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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

“Kokoronokea” el modelo japonés que mitiga las crisis post emergencias

13 julio 2016

En lengua nipona significa “cuidado del corazón” y se sustenta en la recomposición de la salud mental de las personas, no solo a través del tratamiento del estrés postraumático, sino mediante la creación de una conciencia de prevención antes de que sucedan los hechos de emergencia o desastres naturales.

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El Kokoronokea es un modelo de gestión psicológica de las crisis, provocadas por emergencias como terremotos, tsunamis o cualquier otro fenómeno de impacto social. Creado y desarrollado desde el terremoto en Kobe, Japón en 1995, ha despertado el interés del Ministerio de Salud (Minsal), la Oficina Nacional de Emergencias (Onemi) y el Centro Nacional de Investigación para la Gestión Integrada de Desastres Naturales (Cigiden), quienes a través de la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (Jica) comenzaron a realizar las primeras gestiones para replicarlo en nuestro país. Más detalles de esta política nipona, en la siguiente nota.

Más que un modelo una cultura centrada en la prevención

Los efectos psicológicos de las personas que han vivido emergencias importantes, o desastres naturales, pueden ser un problema de consideración a la hora de querer levantar a una comunidad. De igual forma, el proceso de reconstrucción impulsado después de fenómenos como los terremotos, muchas veces no toma en cuenta la salud mental de la población como uno de sus objetivos principales, situación que no solo afecta la capacidad de resilencia, sino también disminuye la cantidad de agentes activos en el proceso de reconstrucción, pues la recuperación puede ser lenta.

Esta situación ha sido advertida en Japón, específicamente durante el terremoto de Hanshin-Awaji que afectó entre otras localidades a la ciudad de Kobe. Con 7,3 grados Richter impactó a más de un millón y medio de personas. Según cifras del Centro de Información Sísimica de Hanshin, dejó un saldo de 6.434 personas fallecidas. A esto se suma que las pérdidas económicas significaron cerca de un 2,5 por ciento del PIB, razón por la cual es uno de los desastres naturales más costosos en la historia del país nipón.

En consecuencia, el Kokoronokea surgió como un modelo de asistencia a todas las personas afectadas por el terremoto, principalmente a quienes necesitaron apoyo durante las primeras etapas después de la crisis. Basado en una metodología de contención que busca la integridad de las personas a través de su salud mental y habilidades psicosociales, este modelo es considerado como un sistema cultural de trabajo más que una guía o procedimiento terapéutico. Según Paz Anguita, profesional del Departamento de Gestión de Riesgo de Emergencias y Desastres del Minsal, el Kokoronokea es una expresión de mayor conciencia sobre la recuperación a través de un programa institucional y social.

”Ocurre que en Japón, una de las cosas más admirables que tienen es su cultura de la prevención. Se trabaja mucho para estar bien preparado ante los desastres, tanto en el ámbito familiar como en el comunitario. Así se encuentran en mejor pie para mitigarlos desde la salud mental de la población. Su filosofía se centra en que en la medida que estamos preparados y reconocemos nuestra exposición permanente a este tipo de eventos, también eso ayuda a disminuir la ansiedad e incertidumbre. Como comunidad saben cómo van a reaccionar, por lo tanto en los barrios se conoce la forma cómo evacuar, eso también protege frente a situaciones de desastres”, señaló.

Esta característica de ser un modelo cultural permanente más que una terapia en sí es compartida por Gabriel Lagos, psicólogo del Centro Comunitario Salud Mental (Cosam) de San Pedro de la Paz, quien fue en una pasantía a Kobe, Japón a comienzos de 2016 con el fin de conocer in situ la experiencia del Kokoronokea. “Efectivamente es un modelo que nace del patrón de funcionamiento y de la cultura como ellos enfrentan las situaciones de catástrofe, porque habla de la gestión del riesgo y no de enfrentamiento de eventos catastróficos. Ellos trabajan en un continuo en el que la etapa de preparación es vital, es decir, tienen un sistema mediante el cual se trabaja de forma permanente, a través de la educación a nivel escolar, incluso a nivel comunal, para que estén siempre alertas y poder responder cuando algún evento catastrófico ocurra, sobre el entendido que sí va a pasar en algún momento, por lo tanto, la comunidad debe estar preparada para ello”, sostuvo.

Dinámicas de trabajo para involucrar a las instituciones de gobierno con las comunidades

Parte importante de este trabajo permanente no solo requiere de equipos profesionales capacitados para enfrentar los desastres, sino también que tengan la capacidad de interactuar con las comunidades, pues son el principal agente de prevención ante las crisis. Esto es detallado por Gabriel Lagos, quien comenta que cuando ocurren los eventos, hay todo un sistema protolocolizado de respuesta, a través de equipos definidos. ““Son médicos que están dedicados a esta gestión de respuesta a las emergencias, profesionales de salud mental que desarrollan un trabajo en el momento y posterior a la emergencia. Ellos trabajan con asociaciones de voluntarios organizados previamente para generar un proceso de respuesta”, comentó.

