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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

Obama y Corea: ¿Cambios de estilo pueden ser cambios de fondo?

03 diciembre 2008

El presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, ha generado una enorme expectativa no sólo al interior de su país, sino en el mundo. El ambiente de euforia posterior a la jornada electoral y el triunfo convincente del candidato del Partido Demócrata pudo haberse producido, en buena parte, por el deterioro de la imagen del gobierno de George W. Bush que en menos de dos meses dejará el cargo. Sin duda el resultado de las elecciones es, para muchos, un alivio reprimido desde las elecciones de 2004.

El presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, ha generado una enorme expectativa no sólo al interior de su país, sino en el mundo. El ambiente de euforia posterior a la jornada electoral y el triunfo convincente del candidato del Partido Demócrata pudo haberse producido, en buena parte, por el deterioro de la imagen del gobierno de George W. Bush que en menos de dos meses dejará el cargo. Sin duda el resultado de las elecciones es, para muchos, un alivio reprimido desde las elecciones de 2004. Independientemente del peligro de tener grandes esperanzas, soslayando las difíciles circunstancias actuales para concretar dichas expectativas, me parece que Obama sí puede marcar la diferencia en temas importantes para la región del noreste de Asia. Esta colaboración se centrará en la península de Corea, particularmente el tema de la situación nuclear en Corea del Norte.
 
Aunque Obama y lo que su triunfo pudieran significar respecto al cambio de paradigmas, es probable que, al menos en el caso de la península coreana, los cambios sean más bien de estilo y de forma. Esto quiere decir que el status quo no sería modificado drásticamente. Lo que podríamos ver es la continuación del mecanismo de negociación multilateral bajo el marco de las seis partes (EU, Japón, China, Rusia y las dos coreas), pero también la opción de encuentros de mayor nivel entre funcionarios de EU y Corea del Norte. Durante la campaña electoral, Obama declaró que la solución del tema nuclear en Corea del Norte era un prerrequisito para normalizar las relaciones entre Washington y Pyongyang, aunque enfatizó que era necesaria una postura más flexible.
 
El gobierno de Lee Myung-bak es más afín a la línea dura de Bush centrada en la reciprocidad como el único medio de relacionarse. La discordancia entre los enfoques de Washington y Seúl podrían afectar significativamente las opciones de Lee y harían aun menos efectiva su estrategia de extraer compromisos de Kim Jong-il. En referencia a la relación de EU con Corea del Norte, Obama declaró que las sanciones contra Pyongyang deben mantenerse hasta que los compromisos respecto al desmantelamiento de instalaciones que posibiliten la elaboración de armas nucleares se hayan cumplido. Pero también reconoció que los programas de armas nucleares se expandieron en tanto hubo rechazo al diálogo (por parte de Washington). De esta forma, Obama deja entrever la posibilidad de flexibilizar su postura hacia Corea del Norte reconociendo la falla en la estrategia de combinar sanciones y diálogo. Es decir, hay una diferencia importante en la secuencia del proceso y en la amplitud de criterio de quid-pro-quo. Obama tiene la ventaja de que el punto de partida es la deteriorada imagen legada por Bush y su diplomacia de militares.
 
Durante la campaña, uno de los temas más recurrentes en los ataques hacia Obama era su falta de experiencia en política exterior (y de cualquier otra experiencia en administración pública). Esto es un arma de doble filo, ya que no se cuenta con un precedente negativo (ni positivo, para el caso), lo cual deja margen al beneficio de la duda. De cualquier forma, el nuevo presidente electo tiene el potencial para cambiar la forma en que el mundo ve a Estados Unidos y viceversa. Los pasos que se den en el caso de la península coreana pueden ayudar a descubrir las novedades y los alcances del nuevo gobierno.

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