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Antecedentes
  • Cámara de Diputados
  • Sesión Ordinaria N° 124
  • Celebrada el
  • Legislatura Ordinaria número 355
Índice
  • Documento
    • VI. HOMENAJE
      • HOMENAJE EN MEMORIA DEL PERIODISTA DEPORTIVO DON JULIO MARTÍNEZ PRÁDANOS.
        • Participacion
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Homenaje
HOMENAJE EN MEMORIA DEL PERIODISTA DEPORTIVO DON JULIO MARTÍNEZ PRÁDANOS.

Autores

El señor EGAÑA (de pie).-

Señor Presidente , señora Norma González viuda de Martínez, señor Julio Martínez , hijo, familiares de Julio Martínez Prádanos, amigos periodistas, honorables diputadas y honorables diputados, en nombre de la Unión Demócrata Independiente me corresponde rendir homenaje a don Julio Martínez Prádanos .

La vida, en su incesante devenir, nos plantea situaciones que, por su magia, muchas veces nos resultan imposibles de imaginar y de predecir.

Desde esa perspectiva y desde un punto de vista absolutamente personal, jamás habría pasado por mi mente hace diez años que desde esta tribuna de la Cámara iba a concurrir con mis palabras para rendir un sincero homenaje a uno de los hombres contemporáneos más representativos de nuestra nacionalidad, quien encarnó los valores y sentimientos más profundos del ciudadano común de esta tierra: el señor Julio Martínez Prádanos .

Los diez años señalados no es una cantidad de tiempo lanzada al azar, porque hace una década, cuando me desempeñaba como gerente de Asuntos Especiales y Área Deportiva de Canal 13, don Julio, o Julito , era un leal y entusiasta colaborador, que derrochaba optimismo a la hora de llevar adelante proyectos programáticos que fueran más allá de los habituales comentarios deportivos de “Teletrece”. Junto a don Julio y al también desaparecido director de televisión Gonzalo Bertrán , planificamos las coberturas de uno de los mundiales de fútbol, de una infinidad de versiones de los juegos olímpicos, las eliminatorias de nuestra selección chilena y las transmisiones de los grandes clásicos del fútbol nacional, por nombrar sólo algunos eventos. Nuestro homenajeado estuvo presente en todos los acontecimientos deportivos ocurridos durante los últimos sesenta años en nuestro país.

Por esa razón, un grupo de diputados, en forma transversal, encabezados por el señor Gastón Von Mühlenbrock y Manuel Rojas , propusieron poner el nombre de Julio Martínez a nuestro Estadio Nacional, iniciativa que esperamos sea acogida por el Ejecutivo .

La historia de los éxitos profesionales de Julio Martínez comenzó el 18 de septiembre de 1945, cuando por azar, más específicamente porque un locutor no llegó a su trabajo, Radio Prat abrió por primera vez sus micrófonos a un joven de veintidós años de edad, vendedor de corbatas, locuaz, chispeante y cauto en sus opiniones, que comenzaba, de esa manera, una de las más brillantes carreras en la historia del periodismo nacional.

A esas alturas de su vida, nuestro recordado Julio destacaba por sobre el resto. Él era producto de la formación que con mucho amor y una fuerte cuota de disciplina le supieron imprimir don José Martínez , un inmigrante proveniente de Badajoz, quien llevó a su hijo por los caminos del conocimiento y de la cultura, especialmente de la música, y doña Julia , una vallisoletana con personalidad de hierro, que inculcó al pequeño Julio que el valor más preciado en la comunicación entre los seres humanos radicaba principalmente en el correcto uso del lenguaje, que, por esas cosas de la vida, se cultiva con particular pulcritud en Valladolid, importante ciudad del Reino de Castilla, cuna universal de nuestro idioma.

Pero no sólo el correcto hablar aprendió Julio de sus padres: fue un hombre fino y educado, delicado y preocupado de las formas. Como el mismo lo diría, “un caballero a carta cabal”, y como lo señaló el joven periodista Alfredo Sepúlveda en una publicación este fin de semana, “un señor que se saca el sombrero al saludar y que es capaz de discutir sin irse a las manos”, obviamente, forma parte de una especie que en la actualidad se encuentra en franca extinción.

