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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

El ascenso del Asia y las respuestas de Occidente / Parte 3

11 junio 2008

En su estudio en Foreign Affairs sobre el ascenso de China y el futuro del Oeste, John Ikenberry afirma que el ascenso de China es sin duda “uno de los grandes dramas del siglo XXI”.

Ikenberry el mundo más allá del "momento unipolar" de Estados Unidos

En su estudio en Foreign Affairs sobre el ascenso de China y el futuro del Oeste, John Ikenberry afirma que el ascenso de China es sin duda “uno de los grandes dramas del siglo XXI” (Ikenberry, página 23). El extraordinario crecimiento económico de China y su diplomacia activa están transformando el Este del Asia “y las décadas futuras verán aún mayor crecimiento del poder y la influencia de China”. Sin embargo, “exactamente como se ha de representar este drama es una cuestión abierta”. “¿Derrotará China el orden existente o llegará a ser parte del mismo?” y ¿Qué puede hacer Estados Unidos -si algo puede hacer- para mantener su posición en tanto China surge?”.

Según Ikenberry, algunos autores sostienen que “la Era Americana“ está tocando a su fin y que el mundo de “orientación occidental” está siendo reemplazado por uno “crecientemente dominado por el Este”. Quienes mantienen posiciones “realistas” sostienen que China usará su poder para dar una nueva conformación a las instituciones del sistema internacional que sirvan a sus intereses y que el “hegemon” declinante comenzará a ver a China “como una amenaza a su seguridad”. El resultado -predicen esos especialistas- serán “tensiones, desconfianza y conflicto, las características típicas de las transiciones de poder”.

Sin embargo, Ikenberry cree que este curso de acción no es inevitable (página 24).

El ascenso de China no tiene por qué gatillar una “transición hegemónica violenta” .Una transición EEUU-China puede ser muy diferente a las del pasado ,porque China encara a un mundo diferente, no sólo encara a EEUU sino a un sistema centrado en Occidente, que es abierto, integrado, basado en reglas , “ con bases políticas amplias y profundas”. Estados Unidos no sólo se estableció como una potencia mundial, sino que lideró “la creación de instituciones universales”. “Hoy, China, puede ganar pleno acceso y crecer vigorosamente dentro de este sistema”.

En este contexto, Ikenberry sostiene que:

- El “momento unipolar” de Estados Unidos, surgido al término de la Guerra Fría, “terminará inevitablemente” (Ikenberry, página 25).

- Si la lucha definitoria en el Siglo XXI es entre China y Estados Unidos, “China tendrá la ventaja”.

- Si la lucha definitoria es entre China y un sistema Occidental revitalizado, “triunfará Occidente”.

Ikenberry, reconoce que China “está en camino de llegar a ser una formidable potencia global” (página 26). Su economía se ha cuadruplicado, desde fines de los 70s, es uno de los mayores centros de manufacturas, ha acumulado masivas reservas externas de más de un trillón de dólares al 2006, consume un tercio de la demanda global de hierro, acero y carbón, aumenta su gasto militar a una tasa de 18% anual y su diplomacia se ha extendido no sólo en Asia, sino que en África, América Latina y el Medio Oriente.

Citando a académicos como Paul Kennedy y Robert Gilpin, Ikenberry afirma que “las transiciones de poder son un problema recurrente en las relaciones internacionales”, las potencias emergentes quieren “traducir su nuevo poder en mayor autoridad sobre el sistema global”. Estos momentos encierran peligros y han generado en el pasado conflictos bélicos, ”pero no todas las transiciones de poder generan guerras o destruyen el viejo orden” (Ikenberry, página 27).

El académico de Princeton le asigna mucha importancia al “denso” sistema de reglas e instituciones globales y regionales relacionados con lo “económico, lo político y la seguridad”. (Ikenberry, página 30). Estas características generan “incentivos para que China se integre al sistema liberal internacional”, lo que se refuerza por la “nueva interdependencia guiada por la tecnología”.

Para Ikenberry diversas tendencias remarían a favor de la integración:

- “los dirigentes chinos mas visionarios” comprenden que la globalización ha cambiado el juego y que en conformidad a ello, “China necesita socios fuertes y prósperos alrededor del mundo”.

- El marco de instituciones y normas del sistema ya ha comenzado a facilitar y acomodar la integración de China, nación que ya “está haciendo uso de esas instituciones para promover el desarrollo del país en su status de potencia global” (página 32).

- Factores como los anteriores, conducen a que Estados Unidos y Europa deben “encontrar lugar en la mesa no sólo para China sino también para países como Brasil , India y Sudáfrica” y cita un estudio de Goldman Sachs según el cual las economías de los BRICs (Brasil, Rusia, India y China) combinadas serán, hacia el año 2050, más grandes que las de los originales G-6 (Alemania, Francia, Italia , Japón, Reino Unido y Estados Unidos)” (Ikenberry, página 35).


Un debate que nos acompañará en los próximos años

El tema del ascenso del Asia y las repercusiones en el orden mundial y particularmente, en Occidente y Estados Unidos, estará presente en el debate durante los próximos años. No es el caso de extraer conclusiones de un tema abierto. Sin embargo, Mahbubani e Ikenberry desde sus puntos de mira, proporcionan elementos a considerar.

La verdad es que el "hegemon" lo seguirá siendo en lo militar y nuclear y que Occidente seguirá fuerte en las instituciones internacionales políticas y económicas, pero con presiones cada vez más fuertes para que se allane a los cambios que la realidad -no sólo de China- está haciendo patente y que cobran su precio como se advierte en la dilatación -y eventual fracaso- de la ronda de Doha.

