Autor del libro el Moderno Samurai, negociador nato, políglota y ex Embajador de Chile en Japón, Gustavo Ponce Lerou abre el baúl de sus recuerdos y nos cuenta como vive un chileno la experiencia del Sol Naciente.
CULTURA JAPONESA, NEGOCIOS CHILE JAPON, GUSTAVO PONCE LEROU EX EMBAJADOR DE CHILE EN JAPON, NEGOCIOS CON JAPONAutor del libro el Moderno Samurai, negociador nato, políglota y ex Embajador de Chile en Japón, Gustavo Ponce Lerou abre el baúl de sus recuerdos y nos cuenta como vive un chileno la experiencia del Sol Naciente.Biblioteca del Congreso Nacional de Chile
Por David Azócar
Autor del libro el Moderno Samurai, negociador nato, políglota y ex Embajador de Chile en Japón, Gustavo Ponce Lerou abre el baúl de sus recuerdos y nos cuenta como vive un chileno la experiencia del Sol Naciente.
Pocos podrían imaginar que un hombre de sesenta años, con apariencia de cuarenta, dedicado íntegramente a la enseñanza del Yoga, haya sido uno de los principales responsables de abrir las puertas de uno de los mercados más exigentes del mundo a la fruta chilena.
Japón es un pueblo maravilloso que impacta al chileno que va de paso, afirma Ponce. Enormes construcciones, gente muy amable, tecnología hasta en los baños y un idioma que sólo dominan los habitantes de la isla parecen ser la tónica. Pero para desenvolverse en el día a día y los negocios necesitamos códigos difíciles de digerir sino se es tolerante.
Todos sabemos que cuando llegamos a un lugar lo ideal es adaptarse a las costumbres, pero cuando casi todo es diferente hay que estar atentos: Los japoneses conducen por lado izquierdo, visten de terno prácticamente todo el tiempo (de preferencia ropa oscura) y tienen muchos gestos cuando conversan, confiesa.
Al bajarnos del avión (sin problemas 30 horas desde Santiago a Tokio, con escalas) veremos que existe muy poco o nada de inglés en la señalética. Si quieren llegar a alguna parte, bajo ningún motivo hay que viajar en Taxi, lo mejor es irse directo al metro que lleva prácticamente a todos lados, indica el chileno que permaneció 20 años en Japón.
Dependiendo de los motivos de nuestro viaje el ex diplomático, que llegó al archipiélago asiático a los 21 años atraído por su gusto por el judo y cuyo primer trabajo fue el de bombero de una gasolinera, nos da algunas pistas.
El que vaya de paseo debe desprejucirase mucho acerca de las comidas. No sólo se debe lidiar con los hassi, mejor conocidos como palitos japoneses. Sino también con los menús, que tienen una importante cantidad de platos exóticos provenientes del mar. Sin problemas se puede estar comiendo anguila o tiburón. Como remache no hay que extrañarse si los compañeros de mesa eructan, ya que es un conducta aceptada y hasta comprensible.
Si las motivaciones son los negocios, los códigos aumentan geométricamente. Hay que llevar muchas tarjetas de presentación, entender que la etiqueta es fundamental, y que las negociaciones son usualmente lentas, provocando la ira de muchos occidentales que quieren llegar a acuerdos rápidos.
Por si fuera poco, quien busque afianzar los lazos comerciales a largo plazo debe saber que luego de las reuniones la empresa anfitriona lleva a sus huéspedes a lugares de esparcimiento que muchas veces escapan a lo ortodoxo y que pondría los pelos de punta a más de una mujer occidental. Quienes quieran saber más del tema definitivamente deben leer el libro de Lerou donde se dedican un par de capítulos al tema.
Por otro lado, los nipones son un pueblo muy ameno hacia el occidental. Si la gente no puede encontrar una dirección, sus interlocutores que normalmente no hablarán una palabra del idioma del Gaiyin (extranjero) tratarán de ayudarlo hasta dejarlo donde quería.
Otro punto que destaca el ex alumno del Internado Barros Arana es que los habitantes de la isla, son extremadamente pacíficos, respetuosos de las costumbres foráneas y muy puntuales. Los chilenos fácilmente toparán en el último punto por lo que negociadores, cuidado, hay plata de por medio.
Pero no todo es miel sobre hojuelas. La sociedad nipona tiene problemas graves como el exceso de horas trabajadas, el alto número de suicidios y el aumento de población extranjera ilegal que desarrolla los trabajos despreciados por los nativos, situaciones que lentamente han traspasado a nuestra propia realidad, advierte el actual yogui.
El resto del mundo mira con admiración y respeto a esta nación dónde estudian anualmente más de 120 mil extranjeros, de los que menos de una decena son compatriotas nuestros.
Quien quiera ir a Japón deberá revisar más de una página de Internet y leer a lo menos un par de veces“El Moderno Samurai” redactado por el hombre que primero fue bombero de gasolinas en Kobe y luego sería el encargado de los intereses de nuestro país en la nación más cercana al sol.
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