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Antecedentes
  • Senado
  • Sesión Ordinaria N° 36
  • Celebrada el
  • Legislatura Ordinaria año 1968
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Homenaje
HOMENAJE A LA REPUBLICA POPULAR DEMOCRATICA DE COREA.

Autores

El señor CHADWICK.-

Señor Presidente :

Los socialistas populares rendimos homenaje a la República Popular Democrática de Corea, en el vigésimo tercer aniversario -cumplido el 15 de agosto pasado de la liberación del yugo colonial del imperialismo japonés.

Es una fecha gloriosa para la noble nación coreana.

Los pueblos de Asia, Africa y América Latina la conmemoran con orgullo y, al recordar esa victoria de la causa común, confirman su solidaridad con la República Democrática de Corea en esta hora cuajada de amenazas que emergen de la agresión permanente del imperialismo norteamericano, que impone la división del país, la inicua explotación de la población que quedó al sur del paralelo 38, el gobierno títere de esa parte de Corsa y el reclutamiento de fuerzas mercenarias para hacerlas combatir en contra del heroico pueblo de Vietnam.

La República Popular Democrática de Corea es la expresión de la soberanía de una nación cuya individualidad se ha formado en el transcurso de más de cinco mil años, de raza, homogénea, con una cultura autóctona en que han germinado los más altos valores humanos, que se distingue por la armoniosa integración de sus bellas tradiciones populares al impulso de su asombroso progreso colectivo.

Luminoso ejemplo para la humanidad, el pueblo de Corea enseña, con su victoriosa experiencia, que la lucha contra el imperialismo es el requisito ineludible de la liberación nacional y que esta última es la condición igualmente necesaria del bienestar y el progreso de los países atrasados.

La experiencia de Corea enseña, también, que ninguna represión puede ahogar definitivamente el movimiento de liberación nacional si éste tiene una dirección política fiel a los intereses fundamentales de los trabajadores de la ciudad y del campo.

Enseña, además, que el poderío militar, tecnológico y financiero del país opresor no lo hace invulnerable y, por él contrario, termina por ceder y derrumbarse a la presión de los acontecimientos que por sus 'propias contradicciones engendra.

Enseña, por último, que no hay país pobre a perpetuidad, por bajos que sean los niveles de producción durante el dominio extranjero y por grandes que aparezcan los déficit de educación y equipamiento, y que para superar esa inferioridad nacional se requiere desatar la capacidad creadora del pueblo, recuperar su soberanía plena sobre los recursos naturales, dar inversión social a todo excedente del trabajo, en una economía planificada en función del desarrollo y de acuerdo a las prioridades determinadas por el interés colectivo.

La lucha anti japonesa.

La nación coreana jamás se resignó al vasallaje colonial.

El primer Gobernador japonés de Corea, murió a manos de un patriota a quien no pudieron impedir los centinelas que debían conducirlo al cadalso que, desgarrándose con sus dientes las arterias de su brazo, escribiera con sangre en el muro de la celda la leyenda inconclusa que desde entonces inspira a los artistas coreanos: "El más hermoso país...".Ese gesto no fue un hecho aislado.

Durante siglos, los coreanos resistieron muchas invasiones y se sobrepusieron a las dominaciones de mongoles y chinos, derrotaron diversas tentativas de los japoneses de la misma índole y destruyeron expediciones norteamericanas que alentaban iguales propósitos.

Esa cohesión y fortaleza del Estado coreano que existía desde el siglo VII de nuestra era, por fusión de los tres reinos feudales centralmente organizados, se fueron perdiendo, sin embargo, a medida que se hicieron inoperantes los encuadramientos de una sociedad feudal que se disolvía y corrompía al no poder superar sus antagonismos de clases.

El edicto de 29 de agosto de 1910 anexó Corea al Japón, hizo desaparecer totalmente su soberanía y le impuso el estatuto de colonia.

Su justificación fue del más frío cinismo y se hizo consistir en la necesidad de "mantener una paz duradera en el Oriente". En esa región del mundo, Japón, aliado de Inglaterra, vencedor de la. China imperial y la Rusia zarista, nada podía temer de la pequeña Corea desprovista de armamentos y entregada desde 1876 a su voracidad.

