La experiencia de un ex embajador en la India

La imagen cliché que se tienen de la India es la del misticismo y la espiritualidad. Aunque esa parte del país existe y es importante, corresponde sólo a un pedazo de la realidad de esta enorme nación. Para conocer la cara desconocida de la sociedad india conversamos con el académico y ex diplomático Eduardo Ortiz, quien fue embajador en Nueva Delhi entre 1990 y 1993.

Ortiz, abogado de profesión y Doctor en Política de la Universidad de Liverpool, es también académico de las Universidades de Chile, de Santiago y Central. Nos cuenta que lo primero que llama la atención de la India es su tamaño. “Pensar en la India es hacerlo en números y proporciones, por que todo es enorme, las ciudades son gigantescas, la miseria es impresionante. Cualquier acto pública sale de escala, hay mucha manifestación espontánea donde fácilmente se juntan entre 20 mil a 30 mil personas”, comentó.

En 1990, el entonces recién asumido presidente Patricio Aylwin nombró a Ortiz embajador en Nepal, Bangladesh y la India, en momentos en que este último país iniciaba grandes reformas que lo llevaron a la senda del crecimiento en la que está enmarcada en la actualidad. “Las reformas aplicadas a partir de la década de los años 80, dieron pie a transformaciones radicales a partir de los 90, el período en el que estuve, por lo que fui testigo de esos acontecimientos”, dice Ortiz.

Estos cambios se refirieron principalmente a una apertura económica, luego de décadas de inspiración socialista, con un modelo estatista y centralizado. “A partir de los 90 la India se abre a la inversión extranjera, sale al exterior y comercia, firma tratados de comercio”, nos cuenta el académico. Pero este desarrollo no ha llegado a todas partes, pues en las provincias aún quedan amplias zonas donde la modernidad no hace aparición, lugares donde todavía se practica el parricidio, especialmente de las niñas.

“Me acuerdo que una vez cené con un decano de la Universidad de Neheru -nos cuenta el diplomático-, con quien luego fuimos a caminar por los terrenos del campus, y en las afueras, en una vereda, habían unas 100 personas durmiendo, poco más allá había un Reactor Nuclear. Entonces este profesor me dijo: sé lo que estas pensando, por que es obvio, la más alta tecnología nuclear y gente durmiendo en la vereda, pero esa es la India”.

Vencer ese tipo de inequidades es el actual desafío de la India moderna, pero Ortiz, ve dificultades en el camino. “Inevitablemente se cae en el terreno de las comparaciones. China es mucho más coherente y sólida en cuanto al modelo que ha adoptado, han sido más regulares en su evolución. En cambio la India ha sido más compleja y desorganizada”. No por nada este país ha sido denominado como “una anarquía que funciona”, enfatiza.

Claro que los indios piensan de manera diferente, se autodenominan “la democracia más grande del mundo”, con un régimen parlamentario, herencia del período colonial inglés, que vio nacer a algunas de las figuras políticas más importantes del siglo XX, como fueron Mahatma Gandhi, Jawaharlal Nehru, a Indira Gandhi y su hijo Rajiv. A éste último y su esposa Sonia, Ortiz tuvo oportunidad de conocerlos en su período de embajador, pero con Indira su encuentro fue mucho antes. “Ella vino a Chile a fines de los años 60, cuando era Primera Ministra y yo era un joven ayudante de investigación de la Universidad de Chile cuando visitó esa Casa de Estudios. En ese entonces los indios tenían una gran afinidad política con el desarrollismo latinoamericano y las tesis de Cepal, y querían venir a aprender de esas teorías”, relata.