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Antecedentes
  • Cámara de Diputados
  • Sesión Ordinaria N° 47
  • Celebrada el
  • Legislatura Ordinaria número 357
Índice
  • Documento
    • VI. HOMENAJE
      • HOMENAJE EN MEMORIA DE ROSA MARKMANN REIJER VIUDA DE GONZÁLEZ VIDELA.
        • Participacion
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    • VI. HOMENAJE
      • HOMENAJE EN MEMORIA DE ROSA MARKMANN REIJER VIUDA DE GONZÁLEZ VIDELA.
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Homenaje
HOMENAJE EN MEMORIA DE ROSA MARKMANN REIJER VIUDA DE GONZÁLEZ VIDELA.

Autores

El señor SÚNICO ( Vicepresidente ).- Tiene la palabra la diputada señora María Angélica Cristi.

La señora CRISTI (doña María Angélica).- Señor Presidente , en representación de la Unión Demócrata Independiente, tengo el honor de rendir homenaje póstumo a la ex Primera Dama de la Nación , señora Rosa Markmann de González Videla .

Por su intermedio, señor Presidente , quiero saludar muy afectuosamente a toda la familia de la señora Rosa, que hoy nos acompaña en las tribunas: sus nietos, bisnietos, tataranietos, familiares y amigos.

Aunque desde hace varios años la señora Rosa estaba retirada de la vida social y pública, somos miles de chilenos los que sentimos profundamente su partida de esta tierra. La señora Rosa Markmann falleció a los 101 años de edad, el 12 de junio recién pasado. Con ella, se fue un trozo de la historia del siglo XX.

Tuve la suerte de conocer a la señora Mitty , como le llamaban desde su infancia, y de confirmar en innumerables oportunidades las razones por las cuales conquistó tantos corazones de chilenos, agradecidos de su calidez humana, su sencillez, su generosidad y su optimismo a toda prueba.

Como ya se ha dicho, Mitty Markmann nació y vivió hasta los 13 años en el norte de nuestro país, hasta donde fue trasladado su padre, don Juan Francisco Markmann como agente del Banco de Chile.

La primera manifestación de su voluntad y carácter adelantado para los tiempos, fue su insistencia para entrar al colegio, y como muchas niñas chilenas de la época, recibió durante los primeros años de su vida educación en su casa.

Puesto que Europa vivía la Primera Guerra Mundial , no fue admitida en el Colegio Inglés de Taltal por su origen alemán, como ya se ha señalado. Pero lo increíble es que fue tanta su insistencia, que entró al Liceo de Hombres de Taltal , donde junto a su hermanas fueron las mejores alumnas.

Cuando en 1922 su padre fue trasladado a Santiago, volvió a insistir en su deseo de recibir educación formal, hasta que la familia cedió y la matriculó en el Liceo N° 1.

Después también quiso estudiar arquitectura, una cosa inédita para sus tiempos. La familia, desgraciadamente, no accedió.

Fue en su casa de Ñuñoa donde conoció a don Gabriel González , un hombre de 23 años que nació en La Serena, que estudiaba leyes en Santiago y que trabajaba para ayudar a mantener a su familia de 18 hermanos.

Ella tenía 14 años y cautivó a quien sería su marido. Como reconoció muchas veces, se enamoró perdidamente y como también se ha dicho, a pesar de la resistencia de su padre, mantuvo correspondencia secreta con don Gabriel hasta que finalmente, a los 18 años, fue autorizada para casarse. El matrimonio fue en Santiago, con un almuerzo para veinte personas.

Después González Videla fue elegido diputado y ella comenzó a acompañarlo en las sesiones del Congreso. Al poco tiempo nacieron sus hijas Silvia y Rosa.

Cuando Pedro Aguirre Cerda asumió la Presidencia de la República , le ofreció a Gabriel González Videla la embajada de Francia. Iban rumbo a Europa cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y en Francia Rosita vivió junto a su marido tristes años. Allí nació su único hijo hombre, quien sólo vivió dos meses.

Contaba ella que el país estaba ocupado por los alemanes y que por las noches escuchaban sirenas y bombas. El inmenso subterráneo de la sede de la Motte Picquet servía de refugio por si los aliados dejaban caer presas mortales desde el aire. Mitty tuvo que retornar a Chile vía España, cruzando el país galo ocupado y controlado por los nazis.

Luego, su marido fue destinado a la embajada de Brasil, donde se enteró que sería nombrado candidato a la Presidencia de la República.

La señora Rosa Markmann se convirtió en la Primera Dama de la Nación ; acompañó a su marido, el Presidente Gabriel González . La familia completa se trasladó a vivir a La Moneda, y desde el primer día marcó la diferencia respecto de sus antecesoras, cruzando la barrera invisible que hasta ese momento se interponía entre la señora del Presidente y la Primera Dama .

Cumplió así funciones políticas junto al Primer Mandatario e instaló su oficina en La Moneda. Allí llevó a cabo una actividad incesante, incluso fue la primera mujer que visitó la Antártida chilena junto a su esposo.