"Mantener la paz en el Oriente" significaba la instalación de autoridades, policías y ejércitos japoneses en el país coreano para servir a los grupos financieros que necesitaban una mayor acumulación de capitales mediante el control indiscutido de la obra de mano barata, la explotación de los recursos naturales, especialmente sus yacimientos mineros, y el mercado para sus artículos manufacturados.

La opresión colonial japonesa del pueblo coreano llevó la explotación de los obreros y campesinos a las peores condiciones de vida. Los campesinos debían entregar hasta, ocho décimas partes de sus cosechas a sus amos feudales y los obreros eran obligados a trabajar, día y noche, como bestias de carga, semidesnudos, hambreados, enfermos y en total ignorancia, hasta hacerlos morir prematuramente, a menos que los dejaran vagar lisiados, a la aventura y sin ninguna esperanza. Los estudios posteriores que se han hecho de esa realidad social, demuestran que los ínfimos salarios del obrero coreano no alcanzaban al 50% de las más bajas remuneraciones de los obreros de la metrópoli, cuyos ingresos eran, a su vez, los más miserables del mundo capitalista.

Esa explotación se ensañaba, con las mujeres y los niños, a los cuales ningún derecho les era reconocido ni les otorgaba asistencia social alguna.

El 19 de marzo de 1919, estalló en Seúl la insurrección de todas las clases y capas sociales, que se propagó por todo el país, con participación activa de más de dos millones de personas. No fue dominada hasta diciembre de es-a año. Sus protagonistas principales fueron los trabajadores, a los que se sumaron los estudiantes y ciertos grupos de intelectuales. Los conductores espontáneos de esta insurrección nacional y sus más activos participantes fueron implacablemente asesinados. Esa fue la suerte que corrieron más de 7.500 coreanos. Sería imposible precisar el número de los heridos y encarcelados con ocasión de las 3.200 manifestaciones antijaponesas realizadas en 1919.

La clase obrera pasó, desde entonces, a encabezar la lucha de liberación nacional. Los actos de resistencia de personas aisladas o grupos pequeños, propios de las capas burguesas con sentido patriótico, fueron sustituidos por las acciones de masas.

La represión japonesa fue tan cruel, permanente y generalizada que centenares de miles de familias coreanas abandonaron temporalmente el territorio patrio, yendo a buscar refugio a la zona boscosa de la Manchuria limítrofe, para salvar a sus mujeres y niños, y organizar la resistencia y continuar la lucha.

Entre los obligados a trasponer la frontera de la patria, se contaba una familia de origen campesino, cuyo padre, un profesor, se había distinguido por su abnegada adhesión al movimiento popular. Un hijo suyo, de siete años de edad, al tomar la pequeña embarcación que le haría cruzar el río que lo separaba de Manchuria, expresando la emoción de todos, levantó su brazo y juró no volver sino cuando pudiera libertar a su patria. Ese niño era Kim II Sung.

La lucha por la independencia nacional fue un incesante combate de las masas que debieron pasar de las acciones espontáneas, desorganizadas y desprovistas de cohesión política, al plano superior de una estrategia y tácticas revolucionarias, en base a un programa, un pensamiento político y un partido.

El 10 de junio de 1926, hubo una verdadera explosión de la furia anti japonesa del pueblo, que aumentaba día tras día bajo la cruel política de saqueo colonial. Los manifestantes chocaron con los policías armados del imperialismo japonés y centenares depersonas quedaron heridas a bala y nuevamente se procedió a encarcelamientos masivos de los patriotas.

En el año 1929, durante seis meses, 60 mil estudiantes participaron en la lucha abierta anti japonesa.

Finalmente, los más conscientes y activos combatientes de la resistencia coreana tuvieron por programa común la revolución democrática antimperialista y anti feudal; una estrategia básica, el frente unido nacional anti japonés, y, como táctica revolucionaria, la organización del movimiento popular en apoyo de la lucha armada que tenía su retaguardia en los bosques de Manchuria.

Estas decisiones tomaron forma concreta en la Asociación para la Restauración de la Patria, fundada bajo la dirección de Kim II Sung, el 5 de mayo de 1936, cuya organización se extendía en toda la región de Manchuria, y que llegaba a las más apartadas regiones de Corea. Su pensamiento teórico se difundía por el periódico mensual Samil Wolgan, y a poco tiempo de su fundación, la Asociación para la Restauración de la Patria reunió a las más amplias fuerzas patrióticas del pueblo coreano bajo la dirección de los marxistasleninistas que constituían el Partido Comunista Coreano.

