Labor Parlamentaria
Participaciones
Disponemos de documentos desde el año 1965 a la fecha
Antecedentes
- Senado
- Sesión Ordinaria N° 1
- Celebrada el 01 de octubre de 1996
- Legislatura Extraordinaria número 334
Índice
Cargando mapa del documento
El señor
Señor Presidente , señores Senadores, señora Margarita Riofrío de Merino , señores Almirantes, señores oficiales y suboficiales en servicio activo y en retiro, señoras y señores.
Un ilustre, un gran Almirante, recibe hoy el homenaje del Senado de la República de Chile y, a través de estas palabras, de los Senadores de Renovación Nacional y del Comité de Senadores Independientes.
Cuando solicitamos rendir este merecido reconocimiento -que el Honorable Senado reserva a distinguidos compatriotas- lo hicimos, por encima de pasiones y circunstancias, como una expresión imperativa del agradecimiento que muchos chilenos debemos a una personalidad cautivante y de rasgos providenciales como lo fuera en vida el Almirante don José Toribio Merino Castro.
En la vida y trayectoria de las naciones, de las sociedades o de las instituciones, son los hombres quienes hacen posible que ellas sean distinguidas y respetadas. Por lo demás, así lo recordaba el propio Almirante al hacer entrega del mando de la institución que sirviera por más de 54 años, 16 de los cuales fue su Comandante en Jefe.
Decía: "Os repito como lo he hecho a través de mi carrera, sois vosotros lo hombres los que hacéis que esta Institución" -refiriéndose a la Armada- "sea respetada y admirada tanto en la Patria como en el extranjero. Ésta es nuestra herencia, la recibimos del pasado y debemos mantenerla en el futuro.".
Esas palabras cobran vigencia y relieve al recordar la trayectoria de este hombre singular, quien hizo de Dios, de Chile, de la Armada y de su familia el cuadrilátero esencial de su vida.
En su postrer despedida, en un acto de sobrecogedora solemnidad y respeto, fuimos testigos del dolor y recogimiento con que los hombres de mar despedían al insigne Almirante; y aún flotan al viento las palabras finales con las que el actual Comandante en Jefe de la Armada , don Jorge Martínez Bush , lo despedía en nombre de aquellos que hicieron la gigantesca guardia de honor de su último trayecto:
"Señor almirante, sabemos que su alma ha llegado al Puerto final, donde lo esperaba el Señor, luego de su última y definitiva singladura; los ángeles lo han acompañado para ello. A Él, le imploramos para que lo reciba como al hijo que lo amara tanto; y a nuestro Almirante, no le pedimos que implore por nuestra por nuestra República y su Armada ante el Todopoderoso, porque sabemos que, sin necesidad de solicitud alguna, rogará también sinceramente por su patria y su institución, pues las llevaba arraigadas desde siempre en lo más profundo de su corazón de marino ejemplar y patriota por excelencia.".
Estas sentidas palabras, encierran la expresión palpitante de una personalidad cuya visión cristiana está descrita en forma constante y permanente en su vida. A la Biblia católica la describía en alguna oportunidad, como la "Ordenanza que nos da el rumbo a la vida eterna".
A esta visión cristiana, se unía su permanente preocupación por la preservación de la identidad histórico-cultural de nuestra patria, la defensa de la integridad moral y física de la nación y los principios superiores y permanentes de nuestra nacionalidad.
Su profesionalismo y calidad le permitieron siempre separar y distinguir de modo sobresaliente sus altas responsabilidades como Comandante en Jefe de la Armada y sus funciones como miembro de la Junta de Gobierno, en especial, las legislativas.
Aquí cabe profundizar en lo que fue una obra maciza y trascendente: el inmenso legado de crear el marco legal para echar los cimientos y proyectar a nuestra nación por los amplios caminos de su reconstrucción económica y social. Esta institucionalidad que reconoce la importancia de la capacidad y responsabilidad individual con el verdadero sentido del orden subsidiario del Estado.
Más allá de las visiones y consideraciones que podamos tener frente a los hechos sucedidos en nuestra querida patria, nadie puede desconocer la inmensa obra del Gobierno de las Fuerzas Armadas y de Orden y, dentro de ella, la acción tenaz, consecuente y firme en sus convicciones del gran Almirante.
Fuimos testigos de su permanente acción para que las libertades políticas y económicas se conjugaran dentro de una institucionalidad que con algunas perfecciones hoy continúan dándonos el marco de estabilidad tan esencial para perseverar en el mejor desarrollo del país, como nunca antes fue posible construir en este siglo.
A la Constitución Política de 1980 debemos sumar las más de mil leyes que llevan la firma del ilustre Almirante y los 3 mil 660 decretos leyes que complementan su labor legislativa, que cumpliera a cabalidad por más de dieciséis años.
Pero su vocación de hombre de mar no le abandonó jamás y la preocupación del gran Almirante por el desarrollo marítimo y pesquero de nuestro país no sólo queda de manifiesto en la consolidación de nuestros intereses marítimos soberanos y como promotor infatigable del aprovechamiento de sus ingresos y recursos: la Sociedad Nacional de Pesca, en su asamblea general del 3 de septiembre pasado, destacaba el rol del ilustre Almirante, señalando que la industria pesquera chilena, entre los años 1974 y 1989, arrojaba resultados impresionantes. En dicho período, los desembarques pesqueros pasaron de 1 millón 135 mil toneladas a 6 millones 770 mil, y las exportaciones del sector crecieron veinte veces, con lo cual la importancia de los recursos marinos en las exportaciones del país pasaban de 2,5 por ciento a 11,3 por ciento.
Así se va delineando la figura singular de un gran Almirante que jamás dejó de impresionar por su autenticidad y consecuencia.
Su humor y perspicacia, tan propios de su personalidad, eran aguardados con expectación y, por qué no decirlo, con una sonrisa, pues fue un hombre cuya grandeza no le impedía un fino sentido del humor. Cómo no recordar esa faceta en un martes como hoy.
Su sentido familiar lo expresó ejemplarmente junto a su señora, doña Margarita Riofrío , sus hijas y nietos, que recibieron cariño y afecto. Él siempre entendió a la familia como el núcleo esencial de nuestra nacionalidad y primer fortín de nuestra civilización cristiana.
A ellos les hacemos llegar los sentimientos de pesar que nos embargan y, al mismo tiempo, expresamos la admiración y el respeto que Chile y los chilenos tendremos para siempre de un ilustre Almirante y de un gran patriota.
He dicho.