Cultivó con devoción el recuerdo de sus progenitores y de las enseñanzas que de ellos recibió. Por eso, porque consideraba que sus palabras dedicadas a las cosas simples de la vida debían dejar un mensaje formador en las nuevas generaciones, uno de sus primeros programas radiales, “Charlas en Camisa”, de Radio Corporación, lo inició siempre con los vocativos que hicieron historia, “Buenos días, señora” -las damas siempre primero- “Buenos días, señor. Buenos días, jóvenes y niños”. Todos sus comentarios radiales comenzaron de la misma manera.

Julio Martínez siempre vivió una maravillosa dicotomía. Su amor por el deporte y su autorizada voz en esa materia lo llevaron a estar presente en todos los acontecimientos importantes en esa área y a juzgar con generosa severidad a sus protagonistas. Sin embargo, su compromiso con la comunidad y su rol de comunicador sin fronteras temáticas lo hacían opinar de todo, con un particular sentido común, que hacía que el auditor o el televidente se identificara con sus pronunciamientos y llevara sus juicios casi al nivel de oráculo. “¡Lo dijo Julio Martínez !”. Era una sentencia que para el público era sinónimo de verdad, de asertividad y de lógica ciudadana.

Así también lo entendieron los medios. Así lo entendió Canal 13, cuando le abrió sus puertas en 1967. Junto con sus comentarios deportivos, le entregó una tribuna, denominada “15 minutos con JM”, donde nuestro recordado personaje hablaba de lo humano y de lo divino, pero, obviamente, en esa época más de lo primero que de lo segundo.

En efecto, a esas alturas Chile caminaba por terrenos inciertos y la convivencia nacional se iba deteriorando cada vez más. La situación interna se polarizaba día a día y aquello de la política de los consensos era algo que podía encontrarse sólo en los textos de sociología o psicología social.

Uno de los pocos programas de discusión abierta fue “A esta hora se improvisa”, creado en aquella época por el destacado publicista Jaime Celedón , en momentos en que Canal 13 era dirigido por una de las personalidades más importantes en la historia de la televisión chilena, Eliodoro Rodríguez Matte . Rodríguez y Celedón concordaron en que si el objetivo de ese espacio era aportar para el restablecimiento de la convivencia y del diálogo cada vez más esquivo, la presencia de Julio Martínez en ese debate era condición sine qua non.

Fue así, como camufladas en sus loas a la Unión Española o a la Selección del 62, JM aportaba con necesarias incursiones en campos que, sin ser políticos, llevaban a la pantalla las opiniones del ciudadano común en torno de la profunda crisis que vivía el país a comienzos de la década del setenta.

Esa situación no hace otra cosa que confirmar que los grandes hombres, aquellos que dejan sus enseñanzas y su sello, no pasan inadvertidos, precisamente porque anuncian su presencia en el momento oportuno, cuando la gente o el pueblo los necesita para llenar los vacíos que sus líderes van dejando tras procesos de descomposición social.

Julio fue un líder a quien sólo le bastó un micrófono y una cámara para llegar con particular magistralidad con su mensaje pacificador y positivo, para generar adeptos a su causa y para transmitir la fuerza de sus convicciones.

Era un hombre que sabía del efecto de sus palabras y de sus dichos y que no le temía a la réplica, por dura y desconsiderada que fuera.

Recuerdo que, descontento con los resultados de la selección del mundial de España de 1982, Julio Martínez calificó al representativo nacional como “la selección merengue”, es decir, sin color y quebradiza. Por esas cosas del destino, coincidió en el aeropuerto con el seleccionador chileno, también locuaz y conocedor de los medios informativos, quien lo increpó por el comentario vertido en “Teletrece”. Julio Martínez no sólo reiteró sus juicios, sino que además aportó nuevos antecedentes para reafirmar su crítica.