En la misma línea, Paz Anguita destacó la característica del trabajo comunitario y lo definió como una tarea intersectorial. “Uno de los elementos importantes sobre los que hay que trabajar son las conductas de cuidado en la gestión de riesgo. Por eso el trabajo comunitario es muy importante, en todas las fases del ciclo del riesgo, la preparación, prevención, mitigación de las respuestas, recuperación y la reconsutrucción, toda la fase del ciclo del riesgo es importante, por eso es que el autocuidado es esencial”, agregó.

En relación al trabajo comunitario post emergencia, el modelo se preocupa por atender el estrés bajo tres etapas. Gabriel Lagos las identifica como el manejo del trauma, la pérdida y la reconstrucción de la vida cotidiana. “Una vez apenas ocurrido el desastre la primera reacción es de miedo, que es lo normal que experimenta la población. Posterior a eso viene la etapa en la cual las personas se hacen conscientes de las pérdidas, de aquellas cosas que no están ahí, esto puede ser desde la pérdida de un familiar o algo material, esto lo conocen como la pérdida, donde aplican ciertos ritos de cierre mediante ceremonias u otra acción que permita cerrar el duelo. Ellos hablan poéticamente de cubrir el vacío del corazón a través de estos ritos. Por último viene el estrés de la vida cotidiana, en ese momento se alude al cambio de estilo de vida, porque hay un cambio en la forma cómo nosotros nos relacionamos con el otro y vivimos nuestra vida. Los japoneses plantean que en esta etapa sean las propias personas quienes participen en su reconstrucción. De esa forma uno está en condiciones de poder hacerse cargo del sistema. Por eso, tiene que ver más con una forma de funcionar que tienen ellos en su cultura, porque el término Kokoronokea alude a un proceso permanente”, explicó.

Lo que se está replicando en Chile y desafíos a futuro

La posibilidad de aplicar en nuestro país este modelo japonés de gestión psicológica de la crisis post emergencia es un hecho, pues ya se han producido instancias de intercambio entre funcionarios de Minsal y Onemi con expertos del gobierno local de Kobe, institución donde se desarrolló el modelo. Paz Anguita es una de las coordinadoras técnicas que lidera este proceso de adaptación a la realidad chilena.

“Estamos en un proyecto de construcción de un modelo de salud mental en emergencias que se adapte a las realidades del país. Para ello contamos con el apoyo de Jica, y los organismos estatales que participamos de esto son Onemi en calidad de coordinación, Minsal en su calidad de referente técnico en temas de la salud y Cigidem como representante del mundo de la academia. En el Minsal somos ocho personas a nivel central, más los seis pasantes –Gabriel Lagos uno de ellos- que viajaron a Japón desde la región del Bío Bío. En esta región tenemos la Seremía de Salud bien representada porque esperamos que sea un polo de desarrollo para las acciones de gestión de riesgos y protección de la salud mental de la población”, comentó.

Sobre las características que podrían imitarse de este modelo aplicado en Japón, Lagos fue enfático en señalar que debe prevalecer su carácter permanente. “Lo más elemental es la visualización del proceso como un continuo, principalmente en la gestión del riesgo, que es visualizar que el abordaje de la emergencia no ocurre solamente durante el evento, o durante la reconstrucción, sino también como preparación. Este es un trabajo importante que sí se puede ir desarrollando. Se están impulsando acciones concretas como por ejemplo la Onemi, que tiene en los colegios el Programa Familia Preparada, es decir que se están desarrollando programas pero hay que profundizarlos más”, recalcó.

Sobre este punto agregó que es central la recuperación de la memoria histórica para mantener viva la conciencia de prevención. “El trabajo que se pueda realizar desde los rituales y ceremonias es fundamental, no que celebren la catástrofe, sino que la recuerden con miras de proteger a la población. Esto es central. Cuando fuimos a Japón pudimos ver que a nivel de sistema tenemos ciertos puntos de vista que son similares, desde ese escenario se pueden incorporar elementos para optimizar las respuestas, pero tenemos que protocolizar más la intervención en las etapas de prevención”, señaló.

Para finalizar, el coordinador de Cosam en San Pedro de la Paz se refirió a la forma cómo el Congreso podría contribuir a la consolidación de este programa en todo el territorio. “A nosotros nos llamó la atención en Japón que todo el proceso de coordinación y articulación está legislado, es decir que efectivamente existe toda una regulación sobre la activación y funcionamiento de todas estas acciones. Nos llamó la atención porque en el fondo ellos hablan de las activaciones que están respaldadas legalmente. Efectivamente muchas de las acciones que aquí se realizan cuentan con protocolos internos de las organizaciones, pero no existe una coordinación u organización tan normada legalmente, con todo el respaldo del Estado”.


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