Cargando...
  • Alto contraste

Asia Pacífico | Observatorio Parlamentario

Turisteando en zona hostil: Una visita a Panmunjom, Corea

19 mayo 2008

The visit to the area at Panmunjon will entail entry into a hostile area and possibility of injury or death as a direct result of enemy action. «La visita a la zona de Panmunjom implicará la entrada a una zona hostil y la posibilidad de sufrir heridas o la muerte como directo resultado de la acción enemiga»

The visit to the area at Panmunjon will entail entry into a hostile area and possibility of injury or death as a direct result of enemy action. «La visita a la zona de Panmunjom implicará la entrada a una zona hostil y la posibilidad de sufrir heridas o la muerte como directo resultado de la acción enemiga»

Así se iniciaba la Declaración que todo visitante a la Zona Desmilitarizada Conjunta ínter coreana (DMZ, por sus siglas en inglés), donde se halla Panmunjon, debía leer y firmar.

Mi mujer me dijo qué estábamos haciendo allí, qué era eso de área hostil y posibilidad de muerte, si estábamos de vacaciones. Si duda visitar un lugar único en el mundo, y con tanta historia detrás y simbolismo detrás, merecía algún grado de riesgo, ¡me decía yo!

Era la mañana de nuestro primer día en Corea del Sur y estábamos en el Centro de Visitantes del Ejército de los EE.UU., en el centro de Seul, donde se nos indicaba como debíamos comportarnos una vez que llegásemos a Panmunjon, justo en el límite con Corea del Norte.

Un amigo ya nos había dicho que nuestra ropa debía ser sobria, preferentemente ropa de vestir, nada de buzos ni zapatillas. De hecho, está prohibido llevar ropa vaquera porque unos años antes los norcoreanos habían acusado a los soldados surcoreanos de ir vestidos como estadounidenses. Ellos toman fotos y utilizan después ese material para adoctrinar al pueblo norcoreano en contra de Corea del Sur y de Occidente, nos dijeron.

Nuestro comportamiento debía ser siempre serio. Abrazos, demostraciones de afecto, risas ni carcajadas debían ser inhibidas, se nos agregó. Tampoco se pueden hacer gestos que puedan interpretarse como una provocación. Nuestros movimientos debían ser predecibles y debíamos permanecer junto al grupo de visitantes en todo momento.

El trayecto de 40 kilómetros en el bus duró algo así como una hora, pero fue como regresar 50 años atrás.

Tomamos la carretera de la Unificación, que lleva a la frontera norcoreana, camino que de ruta internacional poco tiene, toda vez que termina en un puente cerrado (el puente del no retorno, le dicen), en Panmunjom. En dicha aldea se firmó el armisticio en julio de 1953.

El lugar -neutral aunque dividido entre los dos países- está vigilado por tropas escogidas de sus ejércitos, en permanente estado de alerta, tutelados por la Neutral Nations Supervisory Comission, que depende de Naciones Unidas.

Esta área forma parte de la zona desmilitarizada (DMZ), de 256 kilómetros de largo y dos kilómetros de ancho por cada lado, que delimita la separación entre las dos Coreas, fijada en el paralelo 38.

En el lugar existe un complejo militar de envergadura, tanto del lado surcoreano como norcoreano, donde ocasionalmente se reúnen los representantes de las dos Coreas, asistidos por países neutrales (Suecia y Suiza, por ejemplo) y otras Partes interesadas (los EE.UU. y a República Popular China), a tratar temas de comunicaciones, comerciales, deportivos, alimenticios, familiares, etc. Más que todo para manejar de alguna manera normal la relación intercoreana, pese que la paz no ha sido firmada y a que ninguna de las dos partes se declaró vencida.

Es un lugar relativamente extraño! Más allá de la aldea rural de Panmunjom propiamente tal, hay diversas edificaciones, pocas con apariencia militar, pero todas prefabricadas. Unas son museos, donde abundan las fotografías y las piezas y equipos militares. Éstas son observadas por dos gigantescas astas de bandera, de 160 metros de altura, una en la zona sur y la otra en la zona norte de la DMZ, donde flamean las banderas surcoreana y norcoreana respectivamente. Dicen que las astas tenían alturas y tamaños corrientes hacia 1953, pero fueron creciendo con los años, hasta alcanzar la envergadura colosal que exhiben hoy.

Las edificaciones surcoreanas están resguardadas no sólo por soldados coreanos, sino también por tropas norteamericanas, que permanecen en Panmunjon poco tiempo para evitar que las medidas de alerta máxima se relajen. Nos sorprendimos de encontrarnos con algunos soldados puertorriqueños, por lo que la visita al museo del complejo fue en castellano.

Todos ellos reciban paga extra, pues están en zona hostil. Además, todos son cinturón negro y cuando están de guardia, deben permanecer en actitud firme, con los brazos rígidos y los puños cerrados, de pie y enfrentando al soldado norcoreano que está en idéntica posición, al otro lado de la línea divisoria, mirándolo fijamente.
Escaleras abajo del complejo existen unas casas rectangulares prefabricadas. La mitad de ellas están en el lado surcoreano, la otra en el lado norcoreano. Ahí se realizan los teatrales encuentros intercoreanos.

En tiempos calmos, éstas están abiertas a los visitantes y uno puede visitar todas sus esquinas. Sin embargo, pocos lo hacen. El lado septentrional de las construcciones aleja -con sus malas vibraciones- a cualquier visitante. ¡Quizás los visitantes norcoreanos dirán lo mismo de la parte meridional!

Una línea pintada que atraviesa todo, de un lado al otro, marca el límite.

Encima de ella hay dos banderas, una surcoreana, la otra norcoreana. Uno quisiera pensar que son banderas de sobremesa. ¡Nada! Tienen a lo menos un metro de altura, toda vez que -dicen- desde que se hicieron las primeras conversaciones tras el armisticio, cada parte se presentaba con una banderita ligeramente más grande que la otra, para marcar poderío y presencia. Ni corta ni perezosa, en el siguiente encuentro, la otra parte hacia lo mismo. Cuento corto, hoy vemos banderas en astas de a lo menos 1 metro de alto, demasiado grandes para estar puestas sobre una mesa.

Desde el centro de visitantes, uno puede ver dos caseríos. En el sur está Taesong-dong (el pueblo de la libertad), donde viven en permanente tensión varias decenas de familias. En el norte queda Kijong-dong (el pueblo de la paz), a la que los del sur llaman Villa Propaganda, pues allí, en realidad, viven pobladores escogidos por el régimen norcoreano, como una muestra seleccionada, que va cambiando cada cierto tiempo (¿quizás para que no huyan?).
Pero desde una y otra aldea suenan los altavoces de la propaganda, consignas capitalistas contra lemas revolucionarios. «Nuestro líder unirá la patria», se escuchaba desde el norte. «La reunificación está más cerca», clamaban desde el sur.

Pese a todos los avances y circunstancias en la península coreana desde ese enero de 1996, la Declaración con que inicio estás líneas aún debe ser firmada por los visitantes. Con todo, los turistas han aumentado!

Comentarios

NOTA: como parte de su misión de promover el debate informado, respetuoso, tolerante e inclusivo, que permita vincular la labor de nuestro Congreso Nacional con la ciudadanía, la BCN se reserva el derecho de omitir comentarios y opiniones que pudieren afectar el respeto a la dignidad de las personas o instituciones, en pos de una sana convivencia democrática.

Videos AP

Selección de videos sobre Asia Pacífico