Fue tal el impacto de la discusión, que la noticia de esa noche en todos los canales no fue la llegada de la selección, sino el intercambio verbal con el técnico y la dura crítica a su desempeño, ahora conocida a través de todos los medios del país. Pero como Julio Martínez era un fiel seguidor del concepto del fair play, lo más seguro es que ese entrenador estuviera como su invitado de honor en la mesa de su programa “Almorzando en el Trece”. Y no pudo ser de otra manera. En el corazón de Julio Martínez, siempre sólido y sereno, hasta sus último minutos, nunca hubo espacios para rencores.

En Canal 13 Julio Martínez formó parte de lo que se puede calificar, sin riesgo a equivocarse, como el equipo más experimentado y prestigiado que haya conocido la televisión chilena en sus 50 años de existencia.

Quienes vivimos ese período al interior del canal añoramos el respeto que se profesaba por la persona humana a través de sus pantallas, el cuidado que sus directivos aplicaban en la selección y puesta al aire de los contenidos, los esfuerzos por generar programas con valor formativo o cultural y el profesionalismo y ecuanimidad con la que se enfrentaba la realidad periodística e informativa.

El televidente de aquella época jamás habría encontrado en la programación de Canal 13 una ofensa o un agravio en contra de alguna persona o programas de dudosa calidad o moralidad o trabajos periodísticos descuidados cuya falta de rigor desembocara en un cruel atentado en contra de la dignidad de un ciudadano.

En ese período dejaron imborrables huellas figuras de la comunicación como José María Navasal y su esposa Marina, Alejandro Magnet , Alberto Fouilloux , Hernán Olguín , Raúl Prado, José Miguel Insulza , Jaime Guzmán , Jorge Navarrete , Jaime Celedón , los sacerdotes Raúl Hasbún y Luis Eugenio Silva ; Jorge Dahm , Adolfo Jankelevich , Sergio Vodanovic , María Inés Sáez , Gloria Stanley , por nombrar a algunas de las personalidades representativas del más amplio espectro intelectual del país que compartieron pantalla con Julio Martínez .

Esa fue la televisión que Julio Martínez, con su especial talento, ayudó a desarrollar. Alma máter de ese proyecto televisivo fue la Universidad Católica de la época y su ejecutor, el director ejecutivo de su Corporación de Televisión , Eleodoro Rodríguez .

Por ello, resulta incomprensible que al celebrarse los 50 años de la televisión chilena se haya olvidado la figura y el legado de quien dirigió canal 13 por espacio de casi 30 años.

Pero Canal 13 fue sólo uno de los medios donde Julio Martínez entregó su gigantesco talento. La prensa escrita conoció la calidad de su trabajo a través de la revista “Estadio” y los diarios “La Hora” y “Las Últimas Noticias”.

La pulcritud de su prosa y su depurado estilo, aun cuando escribía al correr de la máquina -como dicen los viejos periodistas-, lo llevaron a obtener en 1985 el Premio de la Real Academia Española de la Lengua por su brillante uso del lenguaje.

También por su trabajo en la radiotelefonía, en radios Prat , Corporación, Minería y Agricultura, entre otras, y por su carrera televisiva, en 1995 se le concedió en justicia el Premio Nacional de Periodismo . Fue en el Salón de Honor del Congreso Nacional, en Santiago, donde todos los galardonados debían agradecer la distinción.

Las versiones periodísticas de la época dicen que se vio una conjunción de celebridades preocupadas por el desarrollo del programa y el orden de los discursos. Era obvio, nadie quería hablar después de Julio Martínez.

Julio Martínez era un hombre sencillo, de gustos simples, y por ello la gran cantidad de premios y de distinciones que en vida recibió jamás lo envanecieron. No tenía apego a las cosas materiales ni se aprovechó de su imagen ni de su talento ni de su prestigio para enriquecerse, para hacer peticiones económicas desmedidas o para usarlos como trampolín para acceder a riquezas. Nada de eso: para Julio la ética y la rectitud moral valía más que cualquier cosa.

