17 septiembre 2024
La directora musical, compositora e investigadora con foco en culturas transpacíficas y la cultura de la paz, se refirió a la creciente importancia de la diplomacia cultural como una herramienta clave para acercar a Chile y el Asia Pacífico, fomentando no solo el entendimiento mutuo, sino también abriendo nuevas oportunidades económicas y comerciales.
RED ASIA PACIFICO OPINA, CULTURA CHILENA EN CHINA, CULTURA CHINA La directora musical, compositora e investigadora con foco en culturas transpacíficas y la cultura de la paz, se refirió a la creciente importancia de la diplomacia cultural como una herramienta clave para acercar a Chile y el Asia Pacífico, fomentando no solo el entendimiento mutuo, sino también abriendo nuevas oportunidades económicas y comerciales. Biblioteca del Congreso Nacional de ChileCon 17 años de experiencia internacional en delegaciones culturales en conjunto con el gobierno de Chile y organizaciones internacionales como ONU y UNESCO, Rocío Rojas Monsalve ha trabajado fuertemente en la promoción de vínculos diplomáticos, artísticos y culturales. Actualmente, se encuentra desarrollando proyectos enfocados en diplomacia cultural y musical, como el género musical sino-andino. En su opinión, la circulación literaria y musical entre Chile y Asia ha demostrado que, en momentos de tensión política o comercial, la diplomacia cultural puede mantener y fortalecer las conexiones internacionales. Más de sus reflexiones, en la siguiente entrevista.
Como ocurre con todo lo significativo en la vida, mi conexión con Asia tiene múltiples inicios. Uno de esos comienzos se remonta a cuando tenía 10 años y mi hermano David me prestó el libro "Diez Grandes Cuentos Chinos", recopilado por Poli Délano. Aunque los autores estaban lejos, sus historias resonaban íntimamente. Desde entonces, intuí que el arte podía establecer un vínculo con personas que se encontraban al otro lado del mundo.
Otro momento clave fueron mis viajes a Asia, donde trabajé en misiones diplomáticas para el gobierno de Chile a través de la música. Mi primera visita a China fue en 2008, y allí surgió mi profunda pasión por Asia. Con solo dieciocho años, viajamos cantando, compartiendo la riqueza de nuestra música y folklore, mientras absorbíamos la vitalidad y contradicciones de la China contemporánea.
En medio de la Gran Muralla y las nuevas tecnologías, nos encontramos en la Plaza Tiān'ānmén, justo antes de ingresar a la Ciudad Prohibida, con un grupo de folkloristas chinos. En ese momento, ninguno de nosotros hablaba mandarín ni español, pero teníamos la música como puente. Sin saber qué sucedería, comenzamos a intercambiar ritmos. Compartíamos algo muy íntimo, casi la esencia de nuestros respectivos lugares de origen.
Lo sorprendente fue descubrir las múltiples similitudes entre las piezas musicales que interpretábamos. ¡Nos entendíamos! Ambos grupos utilizábamos la escala pentáfona compuesta por cinco tonos que configuran una escala musical presente en la música popular y tradicional a lo largo de la historia. No solo las melodías eran similares, sino que también los instrumentos lo eran. Nosotros llevábamos sikus o zampoñas, hechos de caña, mientras que ellos traían un paixao y un sheng, un tipo de piano tocado con la boca, también fabricados con caña.
En ese instante, se gestó otro inicio. No pude dejar atrás aquel momento en la Plaza Tiān'ānmén porque necesitaba entender por qué dos culturas tan distantes habían creado instrumentos tan parecidos. Era música tradicional, pero increíblemente similar. Así comenzó mi labor de recopilar, registrar y analizar conjuntamente la música china y andina.
Durante más de una década he estado inmersa en esta tarea, en la que la circulación ha sido fundamental. Descubrí un mundo extraordinario de similitudes: ambas tradiciones musicales se originaron en cordones montañosos, desde las montañas de Sichuan hasta los Andes. Además, los materiales utilizados para construir los instrumentos provenían de especies tan parecidas que a simple vista se confunden: el bambú chino y el colihue andino. Un universo compartido de sonoridades, especies naturales, geografías y oficios resuena en nuestras flautas de caña.
