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Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

Tailandia y su enfoque para la producción agrícola sostenible

23 enero 2019

El gobierno impulsa un Plan Nacional de Adaptación de Agricultura Integrada (NAP-Ag) en conjunto con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), con el fin de fortalecer las instituciones vinculadas con la actividad agrícola, bajo los principios de la filosofía de suficiencia económica. Adicionalmente, se están llevando a cabo diversas iniciativas para aumentar la cantidad de productores de alimentos en pequeña escala.

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Las acciones emprendidas por Tailandia para empoderar a pequeños y medianos agricultores frente a la demanda de alimentos y, sobre todo, ante los efectos del cambio climático, coinciden con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 2, deponer fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y promover la agricultura sostenible. Más detalles de sus iniciativas, en la siguiente nota.

Impacto del cambio climático en Tailandia

La agricultura en Tailandia es una de la actividades económicas más importantes. Aunque constituye poco más del 10 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) es la responsable de emplear a 25 millones de personas, lo que corresponde al 42 por ciento de la población. Sin embargo esta realidad tiene otra cara, y es que el 80 por ciento de las personas en condición de pobreza viven en áreas rurales, por lo tanto, son dependientes de la agricultura para sobrevivir.

Campesinos y pequeños agricultores son dependientes de la tierra, por lo que las condiciones climáticas afectan seriamente su bienestar. En este contexto, el cambio climático juega un papel negativo en la producción de alimentos, ya que, han aumentado las inundaciones pero también las sequías, asimismo el aumento del nivel del mar y las olas de calor han llevado a destruir extensas cosechas, entre ellas la del arroz, que es la base de la alimentación en el Asia.

De esta manera, la adaptación se transforma en una prioridad para responder a los efectos del cambio climático, esto implica un grado de responsabilidad mayor por parte de los gobiernos, pero también mayor cobertura de planes de transferencia de conocimientos con el fin de responder adecuadamente de forma colectiva a los eventos climáticos. En ese sentido, el uso de la tecnología para la anticipación de desastres, pero también para mejorar las técnicas agrícolas, forman parte de lo que implica el concepto de adaptación.

Creación de capacidades técnicas para adaptación institucional

Los riesgos que suponen los efectos del cambio climático en la agricultura no pueden resolverse de manera aislada, por lo tanto es necesario actuar de forma planificada y organizada. Esa es una de las premisas básicas del Plan Nacional de Adaptación en Agricultura Integrada (NAP-Ag) llevado a cabo en conjunto con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y cuyo objetivo es precisamente orientar a campesinos y agricultores en su adaptación frente a los fenómenos climatológicos, pero también en el correcto uso de los recursos naturales.

Para ello, la primera acción se relaciona con la creación de capacidades institucionales, pues es ahí donde comienzan las acciones más relevantes. De tal forma, funcionarios del Ministerio de Medioambiente, Planificación, Hacienda y Agricultura reciben capacitaciones sobre el manejo de los desastres ambientales con el fin de asegurar que comprendan las implicaciones del cambio climático e identifiquen los distintos tipos de adaptaciones según el sector. En el caso de la agricultura, las capacidades se relacionan con el proceso de toma de decisiones para que los agricultores tengan a la mano datos e información al instante, como información meteorológica o proyecciones estacionales.

Asimismo, la incorporación de estrategias y prioridades para el tratamiento de los efectos del cambio climático requieren de un manejo estratégico de los recursos, por lo que un análisis presupuestario adecuado a nivel nacional y subnacional es necesario. Para ello, todos los funcionarios relacionados con la agricultura son partícipes en la Hoja de Ruta del Plan Nacional de Adaptación, a modo que puedan destinar los recursos necesarios, pero también poner énfasis en áreas específicas como el enfoque de género, o desarrollar técnicas de agricultura sostenible.

Otra de las capacidades institucionales es mejorar los resultados basados en evidencia científica. Con el fin de construir bases económicas sólidas e identificar necesidades diferenciadas según género y capacidades de adaptación de los distintos sectores agrícolas. Se establece la introducción de un marco de evaluación de impacto basado en la evidencia. Sus resultados sirven de insumo para planificar y hacer seguimiento a los procesos de adaptación por parte de los agricultores.

Filosofía de la suficiencia para la agricultura de pequeña escala

Desde la perspectiva del pequeño agricultor, la suficiencia económica es percibida como un conjunto de principios y prácticas que permiten aprovechar los recursos y ser resilientes ante los fenómenos climáticos. La filosofía de la suficiencia se fundamenta en el principio del justo medio como camino para orientar y evitar los extremos en un contexto dominado por el cambio constante. Para ello se aplican tres componentes básicos: moderación, razonamiento y prudencia, que son remarcadas bajo el conocimiento y la virtud.

Sobre la base de los principios de la filosofía de la suficiencia económica y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Tailandia elaboró un informe donde se da cuenta de las iniciativas llevadas a cabo con el fin de avanzar en los 17 ODS. Desde esta perspectiva, el objetivo 2 de hambre cero es descrito para el caso tailandés como uno de los más significativos debido a que el país cuenta con una larga tradición agrícola, enfocada en la producción de alimentos.