China por su parte se fortalece en todos los atributos de poder -incluso en su significativo gasto el militar- y, particularmente, en su capacidad productiva y económica y de formar redes con otros países del Este y el Sudeste de Asia, a lo que se suma el creciente poderío tecnológico de la India. Enfrentan sí, los desafíos propios internos de la superación de la pobreza- en lo que han hecho avances notables, como lo es también el camino por recorrer. En lo económico, su imbricación con la economía Occidental en un mundo interdependiente es muy fuerte y no puede olvidarse que ésta representa un 62.6% del PIB mundial, que sube a 72.7% si se agrega a Japón, concitando la gran mayoría de las más grandes empresas multinacionales enlistadas en las "Fortune 500".

La Marcha del Asia a la Modernidad, el primer escenario de Mahbubani, es una realidad que bien vale que Occidente tome en serio y con espíritu constructivo, como también hay elementos para presumir que Europa seguirá haciendo uso de "vetos" en algunas reformas a la institucionalidad internacional y adoptando medidas proteccionistas, lo que incluye ingredientes del segundo escenario del cientista político de Singapur.

En cuanto al tercer escenario, "el triunfo de Occidente" que de hecho Mahbubani descarta, tiene en Ikenberry una variante mucho más matizada, en que se reconoce en toda su dimensión el crecimiento del Asia y de China -y también de India, Rusia, Brasil, Sud Africa, y otros-.

¿Un cuarto escenario?. De hecho, sobre la base de los comentarios de Ikenberry se preanuncia otro escenario sustentado en la capacidad de Occidente de integrar y acomodar a los nuevos actores asiáticos al sistema, lo que requiere de cambios en la institucionalidad y las normas y de voluntad política, tanto de China –y el Asia- como de Estados Unidos, la Unión Europea y Occidente para crear las condiciones de un cambio evolutivo a partir de lo actual. Será necesario diseñar incentivos a las potencias emergentes para que prefieran este curso de acción. No es “el triunfo de Occidente”, pero tampoco su derrota.

Los distintos escenarios encierran desafíos fuertes y también una promesa.

La promesa es la de que la transición hacia un orden más pluralista -con fuerte presencia del Asia- parece tener características diferentes al de otros procesos similares. La interpenetración de las economías, la información y las sociedades que genera una interdependencia o dependencia mutua que obliga a una vasta trama de intercambios y negociaciones en lo público y en lo privado, en lo nacional, internacional y transnacional. Mahbubani, tendría razón cuando da a los TLC un valor estratégico mayor al comercial. Es la apuesta, por ejemplo, de Chile -situación no mencionada por nuestros dos autores- que por esa vía obtiene acceso a mercados de gran tamaño en Occidente y en Asia y otras regiones, sin tener que esperar que se consoliden las normas universales que regulan el comercio.

Un desafío, para el caso de China y que Mahbubani reconoce aunque en parte justifica es el del déficit democrático y de libertad de información de China. El autor singapurés lo reconoce pero también señala que es utilizado por algunos en Occidente para restar legitimidad a las pretensiones de China a un rol mayor en las instituciones mundiales. En todo caso, es claro al señalar que no puede pretenderse un rol de liderazgo internacional sin permitir a su población un acceso a la ´libertad de información". No hay duda de que estos valores "occidentales" son, en el siglo XXI derechos universales.

Mahbubani trata sólo tangencialmente a América Latina, ubicándola, junto a África y otras regiones en desarrollo como afectados o perjudicados por sus contactos con Occidente. Geográficamente, América Latina forma parte del mundo occidental, sin embargo, el autor singapurés en su ensayo, expresa que se referirá a ese concepto en la acepción de países desarrollados como Estados Unidos y Europa, y Estados anglo-sajones como Australia, Canadá y Nueva Zelandia, que conformarían un “compacto implícito” en “políticas globales” (página 3).

Con todo, el mismo autor se refiere en términos positivos a APEC (Cooperación Económica Asia-Pacífico) como un ejemplo de una asociación Este-Oeste que está despegando, a pesar de que éstas, serían difíciles de crear “debido a las diferencias culturales” (Mahbubani, página 264). En APEC confluyen economías asiáticas, de Oceanía, América del Norte y latinoamericanas como México, Chile y Perú, además de Rusia y ha probado ser un foro fructífero en términos de cooperación entre sus miembros. En el caso de Chile, en nuestra opinión, la interacción con países del Este y Sudeste del Asia en APEC, ha servido de germen para un mayor conocimiento mutuo y para acuerdos comerciales y de cooperación.

Lugares de encuentro y factores políticos, económicos y culturales. Dada la apertura chilena al Asia, su vinculación estrecha con las grandes potencias y conglomerados occidentales y su ya mencionada participación en APEC, el debate de estas ideas no nos debe ser ajeno sino propio. Chile y Singapur, por ejemplo, que tienen prestigio como actores insertos en la globalización, pueden jugar un rol importante en el análisis y difusión de las ideas y como lugares de encuentro de los sectores público, privado y académico, tanto del Asia como de América Latina y países desarrollados occidentales.

Finalmente, no es irrelevante en el análisis de las relaciones entre Asia y Occidente en el futuro próximo, la amplitud en el tratamiento del tema que incluye diversas variables políticas, económicas, y también culturales, en interacción que inciden directamente en el comportamiento de los principales actores.

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