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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

Las Olimpiadas 2008: una intensa lucha comunicacional

08 abril 2008

A medida de que avanza el reloj próximo a la Plaza Tiananmen, que muestra la cuenta regresiva para el inicio de las Olimpiadas, los nervios comienzan a apretarse en Beijing. Es natural. Hay una enorme apuesta sobre la mesa.

A medida de que avanza el reloj próximo a la Plaza Tiananmen, que muestra la cuenta regresiva para el inicio de las Olimpiadas, los nervios comienzan a apretarse en Beijing. Es natural. Hay una enorme apuesta sobre la mesa.

 

China piensa que después de los Juegos su imagen mundial será distinta. Se modificará la idea de un país de campesinos que vive hacia adentro, y prevalecerá la de un país moderno y pujante que se integra al mundo en forma pacífica. Es una oportunidad para mostrar como nunca la vigencia, fuerza y amistad de la cultura china.

 

China ya ha invertido 40 billones de dólares en la infraestructura y requerimientos necesarios para este megaevento, que involucra un despliegue tecnológico y arquitectónico de marca mayor. Asimismo se han realizado intensas campañas de educación cívica por TV y en los colegios, orientadas a recibir apropiadamente a los visitantes extranjeros.

 

Se busca impresionar al mundo y también al pueblo chino con el nivel de logros que China puede alcanzar. No sólo con la calidad y esplendor el entorno urbano y facilidades deportivas, sino también en la competencia deportiva misma.

 

Un objetivo no publicitado es convertir a China en el país con más medallas de oro. Recordemos que en Atenas 2004, China se posicionó en segundo lugar con 32 medallas de oro versus 35 de Estados Unidos. Ese logro fue celebrado por los dirigentes chinos como un desafío a la posición dominante de Estados Unidos.

 

Sin embargo, nada es tan expedito como se planea. Los adversarios del régimen de Beijing también pensaron que los Juegos eran una oportunidad única para mostrar sus críticas a una escala mundial. Nadie niega, por ejemplo, que los recientes acontecimientos en el Tibet están relacionados con la alta exposición mediática de China originada por las Olimpiadas.

 

Por cierto, la prensa internacional ha elevado su cobertura de China, pero especialmente en los temas conflictivos y las voces disidentes: derechos humanos, manejo del medio ambiente, situación del Tibet, de las minorías étnicas, de grupos religiosos, nivel de protección social de los trabajadores, temas de propiedad intelectual etc.

 

La antorcha olímpica y su desplazamiento a través de todos los continentes hasta el 2 de Mayo, donde ingresa a territorio chino, se convertirá sin duda en un escenario de protestas contra Beijing, como ya ocurrió en su lanzamiento en Atenas. Es esperable que surjan más llamados al boicot de las Olimpiadas y acciones correspondientes por parte de reconocidas personalidades.

 

A medida que se acerquen los Juegos, el tema de la seguridad en ellos cobrará una alta importancia.

Junto a los que buscan sabotear los propósitos de Beijing, hay grupos terroristas que pueden concebir este megaevento como una arena apropiada para sus fines.

 

El gobierno chino ha mostrado que puede lidiar adecuadamente con estados y organizaciones internacionales; grupos disidentes y grupos terroristas, usando los amplios recursos de poder que dispone. Sin embargo, tiene menos experiencia en lidiar con una agenda mediática internacional y muestra menos capacidad de influir en una opinión pública mundial, que aunque vaga en su conformación, condiciona crecientemente la acción de las democracias occidentales.

 

Considerando entonces los Juegos Olímpicos como un hito comunicacional de primer nivel ¿China podrá usarlo para reposicionar su imagen país o más bien obtendrá una imagen negativa como resultado final?     

 

 El reloj avanza y, con justificadas razones, los nervios se aprietan en Beijing.  


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