Y así, frente a los micrófonos o a las cámaras de televisión, los años pasaron y la imagen y sabiduría innata de Julio Martínez continuaron su crecimiento.

Lo que no creció, eso sí, fue la capacidad de nuestra sociedad, y de los que la dirigen, para entender que las personas de edad, con riqueza empírica, son un complemento ideal para acompañar el ímpetu de los jóvenes que hoy copan las distintas áreas de la actividad.

Y aunque juventud y experiencia debe-rían constituir una fuerza imbatible, la nueva cultura chilena trata de demostrarnos lo contrario, que una persona ya a los 65 años ha comenzado el ocaso de su vida y, por lo tanto, debe ser relegado, en el mejor de los casos, a segundo plano.

No quiero que las impactantes imágenes de todo el pueblo despidiendo a Julio Martínez me hagan perder la objetividad.

No quiero que la figura de modestos chilenos con lágrimas en los ojos y pañuelos blancos, en señal de despedida, me haga actuar con deslealtad frente a la memoria de un amigo que sí fue leal.

No quiero que los encendidos discursos nos lleven a perder el verdadero sentido del legado de Julio Martínez Prádanos.

Efectivamente, no quiero sumarme a quienes indican que frente a todo lo que él nos dio, nosotros le retribuimos en igual medida. Hoy pienso que quedamos en deuda.

Poco antes de sus problemas de salud, Julio Martínez sufrió, por primera vez en su vida, la no renovación de su contrato de trabajo y sus apariciones en otro medio fueron disminuyendo en forma paulatina.

¿Así retribuimos los chilenos a alguien que nos entregó el talento de la forma en que lo hizo Julio Martínez?

Y me atrevo a hacer una pregunta en este lugar, alejado de las presiones del rating y de las encuestas de sintonía. Lo hago aquí, en la Cámara, pues creo que los legisladores deberíamos preocuparnos con mayor patriotismo de los adultos mayores del país, de garantizarles su calidad de vida y su derecho al descanso, pero también al trabajo cuando existan, como en el caso del recordado Julio, las condiciones para hacerlo.

“Si Julio dejara de trabajar... se moriría”, dijo en una ocasión el amor de su vida, su esposa Norma González , Normita , para quienes la conocemos desde hace tanto tiempo y que hoy nos acompaña como invitada de honor en las tribunas.

Sabia reflexión la de su esposa, pues allí encontramos el legado más profundo de nuestro querido Julio Martínez . Queramos a nuestros adultos mayores, generemos las condiciones para darles respeto, para valorar su experiencia, para brindarles mejor calidad de vida y entreguémosle todo cuanto podamos darles acrisolado en una sola palabra: amor.

Por todo cuanto nos enseñó y por lo que significó en vida para este país, la Cámara de Diputados, expresión de la representatividad ciudadana, se alza para rendir este homenaje frente a la nación entera, y especialmente frente a su viuda, señora Norma González de Martínez , a sus hijos, a sus nietos y bisnietos y a sus amigos periodistas.

Chile entero llora, pues se ha quedado huérfano de una voz y de una imagen característica de la vida diaria.

Los adultos de hoy lo recuerdan desde su niñez. Y nosotros, los que lo conocimos, los que supimos de sus anhelos y de sus sueños, los que compartimos sus esperanzas, no sólo hemos quedado huérfanos, sino que también hemos visto partir con él parte de nuestras propias vivencias y de nuestra propia vida.

Por el cariño que sentí por este gran amigo y colaborador, debo reconocer en esta Sala que hice los mejores intentos por encontrar la frase precisa para el cierre de este homenaje. Recurrí a muchos sabios y pensadores, de los clásicos a los contemporáneos, y me di cuenta de que al igual que la sonrisa de un niño, el paso del querido y recordado Julio Martínez Prádanos entre nosotros no fue otra cosa que un canto a la vida, un canto a la dicha y un canto al amor.

He dicho.

-Aplausos.

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