Labor Parlamentaria
Participaciones
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Antecedentes
- Senado
- Sesión Ordinaria N° 23
- Celebrada el 13 de julio de 1966
- Legislatura Ordinaria año 1966
Índice
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El señor
Señor Presidente:
El Comité Central del Partido Comunista de Chile me ha confiado la honrosa misión de rendir homenaje,, ante el Senado de la República, a Luis Emilio Recabarren, con motivo del 90º aniversario de su nacimiento.
Seguramente, se me ha dado este encargo en razón de haber tenido el privilegio de conocerlo personalmente y de haber trabajado junto a él, siendo distinguido con su amistad y confianza.
Mi intervención se apartará de la forma tradicional de los homenajes, ya que no tiene por objeto hacer propiamente la biografía de Recabarren, sino acopiar recuerdos y episodios relacionados con algunos aspectos de su vida y de su muerte.
Lo conocí a su llegada a Santiago, recién elegido Diputado por la provincia de Antofagasta, el año 1921, rodeado de una aureola de prestigio como luchador en beneficio de los trabajadores del salitre, creador de la prensa obrera y fundador del Partido Obrero Socialista.
Esta labor inmensa le había deparado el cariño y la admiración de los trabajadores de todo el país y, al mismo tiempo, el odio y las calumnias de la burguesía, que lo había hecho víctima de persecuciones y encarcelamientos.
Una de sus más vivas preocupaciones, después de vincularse con las organizaciones obreras de la capital, fue tomar contacto con los círculos estudiantiles. Visitó la Federación de Estudiantes de Chile, que en esa épeca actuaba estrechamente ligada a la clase obrera bajo el impulso de la Revolución Rusa. Eran los tiempos de Carlos Vicuña, Daniel Schweitzer, Pedro León Ugalde, Santiago Labarca, doctor Demaría, doctor Gandulfo, Schnake, Soto Rengifo, Meza Fuentes, Gómez Rojas y otros.
Su visita a la Federación de Estudiantes de Chile tenía por objeto, no solamente mantener las relaciones de recíproca solidaridad entre los movimientos obrero y estudiantil, sino, además, solicitar la ayuda de los estudiantes para la realización de su labor parlamentaria y la defensa de los trabajadores perseguidos.
Los dirigentes de la FECH, que manifestaban respeto y aprecio por él, lo acogieron con amplia y generosa cordialidad y, enterados de sus propósitos, le indicaron, respecto de estos últimos asuntos, ponerse en contacto con la Oficina de Defensa Jurídica para obreros, en la que yo trabajaba como estudiante de Derecho.
Se comprenderá la sorpresa y emoción que sentí al ver a Recabarren cuando llegó una tarde a esa oficina solicitando ayuda, en una actitud tan modesta y sencilla, no obstante que su fama llenaba el país entero.
En esa época Recabarren ya sustentaba posiciones definidas sobre muchos puntos de la contienda por la liberación de la nación chilena, sobre la misión histórica de la clase obrera y el papel del partido del proletariado, y, respecto del futuro del país, concebía claramente su marcha hacia el socialismo y el comunismo.
Ahora pienso que eso no era extraño. Aun cuando había surgido del seno de las instituciones mutualistas y del Partido Demócrata, formado predominantemente por elementos artesanales, su convivencia con el combativo proletariado minero de la zona norte le había abierto nuevos horizontes.
Conocí, pues, a Recabarren revolucionario y socialista, forjado en la lucha junto a los trabajadores mineros explotados por el imperialismo inglés. Las condiciones de vida y trabajo en la pampa le habían hecho comprender lo inhumano y cruel del régimen capitalista, que sometía a los trabajadores a formas despiadadas de explotación, contra las cua-les éstos venían bregando en el curso de largos años a costa de múltiples sacrificios y a pesar de represiones y masacres.
