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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

El nuevo emperador que podría influir en la mirada internacional de Japón

09 mayo 2019

El 2012 tuvo una reunión bilateral con el Presidente Piñera con quien conversó la necesidad de ampliar el TLC. Aunque la Constitución nipona establece que Naruhito no puede intervenir ni dar opiniones sobre política japonesa, sí tiene un marco de acción mayor en política exterior, donde se llevan a cabo gran parte de sus actividades, pues su figura es representativa del Estado japonés.

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Japón es un socio importante para Chile, no solo desde el punto de vista comercial con un intercambio que supera los ocho mil millones de dólares, sino desde una perspectiva diplomática, con quien se comparten 122 años de amistad y profunda relación entre los pueblos. Es por ello que la figura del emperador Naruhito cobra relevancia para nuestro país, ya que según la Constitución nipona, su influencia se puede ejercer en el ámbito de la Política Exterior. Más de la nueva era imperial japonesa, en la siguiente nota.

Liderazgo de equilibrio y continuidad

Es el comienzo de la llamada era Reiwa, que en nipón quiere decir bella armonía y será encabezada por un historiador altamente comprometido con el bienestar de su familia y con el cuidado del agua como recurso. El nombre escogido, más que su significado tomado de la obra poética Amyoshu, lleva una impronta simbólica que pone fin a una nominación basada en palabras chinas, heredadas de las eras anteriores, para inaugurar un tiempo de equilibrio y alusión a las tradiciones más históricas de Japón.

El perfil del nuevo emperador ha sido ampliamente aprobado por la ciudadanía, más aún, más del 70 por ciento está de acuerdo con el cambio de nombre. A pesar de este piso de apoyo político, aún existen dudas entre la población sobre el tipo de liderazgo y grado de influencia que quiere ejercer el emperador Naruhito en un contexto de diversos cambios sociales, transformaciones culturales y sobre todo de replanteamientos constantes al equilibrio del poder.

Aunque solamente el emperador cumple con una misión formal que se traduce en una participación en instancias ceremoniales, principalmente con diplomáticos y autoridades extranjeras. Y si bien existen expectativas en relación a que dada su formación académica y condición de baby boom -nacido después de la segunda guerra mundial- quiera cambiar algunas reglas para tomar mayor protagonismo y, debido a las antiguas leyes niponas que impiden a su hija ser emperatriz, el propio Naruhito ha planteado que quiere aprender de sus predecesores y continuar con su trabajo.

Esto es ratificado por Isabel Cabaña, historiadora y doctoranda en Relaciones Internacionales de la Universidad Ritsumeikan, para quien la línea política a seguir por parte del nuevo emperador es clara. Akihito fue el primer emperador que podríamos llamar “humano”, por así decirlo, y debió reinventar su rol desde el comienzo en 1989 en un Japón nuevo, muy distinto al que enfrentó su padre Hirohito, quien debió renunciar a su divinidad en 1945. Por eso hoy, este nuevo emperador asume su cargo con un modelo a seguir, y quizá por eso es más fácil para el pueblo japonés saber qué esperar y cómo reaccionar a este proceso”, señaló.

Perfil del nuevo emperador japonés

Aunque muchos lo definen como un padre preocupado por el bienestar y seguridad de su familia, la característica que lo define con mayor precisión es su perfil académico. Su formación escolar fue exigente exigente y según un artículo del Nikkei Asian Review, su especialización en historia lo llevó a estudiar en la Merton College de Oxford, entre los 23 y 25 años, donde desarrolló una exhaustiva investigación sobre historia de la navegación en el Tamesis.

Para Isabel Cabaña, la formación occidental de Naruhito le daría una visión internacional más amplia. “Es historiador con una interpretación muy clara y crítica de la historia imperialista de Japón en el siglo XX. Estudió en Oxford, y en sus tres años ahí conoció Europa. Me parece que eso puede ser un rasgo distintivo, pues se ve en él una conciencia de la realidad internacional mayor, y de las necesidades que otras regiones tienen. Por ejemplo, ha investigado y trabajado los últimos años en torno al manejo y conservación del agua”, agregó.