La consolidación de las bases programáticas, ideológicas, estratégicas y tácticas del movimiento popular coreano, hizo posibles victorias guerrilleras memorables sobre el ejército de ocupación japonés, como la de Bochombo, en 1937, y la de Musan, en 1939, y preparó, finalmente, la derrota definitiva de la potencia colonial, por la acción de los revolucionarios coreanos, apoyados por el Ejército Rojo de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas.

El período de la liberación, el establecimiento del poder democrático, la división del país y la nueva colonización al sur del paralelo 38.

La derrota japonesa, desde el primer momento, puso de manifiesto la oposición política que separaba a las fuerzas que la habían obtenido en el extenso teatro de las operaciones del Extremo Oriente: el movimiento popular de los países oprimidos por ese imperialismo en estrecha unión con los ejércitos de la Unión Soviética, por una parte, y, por otra, las fuerzas militares de los Estados Unidos.

El ejército soviético emitió la siguiente proclamación de los fines que perseguía:

"¡Pueblo coreano!

"Corea ha llegado a ser un país libre. Sin embargo, ésta es sólo la primera página de la historia coreana. Un hermoso y fructífero huerto es el resultado del vigor y el trabajo del hombre. Así, la felicidad del pueblo coreano será obtenida sólo por la heroica lucha y los tenaces esfuerzos que ustedes los coreanos realicen.

"¡Coreanos! Recuerden que tienen su felicidad futura en sus propias manos. Han obtenido libertad y emancipación. Ahora todo está a disposición de ustedes. El Ejército soviético facilitará al pueblo coreano todas las condiciones para que éste comience libremente su trabajo creador. Los coreanos deben convertirse en los forjadores de su propia felicidad."

Muy distinto fue el lenguaje, las decisiones y las finalidades del desembarco norteamericano en el Sur de Corea, a pretexto de colaborar en la operación de desarme de los derrotados ejércitos japoneses.

En la Proclama Nº 1 del General Douglas Mac Arthur, se lee:

"Como Comandante en Jefe de las Fuerzas del Ejército de los Estados Unidos en el Pacífico, establezco la administración militar sobre el territorio de Corea, al Sur del Paralelo 38 de Latitud Norte, y el pueblo de éste, y por la presente proclamo los términos de ocupación como sigue:

"Todos los poderes del gobierno sobre el territorio de Corea, al Sur del Paralelo 38 de Latitud Norte, y sobre el pueblo que lo habita, serán, por el momento, ejercidos bajo mi autoridad. Todas las personas obedecerán mis órdenes o las órdenes dictadas con mi autoridad. Los actos de resistencia a la fuerza de ocupación o cualesquiera actos que puedan perturbar el orden público y la seguridad serán castigados severamente.

"Para todos los fines, durante la administración militar el inglés será el idioma oficial."

El pueblo coreano, que había madurado políticamente en la lucha contra el imperialismo japonés, organizó los Comités Populares Locales, como centros de poder democrático, integrados por representaciones de obreros, campesinos y demás capas de la población, sin más exclusión que la de aquellos sectores que habían sido cómplices del poder colonial derrotado.

En febrero de 1946, los delegados de los Comités Populares Locales crearon el Comité Popular Provisional de Corea del

Norte, que llevó a cabo las tareas de la revolución democrática antimperialista y antifeudal en Corea del Norte.

En noviembre de 1946, se renovaron democráticamente los Comités Populares de las Provincias, ciudades y distritos de Corea del Norte, y en febrero de 1947, se verificó el congreso de estas entidades democráticas, que creó la Asamblea Popular de Corea del Norte, como órgano supremo de Poder. Esta Asamblea, a su vez, organizó el Comité Popular de Corea del Norte, como órgano supremo ejecutivo.

Estas estructuras políticas democráticas, que el pueblo soberano se dio a sí mismo para ejercer su capacidad de decisión en los problemas públicos, se utilizaron en las tareas definidas en el programa de lucha anti Japón esa, especialmente en la reforma agraria y la nacionalización de las empresas imperialistas.