La experiencia vivida por Recabarren en aquella zona, según contaba, le permitió comprender que la industria del salitre en manos extranjeras, no solamente despilfarraba esa gran riqueza nacional, sino que consumía en breves años generaciones de obreros y quemaba las reservas humanas del país.
Creo que esta toma de conciencia de Recabarren ante la realidad brutal de la región del nitrato, y su participación tan descollante en la actividad social, autorizan para decir que Recabarren, a quien se llama con justicia el padre del movimiento obrero, es al mismo tiempo hijo del proletariado que, a su arribo al norte, vivía la difícil etapa de la adolescencia y que, bajo su guía, marchó hacia la madurez.
Al término de la primera entrevista inolvidable a que antes me he referido, Recabarren me invitó a concurrir al día siguiente a la imprenta del partido y de la (FOCH), Federación Obrera de Chile, ubicada entonces en la calle Tenderini esquina de Agustinas, donde hoy se alza el edificio de la Sociedad Nacional de Agricultura. Allí lo encontré frente a un chivalete, parando tipos, y al preguntarle lo que hacía, me dijo que estaba componiendo el editorial del diario para el día siguiente. Me llamó la atención que !o hacía sin tener ningún original a la vista.
Recabarren era un tipógrafo enamorado de su oficio. Ese trabajo tenía para él la belleza que aprecian tan solo los que han crecido y vivido entre las tintas y las prensas. Sembró literalmente de periódicos el norte; en Santiago, logró consolidar el diario "La Federación Obrera" y, puede decirse, su huella estaba marcada por los diarios que iba creando en su prodigiosa actividad. No se cansaba de exaltar el papel de la prensa en el combate de los desheredados por su dignidad y emancipación.
Me complace revivir su figura en la imprenta, inclinado sobre su trabajo, minucioso y activo, librando en cada instante, en cada golpe de la máquina, esa batalla larga y hermosa que se inició en su juventud y que ha dado los frutos que hoy nos enorgullecen.
No pretendo, por cierto, expresar que en el momento de conocer a Recabarren hubiera yo comprendido de inmediato su significación en la historia de Chile, que más tarde ha resaltado con tanta nitidez y que nadie tendría hoy la osadía de negar; pero desde aquella época quedé incorporado para siempre a la lucha por la causa de los trabajadores y decidí orientar mi vida por el mismo camino de Recabarren.
Lo que me ocurrió, como a tantos otros que fueron modelados tan generosamente por él, fue consecuencia del magnetismo de su recia personalidad. Hombre sencillo y cordial, ajeno a toda retórica, amante más del contenido que de la frase, llegaba fácilmente a la conciencia de los hombres y multitudes. Jamás cayó en la pedantería ni adoptó actitudes de maestro. Su sano sentido realista lo hacía plantear las cosas como posibles de obtener mediante la lucha, el desinterés y el sacrificio. No ofrecía el paraíso, sino "una sociedad de trabajadores inteligentes, iguales y libres", como lo escribiera magistralmente en el diario de Iquique "El Despertar de los Trabajadores".
Confiaba firmemente en el poder incontrastable del hombre y de las masas.
Habitaba en ese tiempo con varios compañeros del partido en una modesta casa de la calle Santa Filomena Nº 195, donde ocupaba una pieza a la calle. Una cama, un escritorio, una biblioteca y una máquina de escribir eran toda su fortuna.
Desde las primeras horas del día y hasta bien entrada la noche trabajaba sin tregua y siempre se daba tiempo para atender con solicitud a los numerosos grupos de trabajadores que se acercaban a él, a veces aunque fuera sólo para verlo de cerca.
Prosiguiendo su obra iniciada en el norte, Recabarren dedicó sus mejores energías al desarrollo del Partido y de la FOCH.
