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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

Olimpiadas de Beijing: La espada china de doble filo

14 julio 2008

Falta menos de un mes para el comienzo de los Juegos Olímpicos, evento que trae consigo el escenario buscado por el gobierno chino para presentar a la opinión pública mundial la magnificencia de su nación. Sin embargo, la cita se realizará en un contexto de gobernabilidad muy distinto al aceptado por Occidente, lo que sumado a la presencia de diversos grupos de detractores, siembran una gran interrogante. ¿Podrá China salir airosa de este monumental desafío?

Falta menos de un mes para el comienzo de los Juegos Olímpicos, evento que trae consigo el escenario buscado por el gobierno chino para presentar a la opinión pública mundial la magnificencia de su nación. Sin embargo, la cita se realizará en un contexto de gobernabilidad muy distinto al aceptado por Occidente, lo que sumado a la presencia de diversos grupos de detractores, siembran una gran interrogante. ¿Podrá China salir airosa de este monumental desafío?

"Se ha convertido en un aprieto para las relaciones públicas y China está luchando por escapar. Altos diplomáticos occidentales han sido convocados por el Ministerio de Relaciones Exteriores de China para ver sangrientos videos de atrocidades supuestamente cometidas por alborotadores tibetanos. Periodistas extranjeros seleccionados han sido invitados al Tíbet para ver los daños. Las autoridades repentinamente están menos seguros de que los Juegos Olímpicos de Beijing de este verano sean el triunfo diplomático que han estado ansiando." Así comenzaba uno de los reportajes de la revista The Economist, publicado hace unos meses atrás, sobre la situación vivida en el Tíbet, sintetizando de paso la problemática que significa esta “puesta en escena” para las autoridades chinas.

El problema de los chinos tiene dos aristas. La primera de ellas está relacionada directamente con su política interna, de tradición milenaria, que jamás ha permitido la incumbencia externa en sus asuntos. Esta cultura política comenzó a ser tensionada desde hace poco más de una década, cuando China decidió integrarse a la dinámica del mundo global. Buscaba participar de los beneficios de ella, pero al hacerlo probablemente no estaba muy consciente de algunos efectos asociados como el constante escrutinio por parte de la prensa internacional.

Ello le ha significado el confrontarse de cuando en cuando con grupos activistas críticos de su estilo de gobierno autoritario, adoptado hace miles de años como la forma de mantener la unidad de tan vasto imperio. Sin embargo, el lidiar con reclamos específicos de pequeños grupos diseminados por el mundo es en extremo simple comparado con lo que la nación está empezando a vivir en la actualidad a raíz de los Juegos Olímpicos: un bombardeo de críticas oficiales proveniente de altas autoridades y de varios de los personajes más influyentes de la cultura popular global.

Tengamos presente las declaraciones sobre un posible boicot que en algún momento realizó el Presidente de la Unión Europea y el Presidente francés Nicolás Sarkozy. Recordemos el retiro de Steven Spielberg, una de los directores más respetados de Hollywood, de su rol como consejero artístico de la Olimpiadas. Rememoremos el impacto que produjo el periódico The Sunday Times, donde el columnista Michael Portillo comparó la situación de China actual, con la que vivió Berlín en su minuto: la alegría de Adolfo Hitler al explotar las Olimpiadas de Berlín de 1936 como una vitrina para el nazismo se convirtió en furia cuando el afro-americano Jesse Owens ganó cuatro medallas de oro.

Tenemos entonces a esta orgullosa nación, que nunca ha estado dispuesta a integrar parámetros de conducta impuestas por extranjeros, que busca por medio de las Olimpiadas dirigir las miradas del mundo a su país, ofreciendo un espectáculo que reivindique la imagen que el mundo tiene de ella. Miradas que sin embargo, también enfocan un panorama en el que existen valores contrapuestos a los comúnmente aceptados por la comunidad internacional.

La segunda arista se desprende de la primera. La Olimpiada ofreció la oportunidad para quienes, por diversas razones, morales, ideológicas o político-económicas, tienen algo que decir contra el gobierno chino. Con la misma tenacidad que las autoridades chinas están entrenadas para defender su estilo político administrativo, existen chinos, dispersos por el mundo y al interior del país, absolutamente comprometidos en dar a conocer sus problemáticas a todo el mundo.