Se empezó por hacer el censo de los terratenientes, de sus tierras y otros medios de producción; se fundaron 2.255 comités rurales que pasaron a ser los núcleos de promoción de la reforma agraria entre las masas campesinas, y se les confió la ejecución directa de la extinción del dominio feudal de los antiguos terratenientes, que se habían amalgamado con la potencia colonial, cuando no eran directamente japoneses establecidos en el país después de 1910, al amparo del terror de la ocupación militar.

Todas las fábricas, minas, plantas eléctricas, ferrocarriles, medios de comunicación, bancos y establecimientos del gran comercio distribuidor que los imperialistas japoneses habían montado y explotado con el sudor, la miseria y la sangre del pueblo coreano, pasaron a ser de éste, su único y legítimo dueño.

Junto con estas medidas básicas de la revolución democrática anti feudal y antimperialista, el poder soberano del pueblo en Corea del Norte promulgó la ley del Trabajo, que emancipó a los obreros y empleados de las forzosas y agobiantes condiciones que les había impuesto el bárbaro dominio colonial.

En violento contraste con la liberación política y económica del Corea del Norte, el ejército de los Estados Unidos, estacionado en Corea del Sur, emprendió una política de esclavitud colonial. Para llevarla a, la práctica, suprimió la iniciativa democrática de la nación liberada del yugo japonés, aplastando todas las fuerzas que pudieran sostenerla, persiguiendo y encarcelando a los integrantes de los Comités Populares. Al mismo tiempo, después de disolver estos Comités, impuso la administración local militar en todas las ciudades, aldeas y villorrios.

En vez de distribuir la tierra entre los campesinos, los explotaron con igual crueldad que los japoneses, a través de la llamada "Compañía de Nueva Corea", establecida como instrumento de saqueo. Se trataba sólo de un cambio de nombre y un traslado de poder de la antigua "Compañía de Explotación Colonial del Oriente" de los imperialistas japoneses, que pasó a operar, bajo la nueva designación, en manos de los ocupantes recién llegados, que se constituyeron en dueños de las tierras que pertenecían a la Compañía japonesa, acrecentadas con las de los particulares de la misma nacionalidad.

Con arreglo a las disposiciones de la ley de la ocupación americana, llamada "Ley sobre disposición de la propiedad enemiga", los hombres de negocio americanos tuvieron la primera prioridad para apropiarse de las fábricas y empresas dejadas por el imperialismo japonés, sin perjuicio de que las demás inversiones fueran entregadas a los grupos pro japoneses y aun a particulares de esa nacionalidad que colaboraban con las autoridades militares de ocupación.

Escindido en dos, el pueblo coreano tenía, en la parte norte, la liberación nacional, la tierra en poder de los campesinos, la nacionalización de las empresas imperialistas, la emancipación de los trabajadores,

y al sur del paralelo 38, la nueva esclavitud del colonialismo, el feudalismo acrecentado y la más inicua explotación de sus recursos económicos por el capital financiero extranjero.

En interés de la paz del mundo, el pueblo de Corea, a través de sus órganos de poder democrático establecidos al norte del paralelo 38, había aceptado, sin embargo, atenerse a los acuerdos de Potsdam, que le aseguraban, después de un período no superior a cinco años, a contar de junio de 1945, la unificación y la independencia nacional.

El 27 de diciembre de 1945 se había reunido en Moscú la Conferencia de los Tres Ministros de Relaciones Exteriores, encargada de dar las normas a que debería ajustarse el proceso de unificación de Corea y consagrar su independencia nacional. Una Comisión Conjunta de la Unión Soviética y los Estados Unidos había sido acordada para que tomara a su cargo el establecimiento de un gobierno democrático provisional para toda Corea.

Todo el pueblo de Corea del Norte y del Sur había dado pleno apoyo a las resoluciones de la Conferencia de Moscú de los Tres Ministros de Relaciones Exteriores. Así lo exteriorizaron en declaraciones, grandes mítines de masas y solemnes demostraciones. El Partido Comunista, junto con otros partidos políticos y organizaciones sociales de Corea del Norte, había emitido una declaración conjunta de apoyo a las resoluciones de dicha Conferencia. Igualmente, los partidos políticos y organizaciones sociales de carácter democrático de Corea del Sur, que resurgían pese a la administración militar americana, habían hecho otro tanto.

El establecimiento de un gobierno unido y la independencia nacional, ardientemente deseados, día a día, por el pueblo de Corea, habrían permitido la solución de cualquier problema político, siempre que éste no consistiera en la decisión del imperialismo norteamericano de hacer imposible ese gobierno unido y de ahogar la independencia nacional con la implantación de su propia y desvergonzada colonización del país.