El sentimiento unitario fue siempre característico en su labor política y organizadora. Jamás hizo cuestión de que se tratara de obreros socialistas, comunistas, radicales o conservadores, católicos o no, federados o no federados. Para él todos eran obreros, explotados, y eso era lo importante. La unidad era mucho más que una fórmula teórica. Era un imperativo entrañable que se impregnó en todos sus actos, de los cuales fuimos testigos.
Al mismo tiempo, y ante la realidad dramática del campo, se interesó en forma permanente por la suerte de los obreros agrícolas y campesinos.
No puedo olvidar su indignación al denunciársele las atrocidades que se cometían en las grandes haciendas del centro y sur del país. Me tocó conocer su actitud con relación a los abusos cometidos en la hacienda de Aculeo, donde el señor feudal había sometido al tormento del cepo a un inquilino en el Retén particular del fundo. Me encargó la defensa de la víctima ante el Juzgado del Crimen de Buin y desplegó una amplia campaña de prensa en solidaridad con el campesinado. Asimismo, con motivo de los sucesos de la hacienda La Tranquilla, donde se había asesinado a obreros por haber intentado constituir el Consejo de Obreros agrícolas de la FOCH, me encargó también la defensa de esos trabajadores ante el Juzgado del Crimen de Petorca. En ese proceso estuvo encarcelado junto a los obreros el poeta y escritor Oscar Sepúlveda, ya fallecido, quien fue director de la revista "Llamarada", de Antofagasta, -discípulo también de Recabarren- y había sido destacado por la FOCH para cooperar a la formación del Consejo.
Su interés por estos problemas campesinos, lo llevó a incorporar entre los acuerdos del Congreso de nuestro partido, celebrado en 1923, una resolución en que se declaraba que el partido "no debe abandonar un solo momento la acción de educación de los campesinos, tomando en cuenta que el establecimiento de una sociedad comunista no es posible sin la cooperación de los campesinos".
Considero interesante recordar, asimismo, que Recabarren, que había visitado varios países de América y Europa con propósitos de estudio y vinculación con las organizaciones proletarias, mantenía correspondencia con ellas y seguía paso a paso sus luchas, convencido como estaba del carácter universal del combate de los obreros contra la explotación.
Nadie ignora su actitud de fervorosa adhesión a la Revolución Socialista de Rusia.
Es comprensible, entonces, la inmensa satisfacción que experimentó al recibir la invitación para concurrir en Moscú reuniones de la Internacional Sindical Roja y de la Internacional Comunista. No pu-diendo costear su viaje con los modestos recursos de la FOCH, hubo de aceptar la corresponsalía de "La Nación",, diario liberal de la época. Sus artículos, publicados en ese diario, pasaron a ser el folleto denominado "La Rusia obrera y campesina", en el cual relata la realidad que vio en aquel país donde los trabajadores se habían emancipado del viejo régimen, bajo la dirección de Lenin, y expresó que pudo comprobar que la Revolución de Octubre había dado el poder a los obreros y campesinos y que el nuevo régimen era indestructible.
Cuantos lo tratamos a su regreso de Rusia fuimos testigos de la admiración que sentía hacia la experiencia soviética, su renovada fe en el socialismo y el fervor con que se entregaba a las tareas del partido y de la FOCH. Sus conferencias, sus escritos y sus conversaciones lo demostraban sin lugar a dudas.
La afirmación de que había regresado decepcionado no pasa de ser una burda patraña de los enemigos del pueblo.
Es poco conocido el hecho de que en sesión de la Cámara de Diputados del 4 de febrero de 1924, Recabarren propuso enviar un mensaje de condolencia al Gobierno de Rusia "por el desaparecimiento de Nicolás Lenin, la figura más grande de la historia contemporánea, figura ante la cual todos los hombres de ciencia y de respeto de este mundo se han inclinado, figura ante la cual el proletariado del orbe entero ha rendido su homenaje fraternal". Y agregaba: "Yo creo que no va de ser esta Corporación menos que el Gobierno inglés y el de otros países, que han enviado su condolencia a la Rusia por el desaparecimiento de un hombre que es hoy la primera figura de la historia humana". Este voto fue aprobado al día siguiente por 25 votos contra 5 y 7 abstenciones.
