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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

Indonesia apuesta por la colaboración entre actores para transitar a las energías limpias

24 diciembre 2021

A través de una red que incluye a actores públicos y privados, no sólo se pretende el impulso de regulaciones que orienten la implementación de acciones para reducir las emisiones, sino también el establecimiento de nuevos flujos financieros que permitan el fomento de nuevas iniciativas.

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Indonesia y buena parte de los países de la región Asia Pacífico se encuentran con la doble dificultad de tener que reducir las emisiones de carbono ante un aumento sostenido de los niveles de contaminación, por una parte, pero también con la necesidad de incrementar el consumo energético para responder a la creciente demanda por parte de las industrias. A pesar de las dificultades, el gobierno ha comenzado a llevar adelante algunas iniciativas para incorporar energías verdes a su matriz. Conozca parte de esta experiencia, en la siguiente nota.

Iniciativa para coordinar esfuerzos para la transición energética en Indonesia

Transitar a energías limpias es una de las grandes necesidades que comparten todos los países a nivel mundial. La Agenda 2030 en su Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 7 sobre “Energía asequible y no contaminante” plantea precisamente garantizar el acceso a este tipo de energía como un elemento central para concretar casi todos los grandes desafíos que enfrentamos como planeta.

Es por ello que, en conseciencia, se trata de uno de los objetivos con mayor progreso, pues existen importantes avances en las principales economías del mundo, por ejemplo en el acceso a la energía eléctrica, pues alrededor de 1.100 millones de personas han tenido acceso a la energía eléctrica por primera vez en la última década. Sin embargo, los países no desarrollados aún presentan avances moderados que demuestran cierto rezago, aunque se están realizando esfuerzos importantes.

Ejemplo de ello es Indonesia, uno de los mayores emisores de carbono en el planeta, razón por la cual tiene un rol importante que cumplir en la iniciativa global para reducir las emisiones. Paradójicamente, el gobierno estableció inicialmente un objetivo para la descarbonización con un horizonte planteado hasta 2060. Esta meta fue considerada por algunos especialistas como poco ambiciosa y menos realista de lo que realmente el país requiere para garantizar un ambiente libre de contaminación.

La razón para este objetivo poco ambicioso es que la posibilidad de iniciar una transición energética en el país asiático se estrella con dos consideraciones planteadas por el gobierno. El primero es que se estiman que los costos de una transición pueden ser altos para la economía, de modo tal que la reducción de emisiones en ciertos sectores productivos podría ser económicamente inviable. En segundo lugar, el hecho real de que la producción de energías limpias es más costosa que aquellas obtenidas de fuentes fósiles.

Sin embargo, el tamaño de la necesidad hizo que los cambios tomaran un ritmo distinto. Según Pamela Simamora, en un artículo publicado en The Conversation, afirmó que la descarbonización como objetivo fue adelantado por el gobierno en 10 años. Más aún, para lograrlo se planteó la necesidad de que el sector productivo energético se descarbonizara a su vez para 2045. “La idea es que toda la generación de electricidad se obtendrá de energías renovables. La energía solar suministrará el 88 por ciento para 2050, el resto provendría de la energía hidroeléctrica y geotérmica combinadas”, comentó.

Además de esto, Indonesia pretende reducir en un 29 por ciento las emisiones de gases efecto invernadero (GEI) para 2030. Con el objetivo de llevar adelante esta meta, en febrero de 2019 se lanzó la Red de Baja Emisión de Indonesia (JIRE por las siglas en indonesio de Jejaring Indonesia Rendah Emisi). Conformada por instituciones públicas y actores privados, promueve una serie de cambios en la economía a través del establecimiento de metas para la reducción de emisiones, pero también para generar cambios en los flujos financieros sobre combustibles.

Sin embargo, una de las principales misiones de Jire es el fortalecimiento de la asociatividad entre actores estatales y no estatales. Según comenta una publicación del sitio Sustainable Energy For All, el objetivo es que gobiernos locales y privados revisen sus políticas de emisión de carbono, promuevan conocimiento sobre tecnologías y fomenten mejores prácticas.

En la misma línea, este programa promueve regulaciones para desencadenar cambios en las finanzas hacia la energía renovable, pero también que pequeñas y medianas empresas tengan acceso a recursos que les permitan llevar adelante la transición energética. El mismo sitio señala que se han incorporado a JIRE más de 60 organizaciones bajo el compromiso de iniciar la transición al uso de energías limpias.

Los avances en la región Asia Pacífico

Pero a pesar de tales avances en todo el planeta, la transición energética es un desafío a superar con premura especialmente en la región asiática, pues se trata de una de las áreas geográficas más golpeadas por el cambio climático. Según el ranking elaborado por la agencia alemana German Watch, dicha región concentra la mayor cantidad de países en riesgo de sufrir ante eventos climáticos extremos.