Bien pronto, las fuerzas que ocuparon Corea del Sur se cuidaron de no dejar duda sobre sus verdaderas intenciones : atacaron y destruyeron los partidos políticos y organizaciones democráticas que habían apoyado las resoluciones de la Conferencia de los Tres Ministros de Relaciones Exteriores adoptadas con la hipócrita conformidad del Secretario de Estado de los Estados Unidos; disolvieron los Comités Populares Locales; encarcelaron a sus integrantes, como ya lo he recordado, y desencadenaron una típica operación fascista que denominaron la "campaña contra la administración fiduciaria", que extendió la delación y el terror por todas las ciudades, aldeas y villorrios de Corea del Sur.

La nueva agresión descarada contra el pueblo de Corea en el territorio al sur del paralelo 38, no se ahorraría ninguna de las cínicas maniobras que impúdicamente utiliza el imperialismo. Para realizar su malvada política de esclavitud colonial, el imperialismo rechazó abiertamente la proposición soviética de retiro simultáneo de las tropas soviéticas y norteamericanas de Corea, y de dejar luego la solución del problema coreano al pueblo coreano. En cambio, operando en la Asamblea General de las Naciones Unidas, sin permitir que los representantes del pueblo coreano pudieran hacerse oír, impuso la creación de una "Comisión de la O.N.U. para Corea".

Ya hemos visto que, en su tiempo, el imperialismo japonés recurrió al pretexto de "mantener una paz duradera en el Oriente", cuando se anexó Corea, en 1910; ahora, el imperialismo norteamericano, con igual cinismo, utilizaría la Organización de las Naciones Unidas con el mismo fin, venciendo la protesta de muchos de los países miembros.

En medio del terrorismo, la opresión, la corrupción y el chantaje, con el fin de perpetuar su ocupación en Corea del Sur, los imperialistas norteamericanos montaron la parodia de las elecciones de 10 de mayo de 1948, bajo la mirada complaciente de la Comisión de la Organización de las Naciones Unidas para Corea.

En el gobierno títere así constituido, tenía asignada la presidenciaSyngman Rhee, nacido en 1875, que los imperialistas habían trasladado desde los Estados Unidos, cuya ferocidad al servicio de sus amos extranjeros ha pasado a ser proverbial en el Oriente, y que se mantuvo por largos años en esas funciones abominables, hasta que el levantamiento del pueblo sudcoreano, en abril de 1960, lo hizo huir al extranjero.

Dos años antes que el imperialismo montara su gobierno títere en Corea del Sur, las fuerzas democráticas de Corea del Norte extremaron sus esfuerzos para profundizar el proceso de unidad nacional contra la opresión extranjera. ,

La fundación de un partido unido de las masas trabajadoras, por medio de la fusión del Partido Comunista de Corea del Norte y el Partido Neodemocrático, fue una medida directamente encaminada a robustecer la capacidad de lucha de obreros, campesinos e intelectuales trabajadores. Los comunistas habían sido los más fieles conductores de la resistencia coreana contra el imperialismo japonés, y el Partido Neodemocrático, organizado después de la liberación, había alcanzado ascendiente sobre los campesinos e intelectuales, por su programa que exigía para Corea un Estado democrático, poderoso y próspero, soberano e independiente.

Así nació el Partido del Trabajo de Corea del Norte, llamado a dar mayor solidez al Frente Unido Democrático Nacional, que contaba con el Partido Democrático de Corea, que agrupaba los comerciantes y empresarios medianos y pequeños de las ciudades de Corea del Norte, y con el Partido Chondokio Chongu, organizado por los creyentes de la región de Chondokio, y con otras organizaciones sociales democráticas.

Cuando ya se hizo definitiva e irrevocable la decisión norteamericana de infringir los acuerdos de Potsdam y la Conferencia de los Tres Ministros de Relaciones Exteriores en Moscú, se había consumado la división permanente de Corea, realizado la farsa de las elecciones de mayo de 1948, y establecido el gobierno títere de Syngman Rhee, el pueblo coreano, en agosto de ese año, realizó elecciones democráticas de los miembros de la Asamblea Popular Suprema. Este órgano del Poder Popular, fiel expresión de la soberanía nacional, proclamó en septiembre de 1948 la fundación de la República Popular de Corea, adoptó una constitución democrática y designó el único y legítimo gobierno del pueblo coreano, presidido por el Primer MinistroKim II Sung.