Para todos ellos las Olimpiadas de Beijing 2008 son una oportunidad mediática sin precedente alguno. B. Raman, director del Institute For Topical Studies, Chennai, ha advertido en numerosas ocasiones que varios grupos activistas están preparando estrategias para hacer visibles sus demandas en el contexto olímpico: la juventud tibetana altamente inteligente y erudita en Internet, los Uigures admiradores de Bin Laden, el Falung Gong, grupos descontentos de la juventud china, los activistas prodemocracia de Hong Kong, y los muchos grupos anti China de Estados Unidos...todos ellos planearon su propio Año de la “Rata Troyana” (un virus computacional que se sospecha fue creado por chinos para boicotear las olimpiadas).

La movilización contra Beijing ha provenido esencialmente de grupos religiosos-políticos. La difusión de la causa del Dalai Lama es sólo el ejemplo más conocido, quizás el con mayor trayectoria. La trayectoria de la antorcha ofreció una oportunidad para dar visibilidad a esta causa, desde su comienzo hasta que ingresó a territorio chino.

En la misma veta religiosa-política, uno de los grupos del que más se temen actos de violencia es el de los Uigures. Se contabilizan como ocho millones de activistas pertenecientes al grupo étnico de musulmanes túrquicos, que viven en la provincia china de Xinjiang, al oeste del país. Las demandas de esta agrupación son separatistas, y denuncian represión religiosa que vivirían los musulmanes de aquella zona. Este último tema le ha significado al gobierno chino el enfrentar diversos ataques de grupos terroristas, que se identifican con la Jihad Islámica y que, según denuncias del gobierno chino, mantienen vínculos con Osama bin Laden.

Un número significativo de especialistas plantean que el Partido Comunista decidió convertir a China en el foco de la atención internacional demasiado pronto, y que el país aún no está preparado para hacerle frente a tanta crítica, con una prensa que además siente sus derechos pasados a llevar. “La garantía de mayor libertad de prensa, así como el mejoramiento de las condiciones de derechos humanos han sido promesas desde hace más de veinte años, por parte del gobierno de Beijing. Por lo tanto, la aplicación de estas condiciones de apertura durante las Olimpíadas, y su mantenimiento en el tiempo, están aún por verse”, sostiene al respecto el periodista y analista político Felipe Venegas.

Obviamente el liderazgo de Beijing no midió apropiadamente los costos comunicacionales que le ha traído el tiempo preparatorio de los Juegos Olímpicos. Sin embargo, este Portal considera que la oleada nacionalista surgida al interior de China y en la diáspora china, que reaccionó a estas críticas como ofensas al honor nacional, es un hecho que fortalece al actual liderazgo chino. Y ciertamente la legitimidad interna es más importante para Beijing que su imagen internacional.

A pesar de tantos inconvenientes, existen expertos que apuestan a que, finalizada la cita olímpica, China sacará cuenta alegres. “El saldo va a ser positivo porque, a pesar que recibirán críticas por la contaminación, van a dejar en lo general una buena imagen, ya que son preocupados por atender bien a quienes los visitan, actúan cohesionadamente y porque sorprenderán por el nivel organizativo de los Juegos y por su rendimiento deportivo”, afirma Verónica Barrios, magíster en Estudios Internacionales de la Universidad de Chile y coordinadora del área de Relaciones Exteriores de Asesoría Parlamentaria de la Biblioteca del Congreso. Sin embargo, también advirtió sobre los obstáculos que deberá sortear los chinos: ”Van a tener cierto grado de inconvenientes en el manejo de medios de comunicación, ya que si los periodistas preguntan sobre temas relacionados con derechos humanos, seguramente no sabrán manejarse. Además, van a tener que dar mayor libertad a las conexiones a Internet y a los satélites, y tendrán que buscar el equilibrio entre el disminuir las restricciones y que no se les desequilibre el orden interno”, explicó.

Los competidores están en sus marcas. Sólo resta conocer cómo los dirigentes chinos sortearán las pruebas antes expuestas. Un sinnúmero de vallas que saltar, con resultados aún por verse.

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