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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

La resiliencia como patrimonio cultural de las comunidades de Murupara en Nueva Zelandia

28 diciembre 2021

La unidad social de Bay of Plenty, al noreste del país, es una de las más antiguas. A pesar de haber sufrido importantes acontecimientos históricos producto de la colonización europea y de desastres naturales, ha logrado mantener el espíritu comunitario gracias a un conjunto de valores comunes.

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La resiliencia es la capacidad de individuos, comunidades, grupos, incluso instituciones para hacer frente a condiciones adversas y recuperarse, aún si las circunstancias para esa recuperación son difíciles. Esta capacidad ha sido desarrollada por una comunidad maorí en la localidad de Murupara, gracias a la conexión que existe con su patrimonio cultural ancestral. Conozca más de este caso, en la siguiente nota.

Patrimonio y resiliencia en comunidades maorí

El concepto de patrimonio cultural ha sido ampliamente desarrollado, principalmente en la academia. Sin embargo una de las acepciones más utilizadas a la hora de diseñar políticas o legislación es la que expone la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (Unesco) que, llamada también como patrimonio vivo, se refiere a prácticas o expresiones, incluso saberes o técnicas “transmitidos por las comunidades de generación en generación”.

A esto, la Unesco agrega un elemento indispensable para comprender su carácter cultural, el que “proporciona a las comunidades un sentimiento de identidad y continuidad: favorece la creatividad y bienestar social, contribuye a la gestión del entorno natural y social y genera ingresos económicos”, agrega. De manera tal de que en esta conceptualización se incorporan saberes tradicionales, autóctonos que pueden ser integrados incluso en diversas políticas.

Uno de estos saberes o valores tradicionales es la resiliencia, entendida como la capacidad de las personas o comunidades para hacer frente a situaciones adversas y recuperarse. Tal valor ha sido observado en las comunidades rurales en Murupara, región de Bay of Plenty en Nueva Zelandia, donde sus habitantes han hecho frente a desastres naturales, pero también a crisis sociales externas, relacionadas con la confiscación de tierras, enajenación de recursos y racismo.

Pero en qué consisten estas creencias que hacen de estas comunidades indígenas neozelandesas un grupo de personas capaces de anteponerse a las adversidades. Ann Pomeroy y Sylvia Tapuke describen en un artículo de 2016 sobre el estudio de caso de Murupara que para lograr esta resiliencia se ponen en práctica ciertos valores colectivos, que en este caso son sentido de pertenencia a una tierra determinada, el desarrollo de capital social, solidaridad y altruismo.

Aunque las autoras hacen la aclaración que la cultura maorí es diversa y heterogénea en cuanto a conocimientos, habilidades y prácticas, existen elementos comunes que ayudarían a explicar lo que transcurre en Murupara. Hay elementos culturales tradicionales que dirigen la práctica social y que son críticos en la construcción de la resiliencia maorí, como por ejemplo la toma de decisiones inclusivas, la propiedad comunitaria, la distribución de beneficios.

De tal manera, y en referencia a la investigación de Mason Durie de 2006, señalan que “una consideración importante es la noción de comunidad en sí. Si bien existe un vínculo entre bienestar personal y bienestar de la comunidad, también hay evidencia de que el bienestar de la comunidad puede ser en sí mismo un impulsor de bienestar personal. Donde la cohesión comunitaria es baja, el bienestar personal está amenazado”.

Resiliencia histórica en Murupara

Desde antes de la llegada de los colonos europeos, la unidad social (Iwi) denominada Ngati Manawa se extendía en un territorio (rohe) muy amplio que abarcaba una vasta extensión del área del Este de Bay of Plenty, hasta el borde occidental de las llanuras de Kaingaroa. El área de Murupara se sitúa en el distrito Whakatane, que cuenta con un área total de 4.400 kilómetros cuadrados aproximadamente.

Un dato importante es que Ngati Manawa lo ocupó rohe durante más de 20 generaciones, viviendo de los cultivos y de los recursos que dejaban los ríos. Todo ello no sólo les permitía vivir de su suelo, sino también poder desarrollar el comercio con otros Iwi. De acuerdo al planteamiento de Pomeroy y Tapuke la colonización inglesa y las reglas establecidas por la corona se apropió de buena parte de los recursos, pero también del suelo.

La convivencia no sólo generó enfermedades en la comunidad, sino que también se produjo una absorción cultural por parte de los europeos, llevando a los nativos a un proceso de educación orientado a la inserción en las nuevas formas de vida creadas por los colonos. Por si fuera poco, en el siglo XIX se produjeron eventos climáticos adversos que atentaron contra las comunidades indígenas, como inundaciones, heladas y una erupción volcánica en 1886 que afectó los asentamientos y sus cultivos.

En línea con lo anterior, luego de los desastres naturales el gobierno se apropió de la madera nativa y en una gran proporción de tierra enajenada se plantaron bosques de especies exóticas. Aunque esta apropiación de la tierra y los recursos comenzó a revertirse de manera paulatina y el Tratado de Waitangi supuso una nueva lógica en la convivencia entre los pueblos, las dificultades de las comunidades, de alguna manera persisten y el gobierno neozelandés es consciente de ello.