Sólo entre los primeros nueve primeros lugares de la lista, Myanmar, Filipinas, Bangladesh y Tailandia figuran entre los más afectados. Poco más atrás se encuentran Vietnam, Cambodia y la India. Australia se encuentra en el lugar 31, mientras que China en el lugar 41. Tales ubicaciones en el ranking demuestran que la realidad ambiental de la región es preocupante, por lo que una toma oportuna de decisiones es fundamental para superar el estado actual de vulnerabilidad.

Pero además, este contexto de adversidad plantea otro desafío, el de conciliar una mayor demanda de energía con las urgencias ambientales, ya que el crecimiento económico y la expansión de las industrias requiere mayores insumos. Según un artículo de Nesadurai y Hang Dao en The Diplomat, la demanda energética de la región se triplicará durante la próxima década, por lo que a menos que el costo de la energía limpia disminuya, la energía sustentada en el carbón se incrementará.

En la actualidad, en el Sudeste asiático un 43 por ciento de la electricidad proviene de la generación de carbón, por lo tanto para alcanzar la neutralidad en 2030 se requiere de una reducción de entre un cinco y diez por ciento -señala el artículo- por lo cual dar una respuesta a la crisis climática exige una aproximación multidimensional que incluya a científicos, políticos, al mundo financiero y social.

La llamada transición a las energías limpias es, por lo tanto, un imperativo que no sólo se sustenta en los objetivos climáticos, sino también en la protección de millones de personas que aún viven bajo la línea de la pobreza y que se encuentran bajo la amenaza permanente de los desastres naturales. A esto se agrega que la generación de energías verdes crea oportunidades económicas que podrían beneficiar precisamente a estos sectores en situación de vulnerabilidad.

Un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicado en 2019 afirma que el Asia Pacífico es la región en el mundo que lidera la creación de empleos verdes. Más aún, más de 14 millones de empleos verdes se podrían crear para 2030, sin embargo, ello no se logra de manera automática, por lo que es necesario invertir en la población joven con el fin de adquirir las herramientas y capacitaciones necesarias.

Transición energética en la realidad chilena

Aunque Chile no figura entre los países desarrollados, sí ha tenido un buen desempeño en la transición a energías no contaminantes. De acuerdo al reporte de 2021 del Sustainable Development Report, el ODS 7 es el cuarto objetivo con mejor cumplimiento en nuestro país. Esto debido, en parte, a los avances en garantizar el acceso a la electricidad y a la creciente proporción de energías renovables en el suministro total de energía, que alcanza un 24,3 por ciento.

No obstante, los recursos fósiles siguen concentrando gran parte de la matriz energética primaria en Chile, por lo tanto queda mucho camino por recorrer. Esto es planteado por Alejandro Doberti, ingeniero civil mecánico, European Energy Manager especializado en Energías Renovables No Convencionales y combustibles, para quien nuestro país tiene distintos desafíos.

Uno de estos desafíos es el fiscal. “Vamos a tener que tenerlo muy en cuenta en el futuro próximo, porque en términos de combustibles fósiles el fisco tiene una recaudación importante en cuanto al impuesto específico de combustibles y en la medida que eso se vaya retirando, o reemplazando, va a tener que ser reconsiderado dentro del presupuesto fiscal y eso es una materia delicada. Es también una herramienta poderosa que tiene el Estado para impulsar nuevas tecnologías”, comentó.

Asimismo, planteó que otro de los desafíos es reemplazar los combustibles fósiles en aplicaciones de alta intensidad. “Por ejemplo en la producción de acero, el transporte pesado minero, en aeronaves, en buques, que son difíciles por su potencia energética. Aquí tenemos como posibilidad el hidrógeno, pero es una tecnología que está naciendo y aún no es económicamente viable. Para todo esto se requieren subsidios y desarrollos tecnológicos, pero también de la cooperación entre actores públicos, universidades y privados”, agregó.

Por último, se refirió a la idea de acelerar la transición a energías limpias. “Hay varias razones, una de ellas es que descarbonizar significa sacar a los combustibles fósiles de circulación lo más posible. Cerca del 70 por ciento de la energía consumida en Chile viene de combustibles fósiles. Tengamos en mente que salvo Magallanes todo ese combustible es importado, en Quintero, en Mejillones, como gas natural, licuado o petróleo, como crudo o bien como combustible listo. Entonces como país estamos a merced de los caprichos del mercado internacional y eso genera inseguridad e inestabilidad del mercado nacional”, sentenció.

 

Por equipo Asia Pacífico: asiapacifico@bcn.cl


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