Tal visión internacional podría ser de ayuda en consideración del aporte que realiza el emperador a quienes conducen la diplomacia nipona, sobre todo en relación con China y la disputa por el liderazgo en la región Asia Pacífico. “Según lo que ha planteado el mismo, esta nueva era debería robustecer lo concretado durante la era Heisei de su padre. En su discurso, enfatizó el papel que cumplieron sus antepasados, y establece esa labor como plataforma para continuar con su trabajo de aporte a la Política Exterior, esto es, seguir poniendo el acento en la paz, la memoria y la reconstrucción. ”, sostuvo la historiadora.

Las atribuciones de Naruhito como emperador

La abdicación de su padre Akihito, luego de 30 años, deja una era de transiciones y una relación de afecto con el pueblo japonés. Precisamente, el vínculo entre la ciudadanía y el emperador se construye desde una perspectiva afectiva y emocional, aunque las atribuciones se establecen en la Constitución nipona. Es precisamente esta realidad la que Naruhito evidenció en su discurso apenas recibió el puesto. “Desde que llegó al trono -Akihito- se entregó y cumplió cada uno de sus deberes durante 30 años, al tiempo que rezaba por la paz mundial y la felicidad del pueblo. En todo momento compartió las alegrías, pero también las penas de la gente, a quienes mostró una profunda compasión”, dijo en la ocasión.

Para Isabel Cabaña, las restricciones se concentran en la participación del emperador en asuntos internos. “Sus atribuciones son ciertamente limitadas. El emperador, por Constitución, no puede intervenir ni dar opiniones sobre política japonesa. Pero sí tiene un accionar mayor en la política exterior, que es donde se despliegan la mayoría de sus actividades, porque representa al Estado japonés. Es cosa de ver lo que hizo su padre. Akihito jugó un rol muy importante durante la década de 1990, tras la guerra fría, en la reconciliación de Japón con sus vecinos. Visitó China en 1992 y otros territorios que fueron parte de la guerra, incluso en el mismo territorio japonés, como Okinawa. Tendiendo como foco la paz. Akihito intentó hacer uso de todas las facultades que le permitía la constitución para fortalecer la identidad pacífica de Japón”, añadió.

De esta manera y en consideración de las posibilidades reales de generar cambios en el país nipón, la experta en relaciones internacionales es optimista del alcance que tendría el nuevo emperador. “En términos de influencias, muy indirectamente, el nuevo emperador sí podría generar cambios en el pueblo japonés, al menos en la percepción que se tiene del rol. Al final esa es la naturaleza del cargo de emperador, como lo entienden los japoneses. Él es el símbolo del Estado y de unión del pueblo japonés -tal como señala el artículo 1 de la Constitución japonesa- y para muchos encarna la unión y trabaja por ella. El mejor ejemplo es cómo se recibió la inmediata reacción de la pareja imperial tras el desastre de marzo del 2011, cuando viajaron a la zona del terremoto y tsunami”, expresó.

Su valoración de la relación con Chile

Aunque nuestro país no está dentro de los actores que, en su mirada internacional, prioriza Japón, existe una relación profunda y duradera de 122 años de historia. Esta cercanía llevó a que el propio Naruhito cuando era príncipe heredero, recibiera en marzo de 2012 a una delegación chilena encabezada por el presidente Sebastián Piñera, en su primer mandato e integrada por el senador José García Ruminot y el diputado Tucapel Jimenez, además de los entonces senadores Eduardo Frei y Carlos Larraín, además de la entonces diputada María Angélica Cristi. En aquella ocasión, el hoy emperador agradeció la ayuda que Chile envió a Japón luego del terremoto en marzo de 2011, además de aludir a la condición sísimica y de tsunamis que afecta a ambas naciones.

La relación con nuestro país, fundamentada sobre la cooperación y la complementariedad económica, tenderá a fortalecerse en el tiempo, sin embargo para Isabel Cabaña la mirada del nuevo emperador está puesta en los desafíos globales y fundamentalmente regionales. “Hay una redefinición. El ascenso chino, la seguridad de la Península coreana, la relación con Estados Unidos y Rusia, son algunas de las caras que le están brindando a Japón la oportunidad de reflexionar acerca de su lugar en el sistema internacional. Será muy interesante ver cómo Naruhito responde a este nuevo contexto”, sentenció.


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