De esta manera, el informe explica que la pobreza y el hambre ocurre cuando los agricultores dejan de producir alimentos para su propio consumo y, por el contrario, incursionan en los cultivos comerciales, los que en su devenir producen incertidumbre y explotación excesiva de los recursos naturales. De tal manera, la filosofía de la suficiencia promueve una agricultura respetuosa con el medio ambiente, baja en productos químicos y fundamentada en la moderación y la satisfacción.

No obstante, la lógica de la suficiencia se traduce en un principio básico para el uso del suelo y su protección ante las variaciones radicales del clima y las fluctuaciones comerciales. Se trata de la fórmula 30-30-30-10, esto significa que los agricultores usen un 30 por ciento de su terreno para reservar el agua que requieran sus cultivos en el año, un 30 por ciento para arroz, un 30 por ciento para frutas, verduras y especies herbarias, y un 10 por ciento para la residencia. Para lograr aquello se requiere una extensión de terreno entre 1,6 y 2,4 hectáreas.

Otra de las iniciativas es el huerto escolar con el fin de alimentar, pero también de que niños y jóvenes tomen conciencia sobre la importancia de los alimentos. De esta manera, cultivar vegetales, criar aves y pescados son parte de las actividades curriculares de las escuelas, con estos productos además de proveer alimentos en momentos de escasez, se imparten valores relacionados con la resiliencia, el trabajo duro y la perseverancia. A esto se suma la posibilidad de que los alumnos además de producir consuman alimentos saludables.

Por último, el uso y respeto de los bosques nativos es un valor pero también una forma de aprovechar los recursos que hay en ellos. De manera directa, entre el monarca y el pueblo agricultor, se han llevado a cabo proyectos para proteger las especies nativas, ya que representan un banco de especies vegetales que pueden ser consumidas. Un ejemplo es lo que se realizó en la provincia de Mae Hong Son, donde los bosques son protegidos por las comunidades para utilizarlos de forma sostenible en la crianza de aves nativas, que les permita alimentarse y comerciar en una pequeña escala.

Análisis desde la realidad chilena

Desde una perspectiva global y nacional, Yerko Castillo, investigador del Centro de Estudios Ambientales de la Universidad Austral de Chile (UACh) señaló en relación al ODS 2 que, para avanzar en erradicar el hambre hay que comenzar por cambiar el modelo productivo que produce y desperdicia muchos alimentos. “En primer lugar desperdiciamos más de un tercio de la comida que se produce. En segundo lugar el problema es que se dedica una proporción gigantezca del suelo para el ganado, porque estamos alimentando 10 veces más a animales y a ganado, dado que eso es rentable, porque principalmente en los países industrializados la dieta con base en carne es común. Entonces sale más rentable alimentar a animales que a humanos. Esto es triste entendiendo que hay mil millones de seres humanos con problemas de malnutrición. Por eso es que diría que el hambre en el mundo responde a un problema político y de intereses, pero también de quien se hace cargo de este problema, porque muchos de los problemas ambientales quedan en tierra de nadie o tomados por órganos de asistencia de la ONU”, comentó.

En relación a los suelos, comentó que el cambio climático estaría afectando indirectamente los suelos, salvo donde hay desertificación. “En el caso de Chile esto se da en la Cuarta y Quinta Región, donde tenemos zonas que recién empiezan a desertificarse y otras donde esto ya es una realidad. De esta zona hacia el sur la erosión del suelo tienen que ver más con las actividades productivas, con el agua y como esta se asigna. Actualmente estamos en un período de sequía que comenzó el 2010, pese a las lluvias del año pasado los indicadores muestran que seguimos en el ciclo de megasequía, esto se puede ver en el informe que se llama La Megasequía: una lección para el futuro del (CR)2”, agregó.

Sobre la necesidad de disminuir el impacto ambiental de la agricultura a gran escala y favorecer la producción de pequeños y medianos agricultores, Castillo afirmó que esta tendría un impacto más favorable en el suelo. “Según la lógica del mercado y la eficiencia se tiene que producir más con menos recursos, pero esto genera problemas ambientales, es decir, si hay un latifundio mecanizado produce más que pequeños y medianos predios. En esto se ve más el beneficio económico que el perjuicio en el medioambiente, porque el riego con químicos impacta en la biodiversidad, se contamina el suelo y el agua, pero esto no se contabiliza dentro de los beneficios económicos", sostuvo.

En la misma línea, comentó los beneficios de entregarle más derechos a los agricultores de menor tamaño. "Por eso siempre es rentable destruir el medioambiente, o contaminar con carbón, petróleo o gas. Con esta lógica se pretende descentralizar ese modelo y hacer que en el fondo haya más pequeños o medianos agricultores, que tengan trabajo y que tengan asegurada su alimentación, porque también estarán trabajando, tendrán ingresos y todo lo que genera la actividad económica. Se reducirían, por ejemplo, algunos costos ambientales porque habría mayor diversidad de cultivo, lo que llevaría a más flora y fauna. En vez de que haya una gran mega industria que acapare todos los beneficios y los productos agrícolas, que eso se distribuya como antes, porque la lógica del mercado dice que tenemos más cantidad de productos disponibles y más baratos, así la gente puede comprar más, pero lo que pasa en la práctica es que la gente del campo tiene escasos recursos y no pueden competir con los grandes productores, tampoco tienen dinero por lo que no pueden comprar los productos, aunque estén más baratos", sentenció.


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