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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

Migraciones transpacíficas y redes globales que articulan el Sudeste de Asia y Chile

05 septiembre 2021

(Por Carol Chan y Natalie Gómez)* Estas poblaciones contribuyen y participan activamente en la vida comunal donde habitan y trabajan, incluyendo el ámbito religioso, las dinámicas socio culturales y de crianza de hogares chilenos y contribuyen su conocimiento especializado en industrias como telecomunicaciones y tecnología.

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Este año la escritora chilena Paulina Flores publicó su libro, “Isla Decepción'', que narra los abusos que transcurren en la flota pesquera internacional en el sur de Chile. En una entrevista, Flores explicó sobre su fuente de inspiración: “Todo comenzó con un reportaje que leí por el 2013-2014 de Rodrigo Fluxá. Ahí hablaba sobre estos casos de tripulantes asiáticos, en su mayoría del Sudeste Asiático, que trabajaban en barcos-factoría. Eso quiere decir que están dos años en alta mar y no sólo pescan los productos, en estos casos calamares, sino que también los faenan. Allí tenían unas condiciones esclavistas de trabajo y muchas veces arrancaban. Ahí hay abusos psicológicos, físicos, sexuales, a parte de recibir pésimas pagas” (Becerra, 2021). Dijo que le impactó mucho el hecho de que “nadie se entere” de este fenómeno, especialmente cuando consideramos la presencia importante de buques factorías que navegan las costas del país y recalan en los puertos.

En esta columna, queremos visibilizar e insertar la migración del Sudeste Asiático hacia nuestro país dentro de las redes transpacíficas que vinculan a Asia con Chile. Aunque son poblaciones relativamente pequeñas en comparación con migrantes de otras nacionalidades, forman parte de una red global importante y masiva de casi 9 millones de migrantes de Indonesia (World Bank 2017) y 10 millones de migrantes de las Filipinas (ILO).

La migración de Indonesia y Filipinas a Chile sigue parcialmente patrones globales, según estadísticas del Departamento de Migración y Extranjería de Chile (DEM). Entre 2005 y 2018, se otorgaron visas de residencia temporaria a 786 filipinos y 443 indonesios, de éstas la mayoría son “sujetas a contrato”, una categoría precaria en la que los migrantes pueden perder su visa si pierden sus trabajos. Muchas mujeres se dedican al trabajo doméstico, mientras que los hombres son cocineros, conductores, ingenieros, jardineros y trabajadores de la construcción. Se otorgaron 538 residencias permanentes a filipinos y 101 a indonesios en el mismo período. Si bien muchos residen en Santiago, también hay varios indonesios en Iquique y Punta Arenas, mientras que los filipinos se concentran en Valparaíso y Antofagasta.

Según información entregada por representantes de la Embajada de Indonesia, también hay una cantidad pequeña pero importante de sacerdotes y monjas de origen indonesio trabajando en varias regiones de Chile. Es decir, estas poblaciones contribuyen y participan activamente en la vida comunal donde habitan y trabajan, incluyendo el ámbito religioso, las dinámicas socio culturales y de crianza de hogares chilenos y contribuyen su conocimiento especializado en industrias como telecomunicaciones y tecnología.

Desde hace un tiempo los tripulantes masculinos de nacionalidad indonesia y filipina han interactuado con las comunidades y participado en el comercio local de varias ciudades portuarias en Chile. Por la naturaleza de su trabajo en alta mar y debido a que son personas en tránsito, no se registran sus residencias en el país, y por eso no son visibles en los censos nacionales. Pero sí aparecen con frecuencia en los diarios regionales e industriales de las ciudades costeras del sur de Chile. Por ejemplo, en 2017, se reportó la desaparición de dos tripulantes de barcos calamareros que llevaban bandera china. Finalmente, el cuerpo de uno de ellos -de nacionalidad indonesia- fue hallado en el borde costero de Punta Arenas. El capitán de puerto de Punta Arenas dijo que “se continuaba trabajando para saber si este segundo tripulante desaparecido cayó en aguas internacionales, o si llegó a costa. Porque lamentablemente estos tripulantes y la historia indica que quieren llegar a tierra, lo que al parecer ocurrió con el fallecido, quien tendría la intención de escapar del buque” (El Pingüino 2017).

Si bien no existe mucha información sobre este caso u otros en Chile, las precarias condiciones laborales de pesqueros y tripulantes de la industria pesquera son conocidas, donde Indonesia suministra la tercera mano de obra marítima más grande del mundo, después de China y Filipinas. Esta es una industria muy difícil de regular y fiscalizar, pues se mueven principalmente en aguas internacionales, lo que facilita las condiciones de trabajo forzado, tal como denuncia un informe reciente de Greenpeace Southeast Asia (2021). Aspectos comunes de trabajo forzado incluyen: trabajo sin remuneración, condiciones abusivas de trabajo y alojamiento, y engaño. Considerando que existe un memorando de entendimiento entre las autoridades pesqueras de Filipinas y Chile (Sernapesca 2021), así como compromisos entre las autoridades de Indonesia y Chile (La Voz de Chile 2019), éstas deberían incluir acuerdos para mejorar las condiciones laborales de los tripulantes a bordo de estas embarcaciones.