Al retorno de Rusia, su actividad se multiplicó. Parecía tener prisa en cumplir la misión que se había propuesto. Sacrificaba el reposo y echaba sobre sus hombros más y más responsabilidades y deberes. Estos esfuerzos sobrehumanos debían necesariamente repercutir en el estado de su salud, ya gastada por los largos años de intensa actividad y de privaciones.
No apreciamos, sin embargo, la verdadera gravedad del deterioro de su salud, hasta que en el mes de agosto de 1924 su compañera, Teresa Flores, dio a conocer a la dirección del Partido el hecho increíble de que había sorprendido a Recabarren en el momento de redactar una carta anunciando su intención de suicidarse, documento que entregó al Partido.
Llamado a la presencia de la directiva, Recabarren reconoció que efectivamente había intentado suicidarse. Ello dio motivo a que fuera criticado severamente por todos. Fue quizás la primera y única oportunidad en que sus discípulos y compañeros se enfrentaron a quien ejercía sobre ellos una influencia moral incontrarrestable. En esta reunión hubo lágrimas, y alguno de ellos, en un gesto de desolación y angustia, le dijo estas palabras: "¡Cómo nos va a dejar solos!".
En esa reunión se resolvió obligarlo a descansar. Me correspondió, por acuerdo del Partido, buscar una casa en la cual pudiera reposar. Trasladé a Recabarren a la quinta que el compañero Policarpo Solís Rojas tenía en Ñuñoa, donde fue atendido con cariño por él y su familia.
Pero a los pocos días estalló una gran huelga en las minas del carbón. Para atenderla, el Partido y la FOCH designaron a Luis Víctor Cruz, compañero inseparable de Recabarren. Sin embarga, los trabajadores exigieron reiteradamente que Recabarren se trasladara a la zona para dirigir la huelga. La FOCH y el Partido, ante la gravedad del conflicto, accedieron a esta petición. Terminada la huelga con éxito, los mineros decidieron que Recabarren fuera a dar cuenta del resultado a cada uno de los centros de trabajo.
Esta actividad agotadora se acrecentó cuando, al regresar a la capital, debió afrontar la situación extraordinariamente tensa y peligrosa derivada del movimiento militar de septiembre de 1924.
Además, Recabarren venía sufriendo dentro del Partido los embates de la actividad fraccional de un grupo reducido de militantes de Santiago que lo hacían blanco de duros y arteros ataques, que él encaró siempre con serenidad, pero que herían su espíritu extraordinariamente sensible.
Todo esto debía necesariamente debilitar su temple y, de seguro, fue la causa que determinó la profunda crisis síquica que lo privó del control de sí mismo.
El viernes 19 de diciembre de 1924, Recabarren puso fin a su vida. Así lo anunció al país un comunicado oficial del Partido, suscrito por el secretario general, compañero Galvarino Gil. Usó para ello la pistola automática que le habían regalado los obreros alemanes, a su regreso a Moscú, obsequio que acostumbraba mostrar con frecuencia a sus amigos y compañeros que lo visitaban.
No hay palabras para describir la inmensa conmoción que este hecho produjo en todos los rincones ele Chile, y especialmente en los círculos obreros. Negándose a creer noticia tan infausta, sin concierto previo, designaron delegaciones que se trasladaran de inmediato a Santiago, pues temían que hubiese sido objeto de un alevoso asesinato. Reunidos estos delegados, que no lograban dominar su consternación y dolor, creyeron de su deber investigar por sí mismos los hechos, para lo cual designaron una comisión especial integrada exclusivamente por representantes de provincias. Sin embargo, se me incluyó en esa comisión, en mi calidad de abogado de la Federación Obrera.