Quizás este sea mi último comienzo. A raíz de mis viajes con delegaciones, el vínculo musical que establecí con China y Asia, así como el crecimiento orgánico de mi investigación, me llevaron a organizar esta experiencia para que la música contribuya al entendimiento mutuo entre nuestros países y nuestras naciones amigas al otro lado del Pacífico. Desde 2021, he estado trabajando en la creación de un nuevo género musical que une las tradiciones musicales de Asia y América Latina, al cual decidí llamar género sino-andino.
Este camino también me llevó a estudiar durante un tiempo en la Chengdu University - CCAA College of Chinese & ASEAN Arts, institución galardonada por el Gobierno Chino con la beca Belt and Road, parte de la iniciativa estratégica más importante de la política exterior de Xi Jinping”.
”Mi experiencia en Asia ha estado marcada por la diplomacia cultural. A lo largo de estos años he trabajado en las relaciones culturales internacionales de nuestro país, colaborando con delegaciones de distintos gobiernos, desde Michelle Bachelet hasta Sebastián Piñera. He participado en la Misión chilena ante las Naciones Unidas, bajo la dirección de la embajadora Paula Narváez, y he colaborado con organizaciones internacionales como la UNESCO. A través de sus festivales folklóricos, he tenido la oportunidad de visitar China en varias ocasiones, desarrollando proyectos que han impactado tanto en el ámbito artístico como en las relaciones diplomáticas entre nuestros países.
Esta circulación me ha permitido establecer un vínculo profundo con Asia, no solo porque me ha facilitado cruzar el océano, sino también por la perspectiva que adquieren quienes trabajamos en diplomacia cultural. Es un gran privilegio representar a nuestro país más allá de nuestras fronteras. No se trata solo de llevar nuestra música y cultura, sino de construir puentes para que las expresiones más íntimas de nuestra vida nacional puedan ser comprendidas y apreciadas por audiencias extranjeras.
En este sentido, mi labor no solo se limita a la circulación de la cultura chilena en el extranjero, sino también implica un trabajo de diplomacia pública, que es arduo pero inmensamente satisfactorio al conectar a Chile con el mundo.
En esta línea, uno de los proyectos que más valoro y que me llena de orgullo es la instalación "Promesa a las estrellas", que realizamos en 2021 con el Consulado de Chile en Shanghai, bajo la dirección del cónsul Claudio Garrido. Me invitaron a crear una instalación sonora en el marco de una exhibición sobre la poesía de Gabriela Mistral durante la Chile Week, la semana de promoción comercial más importante que Chile ha realizado en China.
La idea era componer una obra especialmente para este evento, celebrando la fraternidad entre ambas naciones. Para ello, volví a mis archivos de recopilaciones de música tradicional china y andina, enfocándome en las similitudes entre ambas.
El objetivo era hacer un gesto de cooperación y amistad, aprovechando las capacidades de la música para articular mensajes diplomáticos y difundir la cultura chilena. En un gesto inspirador, le pedí a mi madre, Carmen Monsalve, que declamara las poesías de Mistral mientras sonaba la composición y se proyectaban imágenes aéreas de los cielos, campos y paisajes de nuestro país. La voz de una madre chilena cruzaba el Pacífico, llevando la poesía y la música de nuestra tierra hasta China.
Lo más sorprendente ocurrió durante el estreno de la obra en Asia, ya que los asistentes en Shanghai reconocieron esta pieza como una composición china. A su vez, cuando se presentó en América Latina, el público la identificó como una pieza musical andina. Esta confusión sobre el origen de la canción se disipaba con la aparición de las voces cantadas en español o mandarín.Por unos instantes, los oyentes chinos escuchaban una quena o una zampoña como si fueran instrumentos chinos. Nuestra música andina resonaba con la familiaridad de las canciones que conocían en su propia tierra.
Con esta pieza, que fusiona ambas tradiciones, comencé un viaje de fructífero encuentro entre la música y la diplomacia. Dos culturas separadas por el océano más grande del mundo no solo colaboraban, sino que se sentían parte de un mismo horizonte cultural. La importancia de esta similitud se hizo aún más evidente ante la crisis sanitaria global.