En comparación con la invisibilidad de los tripulantes sudeste asiáticos en el sur de Chile, las mujeres filipinas como empleadas domésticas experimentaron más visibilidad y atención cuando llegaron a Chile de manera más masiva alrededor del 2012. Las agencias Proyecto Nanas y Nanas Filipinas ofrecen sus servicios a familias chilenas para traer y contratar “nanas filipinas” desde Asia. Estas agencias promueven a las mujeres filipinas como obedientes, cariñosas y sumisas, lo que combinado con su educación y fluidez en el idioma inglés, las convierte en trabajadoras domésticas que son presentadas como ideales para la élite chilena o familias acomodadas. Las “nanas filipinas” incluso han sido objetificadas como una “tendencia” de consumo en Chile (Reutter 2015), y formaron la base de una película de terror chilena, “Madre” (2017, Aaron Burns).

Dentro del marco de nuestro proyecto de investigación sobre la migración laboral desde el sudeste de Asia a Chile (Fondecyt 11200270), el equipo de investigación hizo entrevistas tanto a empleadoras chilenas como empleadas domésticas filipinas sobre su proceso de contratación y sus relaciones laborales. La investigación (hasta ahora) afirma que la campaña de las agencias mencionadas han sido exitosas en la medida que las empleadoras chilenas declararon que querían contratar a las mujeres filipinas sobre todo por su manejo de inglés, y esperaban que ellas pudieran hablar y enseñar inglés a sus hijos e hijas. Es más, algunas mencionaron que las mujeres filipinas pueden contribuir a la “diversidad cultural” en sus hogares, por ejemplo con el tema de comida y “diferencia fenotípica”. Si bien en general se puede observar una cosificación de la figura de “nana filipina” de parte de las agencias y algunas empleadoras, las experiencias de las trabajadoras domésticas de nacionalidad filipina y sus empleadoras han sido muy diversas y cada una de ellas tienen dinámicas muy particulares, desde casos de mucha amistad e incluso familiaridad, y también otros en los que abunda la desconfianza y el disgusto, esto luego se convierte en disputas por supuestas diferencias culturales. Son relaciones complejas de interdependencia y desigualdad socioeconómica.

Por diferencia de idioma entre los países mencionados y el desconocimiento de las leyes laborales a su llegada, ellas también se pueden encontrar con situaciones de alta vulnerabilidad, como ocurrió con el caso de tres mujeres indonesias que fueron llevadas a trabajar a Punta Arenas y denunciaron a sus empleadores por el delito de trata de personas (Sanchez 2018). Por otro lado, para muchas mujeres filipinas e indonesias, en comparación con otros contextos donde han tenido que vivir y trabajar, se aprecia que Chile es un país donde es posible obtener residencia definitiva, donde pueden hacer valer sus derechos laborales y hacer denuncias en caso de abuso o conflictos.

Hoy, muchos filipinos e indonesios que viven y trabajan en el país son parte de comunidades vibrantes y diversas. Antes de la pandemia global, la comunidad filipina solía organizar encuentros de estilo “picnic” en los parques públicos de Santiago con comida y bailes típicos. También celebran la navidad en la Parroquia Latinoamericana de acuerdo a sus tradiciones nacionales: con bailes y faroles grandes hechos a mano en la forma de estrella de Navidad (parol). Las embajadas de Indonesia y Filipinas juegan un rol importante en dichas comunidades, donde ambas han donado materiales esenciales a sus ciudadanos durante la pandemia, además de mediar en situaciones de conflictos laborales. Ambas embajadas organizan encuentros para celebrar las festividades religiosas importantes de sus países, como Idul Fitri y Navidad, además de otras actividades de esparcimiento para mantener y fortalecer los lazos entre sus miembros.

Visibilizar su presencia en este país es un primer paso para reconocer la alta diversidad de la comunidad asiática en un Chile que es cada vez más multicultural. Se debe discutir cómo sortear el problema de que estas personas -junto con otras poblaciones de super minoría- no queden desamparadas en este país cuando enfrenten situaciones complicadas, ya sean de índole laboral o intrafamiliar. Por otro lado, se deben reconocer sus contribuciones sociales, culturales y económicas en un país que queda tan lejos de sus países de origen.

*Carol Chan es académica de la Escuela de Sociología y Trabajo Social de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y doctorada en Antropología Cultural de la University of Pittsburgh. Es investigadora responsable del proyecto Fondecyt 11200270 sobre migraciones entre el sudeste de Asia y Chile.

*Natalie Gómez es miembro de la Asociación Latinoamericana de Estudios de Asia y África y es magíster en Estudios del Sudeste asiático de la National University of Singapore.

“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, el pensamiento del Observatorio Asia Pacífico BCN”.


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