Después de realizar una exhaustiva indagación, la comisión emitió su informe con fecha 24 de diciembre, que en sus partes esenciales expresa lo siguiente: "Santiago 24 de diciembre de 1924. La Junta Ejecutiva de la Federación Obrera de Chile y el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Comunista, con fecha 21 de diciembre en curso, designaron una comisión encargada de investigar la muerte del compañero Luis Emilio Recabarren, ocurrida en su casa de la calle Santa Filomena número 195 de esta ciudad en la mañana del viernes diecinueve del corrientes mes.
La comisión referida está formada pollas siguientes personas: José González, delegado de Lota; Joaquín Pacheco, delegado de Quillota; Enrique Parra, delegado de Viña del Mar; Manuel General, delegado de Lebu; José M. Hidalgo, delegado de Coronel; Luis H. Matis, delegado de San Antonio; Roberto Arias, delegado de Valparaíso, y Carlos Contreras Labarca, abogado de la Federación Obrera. Esta comisión eligió presidente al compañero José González y secretario al camarada Joaquín Pacheco".
Entre las consideraciones de este ini-forme se encuentran las siguientes:
"10.- Que las disposiciones de los testigos Conelli, a fjs. 2; Monteemos, a fjs. 7; Martínez, a fjs. 8; Cruz, a fjs. 10; y Gil, a fjs. 15, prueban que el compañero Re-cabarren se encontraba fatigado y enfermo, con fuertes dolores en los ojos y en el cerebro, habiendo rechazado siempre la insinuación de que descansara y se medicinara ;
"11.- Que los hechos aludidos en el considerando anterior están confirmados en el documento de fjs. 42, que es una carta escrita por Recabarren desde Lota, el 24 de noviembre último, en la cual dice textualmente: "yo ando con sueño y mal del cerebro";
"13.- Que por otra parte es conocida de todos los trabajadores organizados del país la agotadora labor de cultura y de organización desarrollada por Recabarren en favor de la clase proletaria, lo que le conquistó la persecución implacable de la clase capitalista y de las autoridades, hechos que necesariamente han debido influir en su sistema nervioso;"
Termina el informe en los términos siguientes: "En virtud de estos hechos y consideraciones, la comisión investigadora declara que ha adquirido la convicción de que el compañero Luis Emilio Recabarren Serrano se suicidó y que el sumario no arroja ni el más leve indicio de que haya sido víctima de un crimen.
"El Comité Ejecutivo Nacional del Partido Comunista hará lo que proceda para cumplir la voluntad del compañero Recabarren en orden al destino que debe darse a la biblioteca, máquina de escribir y muebles de escritorio que pertenecieron a este último.
"Comuniqúese este informe a la Junta Ejecutiva Federal y al Comité Ejecutivo Nacional del Partido Comunista, remitiéndose copia fie] e íntegra de él y entregúese el proceso original a la primera para que proceda a archivarlo". Y, a continuación, firman los miembros de la comisión.
Señor Presidente, la muerte de Recabarren fue una pérdida inmensa para el movimiento revolucionario chileno. Sin embargo, su obra, sus enseñanzas y su ejemplo perduran y no se extinguirán jamás. Permanecen no sólo en el recuerdo de los que lo conocimos, amamos y admiramos, sino que se perpetúan en el Partido Comunista -que él fundara- y en el movimiento obrero y democrático, los cuales, aun después de casi medio siglo de su desaparecimiento, llevan el sello de su integridad moral y su fidelidad a la causa de la revolución chilena.
El curso de los años ha demostrado que Recabarren ha pasado a ser patrimonio de todo el pueblo chileno, que ve en él a uno de sus héroes más auténticos y esclarecidos.
La bandera de la lucha por el socialismo y el comunismo en nuestra patria, que él enarbolara antes que nadie, con tanta pasión y sabiduría, marca la ruta del futuro cierto y luminoso del pueblo de Chile.