El problema de la seguridad energética en la Cuenca del Pacífico

El caso de Corea del Sur

Hablar de escasez y claro riesgo de desabastecimiento de recursos energéticos parece ya haberse convertido en un foco de análisis diario en el mundo entero, volviéndose nuevamente los ojos a un tema que parecía superado luego de los complejos escenarios vividos durante los años setenta.

El crecimiento sostenido de las economías asiáticas y, por consecuencia, su incesante demanda por recursos energéticos ha llevado a que el contexto sea aun más complejo, más si se considera el hecho de que hablamos de una región que no cuenta con las reservas suficientes de estos recursos para satisfacer la demanda.

Por esta razón, el caso de Corea del Sur es particularmente interesante por cuanto corresponde al décimo consumidor mundial de energía y su grado de autonomía en esta materia es prácticamente nulo.  Sus importaciones de recursos corresponden principalmente al petróleo, el cual vive por estos días una inestabilidad de precios que en el corto plazo no se ve superable, considerando, además, el rechazo de la OPEP a un aumento de la oferta internacional del bien llamado “oro negro”.

Ante este escenario, el gobierno de Seúl, al igual que gran parte de los países industrializados, ha visto que una solución concreta a este problema pasa por un reordenamiento en la estructura actual de manejo de sus políticas energéticas, implicando esto, la necesidad de una diversificación de sus matrices, de sus proveedores y una utilización eficiente y eficaz de estos recursos. En efecto, las directrices actuales han apuntado a desarrollar en el mediano plazo, por una parte, fuentes energéticas renovables, en donde la política ha estado orientada a un esquema en donde el sector privado es incentivado por el Estado para invertir en este sector mediante exenciones tributarias u otros mecanismos fiscales; y por otro, acabar con la dependencia del petróleo, en especial del proveniente de Oriente Medio, ya que su abastecimiento puede verse amenazado tanto por un recorte en la producción de los países árabes debido a los conflictos políticos existentes, como por una interrupción de las rutas de transporte por incidentes de corte terrorista.

Este tipo de situaciones pone a prueba la capacidad de las instituciones políticas de un país para responder a contextos complejos, en donde se enfrentan factores difícilmente manejables por las autoridades de turno. Corea del Sur entiende bien esto y ha apostado a un trabajo mancomunado con los demás países de la región, incluido Japón, en instancias como APEC y mediante iniciativas en pro de aumentar las garantías de abastecimiento energético, como la coordinación en el manejo de las reservas de petróleo por parte de las diversas economías, simulaciones de interrupciones a la rutas marítimas de abastecimientos y el desarrollo de políticas energéticas conjuntas bajo los principios de sustentabilidad y respeto del medio ambiente.

La seguridad energética seguirá siendo un problema para las diversas economías y el caso de Corea del Sur y sus políticas tendientes a superar el problema, deberían servir de ejemplo a nuestro país, el cual, presentando un panorama tan o aun más complejo que el caso analizado, no ha sido capaz de generar una discusión con altura de miras y conducente a soluciones realistas y acordes a nuestras necesidades actuales y futuras. Corea del Sur y sus autoridades saben del tema y son socios confiables y serios, quizás sería hora de invitarlos a conversar.