Pero qué es lo que ha ayudado a estas comunidades a mantener su cultura, para Pomeroy y Tapuke, las Murupara han modelado seis capacidades:

  • Cuidar de los demás
  • Compartir
  • Custodiar el patrimonio material, inmaterial y recursos
  • Empoderamiento y apoyo a otros
  • Planificación a futuro
  • Crecimiento

Todos estos valores son centrales en la construcción de la resiliencia de los Iwi en Murupara y han permitido que se mantenga su cohesión en el tiempo a pesar de las dificultades, razón por la cual hoy conservan su identidad colectiva. No obstante, incorporan además otros elementos que contribuyen a configurar su patrimonio cultural, como el orgullo de pertenencia a una comunidad, honrar a los antepasados y la celebración de los grandes líderes.

Tal configuración político-cultural no sólo ha sido fundamental en la conformación de una identidad común, sino también en la realización de prácticas organizativas que redundan en el bienestar de las personas. “Consultan y consultan. Puede llevar mucho tiempo, pero es una fortaleza. Han adoptado un enfoque holístico para resolver los problemas… hay una gran confianza de unos a otros en esta comunidad”, señala la investigación.

En consecuencia, más que el hecho de compartir individualmente un conjunto de valores, existe una visión compartida que comprende las vulnerabilidades y riesgos comunes, pero más aún, que al mantener la creencia de que como colectivo inmerso en una red de relaciones, pueden enfrentar problemas y recuperarse.

Patrimonio cultural y la necesidad de ser preservado

El patrimonio cultural y su conservación han sido ampliamente estudiados por Óscar Aguilera, quien es etnolingüista y académico de la Universidad de Magallanes, especializado en los pueblos indígenas de la Patagonia chilena, especialmente de la comunidad Kawésqar. En su opinión, en Nueva Zelandia ha habido una preocupación recurrente por valorar el legado del pueblo maorí. “Ahí se promueve la divulgación de la lengua, se estudia en las universidades y hay programas que tienen que ver con distintos aspectos de la vida del maorí, no tan solo en la parte cultural, sino también económica, entre otras. Ellos están tratando de hacer, hasta que se pueda, un país que sea bilingüe porque valoran la cultura maorí y su lengua. Entonces hay muchas publicaciones, estaciones de radio, programas de televisión y concursos literarios. Cuando uno está allá se puede ver cómo presentan su cultura a quienes van y muestran cómo eran las prácticas”, comentó.

En relación a la realidad del patrimonio cultural en nuestro país, aclaró que bajo este concepto se inserta tanto lo material como lo inmaterial. “Ambos pertenecen a la cultura, entonces no hay esa división. Esa es una cosa que hay que establecer de antes. En Chile hay varios problemas, en primer lugar la idea de encontrar un mecanismo para la preservación, porque lo que es fantástico para muchas personas para otros no lo es, por eso la pregunta es ¿qué piensan los mismos pueblos originarios?. Digo esto porque, por ejemplo, hay pueblos que no son muy proclives a que lo que pertenece a su cultura salga de esa cultura, entonces aquí surge el problema de pensar de quién es el patrimonio, a quién le pertenece el patrimonio”, opinó Aguilera.

En cuanto a la necesidad de una legislación que promueva de manera más intensa la preservación cultural, el académico de la Umag se mostró de acuerdo. “Para mi como investigador sería fantástico que hubiera una legislación que permitiera la preservación del patrimonio de los pueblos originarios, porque una vez que se pierde es algo que no se puede recuperar, y está sucediendo en todas partes. Las lenguas de todo el mundo son patrimonio, porque hay una cantidad increíble de conocimiento. Las lenguas no sólo se pierden porque no cuentan con hablantes, sino porque no son transmitidas a las generaciones nuevas. Precisamente, la presión de la lengua mayoritaria es tan grande y los factores sociales también impiden la transmisión de la lengua, y se pierde un montón de cosas, es un conocimiento enorme”, recalcó.

Por último, en relación a los desafíos a futuro de nuestro país en esta materia, afirmó que es necesario el diálogo y una actitud diferente. “En este momento hay una Convención que está trabajando y que probablemente va a tocar estos temas también. Tal vez habría que ver qué es lo que están haciendo y después tomar medidas para poder decir "elaboremos un plan en conjunto", o sea, que no lo vean como imposición. Tenemos que mostrar que hay un interés en la valorización de las culturas de los pueblos originarios. Pero hay que pensarlo un poco más en el sentido de cómo podemos -no quiero que suene como impuesto de afuera- preservar lo de ustedes, cómo valoran ustedes y qué no debería perderse para futuras generaciones tanto del pueblo como para todo el mundo. Una pregunta sería ¿podemos, para tener un mayor acercamiento al conocimiento ancestral que tienen los pueblos originarios, ayudar a conservar el conocimiento? ¿Es posible eso?”, sentenció.

 

La foto de la portada es cortesía de la organización Trees that count.

 

Por equipo Asia Pacífico: asiapacifico@bcn.cl


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