobra un papel medular. Esto es lo que plantea Teresita Eggers Prieto, arquitecta especializada en arquitectura del paisaje, quien además tiene amplia experiencia en formación ambiental durante la primera infancia en comunidades vulnerables a través del diseño de Patios Educativos de la Fundación Mi Parque.

En su opinión, la educación en los primeros años de escolaridad es fundamental para sentar bases de una sociedad preocupada y ocupada por el cuidado del medioambiente y la naturaleza. “Obviamente que se pueden proponer varias temáticas para los jardines y el juego con los niños y niñas en general sobre qué es el reciclaje o la contaminación, y de ahí complejizar a otros asuntos como energía, flora y fauna, el cuidado del agua, el aire, etc. Es fundamental sentar las bases, para que los niños tengan conciencia y cuidado con el medio ambiente”, señaló.

Sin embargo, aclaró que se hace necesaria una práctica in situ que además sea permanente. “Desde los jardines hasta la universidad hay distintos enfoques que contribuyen a ello, pero es importante que en la medida de lo posible se implemente infraestructura que permita ese aprendizaje de manera permanente. Ahora bien, en caso de no contar con espacios es importante que en el currículum o en la organización de actividades haya salidas educativas para conocer la realidad en primera persona”, agregó.

Sobre esta idea, comentó que el Bosque Santiago del Parque Metropolitano ubicado en el cerro San Cristóbal es uno de los primeros centros de educación medioambiental al aire libre. “Es un espacio muy valioso porque tiene lugares para la infancia y actividades preparadas para ellos especialmente. Pero también en algunas regiones de Chile hay jardines botánicos, museos de historia natural, granjas educativas, etc. Todo esto es valioso para organizar salidas y que los niños y niñas puedan suplir la falta de infraestructura que podría tener su jardín o colegio”, sostuvo.

En cuanto a los desafíos para contar con programas de educación ambiental e infraestructura adecuada, se refirió a la importancia de valorar las actividades al aire libre. “Los requisitos de construcción de establecimientos son muy básicos y no hay incentivos para gastar un poco más de recursos en hacer patios educativos. El conocimiento y la potencia que tiene la educación ambiental tiene que exponerse en el imaginario público para realmente valorizarlo. Los medios de comunicación tienen que contribuir en dar a entender la importancia de la educación ambiental, porque hoy día se hace todo dentro de la sala, pero es el espacio exterior en donde se produce el aprendizaje de los niños”, remarcó.

Para ello, explicó la conveniencia de una infraestructura especialmente acondicionada para los propósitos educativos. “Ahí es donde se desarrollan prácticas como tener basureros de reciclaje, el compostaje o el cuidado de los huertos. Quiero poner el acento en que son las buenas prácticas medioambientales, es decir, reducir, reutilizar, reciclar, pero también reducir la contaminación, cuidar el agua, la tierra, el aire, la eficiencia energética, las energías renovables, las que hacen la diferencia”, comentó.

Por último, puso énfasis en la necesidad de establecer contacto con las comunidades y el ambiente local. “Es importantísimo que el aprendizaje de la flora y fauna nativa se haga en la región y la localidad donde se imparte el aprendizaje. Es fundamental saber como cultura general de que el canelo es la zona araucana, pero si estoy en la región Metropolitana tengo que conocer el bosque esclerófilo y sus especies más representativas. Todo esto se puede ir complejizando mientras van creciendo los niños y niñas con el estudio de la geografía, geología, conservación de ecosistemas frágiles, los humedales, los desiertos, glaciares, bosques, etc”, sentenció.

 

A propósito de la experiencia neozelandesa y el programa de educación sobre adaptación al cambio climático, vea el siguiente video desarrollado por adolescentes donde dan cuenta del problema del aumento del nivel del mar en Governors Bay:

 

Por equipo Asia Pacífico: asiapacifico@bcn.cl


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