Necesitábamos mantener presencia en China, pero nadie podía viajar. El COVID-19 incluso impidió que asistiera a mi propio concierto de esta obra híbrida, que incorpora elementos chilenos y andinos, así como la poesía del poeta chino Du Fu. Esta fue la primera pieza estrenada por Matsu 媽祖 Experimentación Sonora, la agrupación musical que fundé para explorar y difundir el género sino-andino.
Gracias a la tecnología y al esfuerzo titánico del cuerpo diplomático de Chile en Shanghai, los mensajes que Chile desea transmitir al mundo resonaron en China, incluso cuando nuestros representantes políticos y productos no podían cruzar esa frontera. La poesía de Mistral, ese regalo que nos dio nuestra tierra, transmitió a través de la música el mensaje de un país comprometido con establecer vínculos globales y construir un orden mundial cooperativo, lleno de fe en el multilateralismo y centrado en navegar estos nuevos y difíciles tiempos con la paz como horizonte”.
”Hace muchos años, en un breve texto que a menudo se pasa por alto frente a sus vastos poemarios, Gabriela Mistral imaginó la creación de un mapa audible de Chile, donde todo el paisaje sonoro de nuestro país sirviera para presentarlo al mundo. Sin embargo, su sueño nunca se concretó.
Con el Mapa Sonoro de Chile, quise retomar la promesa de Mistral mediante una investigación rigurosa sobre las tradiciones musicales vernáculas de nuestro país. Creé una serie de recorridos por su música a lo largo de los distintos tiempos y territorios que componen la historia de la república chilena. De manera similar a los antiguos cartógrafos, que navegaban anotando y diseñando sus mapas para orientarse, diseñé este ciclo musical, donde los asistentes pueden descubrir sus propios caminos en el escenario múltiple de nuestras tradiciones musicales.
A través de un mapa de sonidos, ritmos y cantos, mi trabajo ofrece a las audiencias una imagen musical de las culturas que nutren y dan vida al Chile actual. Hay un gesto central en esta invitación de Mistral, que los folkloristas hemos practicado durante siglos: es el cariño cuidadoso por las diversas formas de cantarle a nuestro mundo, a la cordillera, a los cielos, y también a quienes trabajan la tierra y respetan el entorno, así como a aquellos que navegaron nuestros mares antes que nosotros. Todo ese pasado resuena cada vez que alguien se detiene frente al Pacífico para escuchar las olas romper contra la orilla. Esto es lo que he querido rescatar con el mapa sonoro.
Así fue como, hace dos años, creé los mapas sonoros como parte del programa educativo de la Oficina Regional del David Rockefeller Center de Harvard University. Hasta hoy, este formato ha tenido hitos memorables en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile y, especialmente, en la Inauguración del Año Académico 2024 de la misma universidad. Gracias a la invitación de la rectora Rosa Devés, el Salón de Honor de Casa Central se llenó con la energía del pasado, el presente y el futuro, uniendo los delicados hilos que conectan la cultura musical chilena con la institución donde se pensó, se cultivó y se erigió nuestra República”.
”Es fundamental tomar en serio la construcción de la paz y el concepto de cultura de la paz, es decir, la unión de estas dos palabras. Este enfoque implica reconocer que la cultura no es un elemento accesorio en nuestra vida, sino que es la que nos orienta. En medio de mares de acordes, versos e imágenes, definimos nuestros valores, tanto los más íntimos como los más públicos.
La cultura juega un papel importante en la Política Exterior, ya que puede utilizarse para fomentar diversas formas de vida. Ha habido innumerables ejemplos en los que la cultura ha sido instrumentalizada para la guerra, utilizada por quienes instigan conflictos como propaganda para difundir estereotipos y alimentar el odio. Mi objetivo ha sido poner a la cultura en la otra orilla, haciendo que las artes y la música sirvan al diálogo, aunque resulte doloroso, a la comprensión, aunque sea difícil y sobre todo a la resolución pacífica de los conflictos.