La victoria contra la, agresión militar norteamericana.

Mientras ocurrían en Corea los hechos políticos relatados, una depresión económica empezaba a desarrollarse en el mundo capitalista y extendía la alarma en los grupos financieros que temían la repetición de la crisis que siguió a la primera guerra mundial imperialista y desató las convulsiones sociales de los primeros años de la década del 20.

Ya no bastaban la mera ocupación militar de ciertos territorios extranjeros de alto valor estratégico, ni la nueva explotación colonial facilitada por los gobiernos títeres.

La preparación de la guerra pasó a tener una verdadera urgencia y uno de los teatros de operaciones que debía permitir desencadenarla fue Corea, la península que daba las ventajas del dominio del mar, el uso de la cadena de bases aeronavales del Océano Pacífico, el empleo del extraordinario poder de la Séptima Flota y la disponibilidad de las fuerzas ofensivas acumuladas en el Japón.

Una vez más, la guerra como negocio supremo, la guerra como la única medida neutralizadora de las tendencias al colapso por sobreproducción capitalista, la guerra como recurso obligado del propósito de dominación mundial.

Esa guerra fue preparada febrilmente por el imperialismo americano en Corea, en la falsa seguridad de que el retiro de las tropas soviéticas de Corea del Norte le dejaba el campo abierto. No le atribuía mayor poder defensivo al recién fundado ejército de la República Popular Democrática de Corea, que había sido organizado en 1948.

La orden de romper el fuego no fue dada hasta la última inspección en el terreno, por el verdadero conductor del Departamento de Estado de los Estados Unidos, Foster Dulles, entonces asesor por cuenta del Partido Republicano, en el Gobierno de Washington, que estuvo en el paralelo 38, acompañado de los más altos jefes militares del Pentágono, en los días anteriores al 25 de junio de 1950.

La primera ofensiva desatada fue inmediatamente rechazada por el heroico ejército regular de la República Popular Democrática de Corea, glorioso heredero de las tradiciones revolucionarias, de la valiosa experiencia de combate y del indomable espíritu de la lucha guerrillera antijaponesa.

Nunca el pueblo coreano había agredido una sola pulgada del territorio de los Estados Unidos, ni había lesionado en el menor grado su soberanía; jamás había cometido ningún acto hostil contra el pueblo norteamericano, ni había hecho el menor daño a la vida o propiedad de los habitantes pacíficos de los Estados Unidos, como lo recordó durante la lucha armada el Primer Ministro Kim II Sung.

Debió sufrir, sin embargo, que sus ciudades, aldeas y villorrios fueran arrasados; sus mujeres y niños asesinados; destruidos sus escuelas, sus fábricas, sus ferrocarriles, sus puentes y caminos.

Debió sufrir el exterminio de la vida humana por todos los medios que el imperialismo creyó conveniente utilizar, sinexcluir los gases tóxicos ni el cobarde empleo de la guerra bacteriológica.

Para escarnio de la Organización de las Naciones Unidas, esa guerra se hizo bajo su bandera y su nombre, y arrastrando a ella a. quince países miembros.

El movimiento popular chileno puede decir con orgullo que hizo fracasar la pretensión del imperialismo de transformar al Ejército chileno en carne de cañón de esa guerra de agresión contra el noble pueblo coreano.

Alentados por la solidaridad internacional de sus hermanos de clase, los obreros, campesinos e intelectuales trabajadores coreanos, con la generosa ayuda de los voluntarios chinos y el abnegado apoyo de todos los países socialistas, terminaron por derrotar al imperialismo americano, que debió volver a su punto de partida, después de tres años de guerra, y comprometerse a dar una solución pacífica al problema de Corea.

La derrota militar fue duro escarmiento para las fuerzas agresoras: tuvieron 1.093.839 bajas, entre muertos y prisioneros, de los cuales 397.543 fueron norteamericanos; 12.224 aviones, 3.255 tanques y carros blindados, 13.350 camiones y 7.695 cañones les fueron capturados, destruidos o averiados, y 257 buques de guerra hundidos o destruidos.