Hay un poema de García Lorca que dice que mientras la humanidad cava su propia tumba, los poetas cantan la paz bajo un olivo. La cultura de la paz no se limita a soñar con un mundo sin guerra, es mucho más, es una afirmación de la paz incluso en medio del conflicto. Es ofrecer un canto de paz con rabia y determinación en medio del desastre.
De esta manera, la cultura se convierte no solo en una herramienta de la política exterior, sino en una plataforma diplomática, un espacio donde se puede imaginar el trabajo conjunto hacia la resolución pacífica de los conflictos. Las artes nos ayudan a imaginar un mundo más hospitalario. No se trata solo de un juego de palabras cuando decimos que los músicos estudiamos armonía; estamos constantemente lidiando con las disonancias, que también son parte de la música.
En este sentido, es esencial destacar que la música, desde la perspectiva de la diplomacia cultural, tiene el poder de difundir mensajes diplomáticos incluso cuando las relaciones internacionales están fracturadas. Esto influye en nuestra capacidad para establecer vínculos que estén a la altura de nuestros sueños de paz.
Existen países con los que resulta complicado establecer relaciones diplomáticas profundas y donde el contacto no puede generarse a través de canales políticos convencionales. En esos casos, la diplomacia cultural se convierte en una forma efectiva de transmitir mensajes. Mi experiencia indica que, en momentos de tensión, se abren más puertas a coros o conjuntos folklóricos que a representantes oficiales. Un coro puede servir como un puente para que los representantes oficiales se reencuentran y se sienten nuevamente a la misma mesa. La cultura tiene un papel unificador.
Este fue el enfoque que decidí adoptar durante la visita del Secretario General de ASEAN, Kao Kim Hourn, a nuestro país. Actualmente colaboro activamente como encargada de Asuntos Culturales del Magíster de Estudios Asiáticos del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. En este rol, me encargué de la recepción cultural, que tenía un papel central, ya que el profesor Kao no solo lidera el organismo multilateral más importante de su región; también es el fundador de la Universidad de Camboya. Por esta razón, busqué una manera de comunicar esa experiencia primaria del conocimiento, caracterizada por la curiosidad y el asombro.
Así fue como compuse una obra musical dedicada al diplomático y escritor chileno Salvador Reyes, quien en los años 60 se convirtió en uno de los primeros chilenos en recorrer el Sudeste Asiático. Reyes no estaba destinado allí; fue por voluntad propia y por su deseo de conocer esas tierras lejanas. Con textos del escritor y académico, Rodrigo del Río Joglar, decidimos enviar un mensaje directo para fortalecer la diplomacia cultural chilena hacia los países que conforman esta asociación intergubernamental, donde nuestro país tiene una participación privilegiada como Socio de Desarrollo.
La pieza fue interpretada por el Ensamble musical AmerAsia, agrupación que fundé este año y que fusiona ritmos latinoamericanos y asiáticos. En ella participa Annecy Nur, ciudadana indonesia que se encuentra en nuestro país en el marco de la misión diplomática de su nación. Annecy tradujo parte de los versos del español al indonesio, y acompañados por ritmos andinos, percusiones camboyanas e indonesias y un erhu (un violín chino), su declamación y canto en indonesio transformaron la visita en un profundo gesto de amistad celebrado por el Secretario General. Al mismo tiempo, fue un homenaje a Salvador Reyes, quien al partir solicitó a su familia que lanzaran sus cenizas al océano para vivir eternamente en sus aguas que unen culturas tan distantes como las de Indonesia y Chile. Sin duda, el gran protagonista del evento fue el océano Pacífico”.
”Creo que la música es una de las rutas más directas al corazón de Asia. Cuando pensamos en China desde Chile, a menudo nos enfocamos en la enorme distancia geográfica y en la compleja incomprensión de nuestras lenguas. Sin embargo, es crucial adoptar un enfoque diferente y reflexionar sobre nuestras resonancias y similitudes. Mi labor en investigación y diplomacia cultural se basa en la convicción de que la música tradicional encierra un valioso tesoro de semejanzas.