El pueblo coreano, con su heroísmo ejemplar, al doblegar la agresión y al vencer a las fuerzas del imperialismo, prestó un servicio inapreciable a la paz del mundo, puesto que impidió la propagación de la guerra y obligó a retroceder y rendirse a los que la habían desencadenado.

La violación de los acuerdos de armisticio y la negativa a establecer una paz duradera en Corea.

Los imperialistas derrotados en su guerra agresiva se vieron obligados a firmar, el 27 de julio de 1953, el Acuerdo de Armisticio, en el mismo lugar donde desencadenaron la guerra.

Quedó formalmente estipulado que a los tres meses siguientes a la firma del Acuerdo de Armisticio, se convocaría a una conferencia política para hacer de esa tregua una paz duradera en Corea y solucionar por la vía pacífica el problema coreano. .

Por iniciativa de la República Popular Democrática de Corea, se realizaron, desde octubre de 1953, en Panmunjom, las conversaciones preparatorias, pero finalmente los delegados norteamericanos se retiraron y la conferencia política no pudo realizarse.

Mientras aparentaban estar dispuestos a cumplir con las obligaciones contraídas en el Acuerdo de Armisticio, los imperialistas americanos concertaron en agosto de 1953 un nuevo instrumento jurídico con el Gobierno títere de Syngman Rhee, denominado "Pacto de Defensa Mutua de Corea del Sur y Estados Unidos", para legalizar la ocupación del territorio al sur del paralelo 38 e instalar allí una base atómica y de cohetes.

Ese pacto, que tiene vigor indefinidamente, según su artículo 6º, consigna en el artículo 4º que "La República de Corea concede, y los Estados Unidos de América lo acepta, el derecho de estacionar sus tropas de tierra, mar y aire en el territorio de la República de Corea y sus alrededores".

Poco tiempo después, el 17 de noviembre de 1954, se dio forma legal al mando de los imperialistas norteamericanos en el ejército títere de Sudcorea, mediante la firma de "El Acuerdo de Ayuda Militar y Económica entre Corea del Sur y Estados Unidos", que dispone en el artículo 2º que "mientras el Comando de las tropas de la O.N.U. asume la responsabilidad de la defensa de la República de Corea, el ejército de ésta se halla bajo el mando de operaciones de aquél".

Sin ningún escrúpulo por la opinión pública internacional, el imperialismo ha utilizado estos instrumentos jurídicos que le ha franqueado el Gobierno títere de Corea del Sur, para mantener una fuerza de guerra de 600.000 soldados del ejército satélite sudcoreano bajo el mando directo de los jefes norteamericanos, que tienen, además, un ejército propio de 60.000 hombres. Todos estos efectivos están dotados de las más modernas y mortíferas armas, incluidas la cohetería y las bombas atómicas.

Con estos recursos preparados para una acción inmediata, el imperialismo no ha cejado en su conducta que se encamina a provocar una nueva guerra de Corea. Hasta abril de 1968, los norteamericanos han realizado 54.800 actos agresivos por tierra, 990 por mar y 730 desde el aire. La República Popular Democrática de Corea ha debido dar inmediata y enérgica respuesta a esos actos de provocación, rechazando las patrullas armadas que se introducen en su territorio, derribando los aviones que violan su espacio aéreo, apresando o hundiendo a los buques de guerra que merodean en su mar territorial.

En el curso del presente año, los imperialistas no han podido ocultar el hundimiento de su barco de patrulla Nº 56 en el mar territorial de la República Popular Democrática de Corea, ni el apresamiento del barco espía armado "Pueblo", sorprendido en igual violación de la soberanía de esa república, ni el hundimiento de un tercer buque de guerra con toda su tripulación, en idéntica posición ofensiva.

¿Qué persiguen los imperialistas con esa política de hostigamiento constante, de continua provocación?

La respuesta correcta no es otra que la guerra, la nueva guerra de Corea, el exterminio de un pueblo pequeño, con un territorio reducido que no alcanza a más de la séptima parte del territorio chileno; de un pueblo que apenas cuenta con trece millones de habitantes; de un pueblo que ama la paz, porque acaba de sufrir los horrores de la guerra; de un pueblo que ama la paz porque vive en el socialismo, que , lo ha reintegrado a la dignidad y a la prosperidad del trabajo común en beneficio colectivo; de un pueblo que ama la paz porque ha conquistado la seguridad social, que es ocupación plena, ingresos cada vez más altos, educación para sus hijos, habitación higiénica, pensiones de vejez y de incapacidad física, desarrollo cultural, progreso científico y tecnológico; de un pueblo que ama la paz, porque en su bello país la vida es grata y los seres humanos son generosos y hospitalarios.

La política de hostigamiento constante y de continuas provocaciones imperialistas contra la República Popular Democrática de Corea culmina con el empleo de divisiones del ejército títere de Sudcorea en la guerra de agresión contra el pueblo de Vietnam.

Nada es más doloroso a la conciencia democrática del pueblo de Corea que la monstruosa indignidad y la vejación irritante de soportar esa afrenta. En los pueblos de Asia, Africa y América Latina, la agresión contra los campesinos vietnamitas llega al hombre común, lo hiere y lo afrenta. En Corea, como en Cuba, la solidaridad llega a la identificación, porque esos pueblos construyen el socialismo, han madurado políticamente y han sufrido la agresión abierta desatada por el imperialismo y están en la primera línea para cualquiera nueva invasión.

Los estrategas del Pentágono, diestros en la guerra sicológica, saben muy bien que el uso de las divisiones del ejército títere de Corea en la guerra de Vietnam, ostentoso entrenamiento y pérfida corrupción, no puede tener otra significación para la República Popular Democrática de Corea que acerar la punta de lanza que apuntará a su pueblo.

Nuestro homenaje.

En octubre de 1986, el Senador socialista que habla, tuvo la suerte de visitar la República Popular Democrática de Corea, como presidente de la delegación de este Honorable Senado, invitada por la Asamblea Popular Suprema de ese Estado.Allí vimos que no había árboles viejos, porque hasta el último bosque natural fue quemado con las bombas de "napalm" con que los aviones americanos tapizaron el país desde el 25 de junio de 1950 hasta el 27 de julio de 1953; que todas las construcciones eran recientes, fueran casas habitaciones, escuelas, hospitales, teatros, gimnasios, universidades, puentes, estaciones ferroviarias, etcétera, porque todo lo que se había construido antes de la guerra fue reducido a escombros y calcinado.

Vimos, además, los ríos canalizados, las portentosas obras de regadío que controlan los aluviones y las sequías, los campos magníficos en el esplendor de la devoción del trabajo humano que los fertiliza, los siembra con semillas seleccionadas, los hace fecundos y les da el superior destino de producir alimentos abundantes para su pueblo y traer la felicidad al campesino liberado en sus cooperativas de producción.

Vimos las industrias locales en las aldeas y villorrios, que hacen desaparecer la diferencia entre la ciudad y el campo, aseguran trabajo a los excedentes de población campesina y a las jornadas en el mal tiempo, cuando no son posibles las labores al aire libre.

Vimos el asombroso desarrollo industrial que abastece a la República Popular Democrática de Corea de más del ochenta y cinco por ciento de la maquinaria-herramienta, la maquinaria común y demás dispositivos de la técnica y la ciencia contemporánea.

Vimos las escuelas, los institutos de enseñanza media y de formación profesional, la universidad reservada a los estudios de postgraduados y a la investigación de la ciencia pura.

Nuestro testimonio podría prolongarse por horas en el relato de lo que la República Popular Democrática de Corea realiza por la salud de su pueblo, por el deporte, por la cultura.

Podríamos dar datos numéricos y citar estadísticas aceptadas por los organismos técnicos de las instituciones internacionales como auténticas, que demuestran que la economía planificada de la República Popular Democrática de Corea tiene la tasa de crecimiento anual más grande del mundo y que sus realizaciones son prodigiosas.

Todo es admirable, pero reservemos nuestro más alto homenaje al pueblo heroico, generoso, infatigable en el trabajo, cordial y hospitalario de la República Popular Democrática de Corea, a sus organizaciones democráticas, a sus conductores políticos, porque ellos han sido y porque ellos son baluarte de la paz y del socialismo, fortaleza de la lucha contra el agresor imperialista, avanzada de la humanidad del futuro que, amando la vida, dejará de temer a la, muerte.

¡Qué el pueblo de Corea recupere su unidad nacional!

¡ Qué el pueblo de Corea unido preserve su independencia plena!

¡Qué el pueblo de Corea unido e independiente continúe en la victoriosa senda del socialismo!

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