Desde la música he intentado promover este cambio de perspectiva, invitando sobre todo a las nuevas generaciones, a construir puentes culturales y a interesarse por la pluralidad de manifestaciones artísticas de Asia en toda su diversidad. Aspiro a fomentar un futuro compartido en el que nos relacionemos con ese vasto continente más allá de los aspectos puramente económicos. La circulación literaria entre China y Chile, por ejemplo, ha tenido un notable flujo cultural de intelectuales y artistas, entre los que podemos recordar a figuras como Pablo de Rokha, Mercedes Valdivieso y Pablo Neruda.
Me complace ver que, desde el Instituto de Estudios Internacionales, su directora Dorotea López y el profesor Andrés Bórquez están constantemente buscando espacios para fortalecer esta relación entre ambas latitudes. Su esfuerzo por integrar mecanismos de diplomacia cultural en las actividades públicas del instituto, así como la creación de programas académicos como las exitosas Escuelas de Invierno sobre Diplomacia Cultural, han marcado un precedente en la Universidad de Chile. Tuve el honor de impartir dos módulos sobre el sistema contemporáneo de la diplomacia cultural chilena y la práctica de la diplomacia cultural en este contexto.
Es fundamental que la política exterior de nuestro país no se base únicamente en la economía. De hecho, si consideramos el futuro económico de Chile, la cultura puede desempeñar un papel crucial en la diversificación de nuestras industrias. Tanto las industrias creativas como las culturales pueden contribuir a reducir nuestra dependencia económica, al tiempo que fomentan una relación más rica, robusta y, en última instancia, amistosa e interesante con ese mundo por descubrir que es Asia”.
”Hay dos desafíos importantes y estrechamente conectados. Primero, nos falta una narrativa común sobre la cultura chilena. ¿Cómo podemos relacionarnos de manera productiva con el resto del mundo y construir relaciones de confianza si no tenemos claridad sobre quiénes somos? No es que carecemos de materiales para reflexionar sobre nuestro pasado, presente y quizás sobre quiénes queremos ser. Como mencioné antes, creo que el folklore chileno ofrece una riqueza inagotable de respuestas a esta pregunta.
En los últimos años, me he dedicado a recopilar y reinterpretar una serie de romanceros que viajaron desde España a América y al pasar por México, encontraron su camino en Chile. Hace unos meses, interpreté uno de estos romances en el lanzamiento de "Caballero de Chile", una novela excepcional del escritor y profesor de la Facultad de Derecho, Joaquín Trujillo Silva.
Este romance, titulado "Delgadina", aborda temas complejos como la violencia de género y busca dialogar con la forma en que procesamos esta problemática dentro de la novela de Joaquín. También, en la inauguración del año académico de la Universidad de Chile, decidí cantar el himno de las sufragistas recopilado por Margot Loyola, a invitación de la rectora Rosa Devés.
Todas estas iniciativas son respuestas a la pregunta de quiénes somos los chilenos; están arraigadas en nuestra tradición y nos conmueven profundamente. Sin embargo, al haberlas olvidado, nos sorprenden y emocionan. Así también podrían impactar y conmover a los pueblos amigos al otro lado del Pacífico.
El segundo desafío clave es mejorar la coordinación entre nuestras instituciones culturales, especialmente aquellas encargadas de la diplomacia cultural. Existe un amplio debate sobre el papel de los ministerios, tanto de Cultura como de Relaciones Exteriores. Contamos con instituciones como la DIRAC y un encargado de relaciones internacionales en el MINCAP, pero la pregunta es cómo orientar estos recursos hacia un horizonte político común.
En otras palabras, nuestro desafío actual es establecer un modelo de diplomacia cultural que respalde la política internacional chilena. Una dirección clave es la proyección de Chile hacia el Pacífico. Creo firmemente que si logramos construir un relato común, potente y que trascienda las diferencias políticas desde nuestro amado océano hacia el continente asiático, estaríamos asegurando el futuro de muchas generaciones de chilenas y chilenos.
La ventaja de la diplomacia cultural radica en su capacidad para establecer puentes improbables, aunque me pregunto ¿qué puede ser más improbable que vincularnos con regiones a miles de kilómetros de distancia?. Estos puentes culturales dan continuidad a las relaciones diplomáticas. Cuando las relaciones comerciales o políticas se tornan complicadas, siempre contamos con la cultura”.
Por equipo Asia Pacífico: asiapacifico@bcn.cl
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