En 1947, fundó la Asociación Nacional de Dueñas de Casa, donde preparaba a las mujeres de escasos recursos para cumplir con sus labores y las motivaba a su participación laboral y política. Creó el Comité Nacional de Navidad, impulsó la ley que protege a la madre embarazada y la modificación al Código Civil para que se declarara la mayoría de edad femenina.

Con el apoyo de su esposo, logró que se aprobara el Programa de Viviendas de Emergencia, cuya construcción de material sólido ella misma diseñaba desde su escritorio, varias de las cuales aún permanecen firmes en muchos lugares de nuestro país. Con seguridad, ahí afloró su veta de arquitecta, carrera que no logró concretar.

Sin duda, una de sus grandes satisfacciones fue haber contribuido al voto femenino, junto a María Elena Caffarena y Felicitas Kimpel . En plena campaña para exigir derechos políticos para la mujer, pronunció un encendido discurso en el Día Internacional de la Mujer del año 1947, el que hasta hoy se hace carne. En una de sus partes, expresó lo siguiente:

“La mujer chilena está despertando de este estado de resignación en que ha vivido, y reclama sus derechos. La mujer debe usar su voto municipal aunque no esté interesada en política. Participar en las elecciones no solamente es un derecho, es un deber cívico; por muy poco que se interesa alguien por la política, es imposible que se muestre indiferente a la suerte de su patria, porque de ella depende la suerte de su familia y de su propia persona”.

Su fuerza, su mensaje optimista, su genuino interés por sacar de la pobreza a miles de familias y su llamado a la iniciativa política femenina, la hizo acreedora del cariño y respeto de los chilenos. Así, en 1952, el Comité Internacional de Madres de Norteamérica la eligió como la Madre del Mundo, durante el gobierno de Harry Truman. Compitieron 40 candidatas de todo el orbe, entre ellas la Reina Sofía de Grecia. Recibió la distinción con la sencillez de siempre, en una ceremonia en el Hotel Waldorf Astoria .

Los medios de la época destacaron su discurso. Pero lo emocionante es que manifestó que esa nominación la recibía en nombre de la mujer chilena, a la que ensalzó por sus grandes cualidades como mujer y como madre. Sin embargo, por su vigencia, sólo voy a destacar el siguiente párrafo:

“La humanidad, en el correr de sus siglos, sigue dominada por los mismos males que engendran los egoísmos, el espíritu de conquista de los hombres, los odios políticos de clases y religiones; lo que siempre ha de terminar en revueltas, masacres, guerras y revoluciones”.

No era una mujer religiosa, hasta que, cautivada por su obra, sus artículos y su pensamiento, conoció al Padre Alberto Hurtado . Poco antes de morir, fue recibida en audiencia, cuyo único testigo que sobrevive es el padre Renato Poblete .

Rosa Markmann le comunicó a quien años después se convertiría en San Alberto Hurtado , que el gobierno le asignaría mayor presupuesto a su obra. El padre Hurtado le dijo: “Sólo puedo decirle que pediré mucho al Señor por usted, su marido y sus hijas, para que siempre sean felices”. “Nos veremos en el cielo, señora Mitty” , fue la frase con que se despidió.

La energía de la señora Rosa y su carácter alegre se apagaron en 1969, cuando enfrentó por segunda vez el dolor más grande que una madre puede soportar: la muerte de su hija Rosita, madre de siete hijos, entre ellos Juan Claro González , que hoy nos acompaña desde la tribuna de honor. Once años después, el 22 de agosto de 1980, falleció don Gabriel González . Fue un golpe muy duro del cual le costó reponerse. Ella fue siempre el centro y el apoyo de toda su familia, acogió a sus nietos con amor y dedicación de madre.

Muchas veces compartimos momentos inolvidables, especialmente en mis días de alcaldesa de Peñalolén, en los que me acompañó con cariño y entrega. A pesar de ser muy pequeña, recordaré de por vida cuando junto a su esposo, el ex Presidente Gabriel González , condecoraron a mi padre a la vuelta de las Olimpíadas de Helsinki como doble vicecampeón olímpico. También recuerdo su hermosa casa de Ñuñoa y las camelias florecidas a su entrada, las más hermosas que he visto.

Hace once años, tuve el honor de asistir a la fiesta con que su familia celebró sus 90 años. Estaba radiante, feliz, rodeada de sus hijas, nietos, bisnietos y tataranietos. En esa oportunidad, bailó con su nieto Juan Claro .

Rosita cautivó a los chilenos no sólo por su belleza y elegancia; sino, sobre todo por su alma. Creo que la historia, que finalmente es el retrato más fiel de una nación, va a concederle el lugar que se merece, el de una mujer que se atrevió a desafiar las reglas, no con agresividad combativa, ni resentimiento, sino con su finura innata, gran inteligencia y una convicción a toda prueba.

Han pasado varios años desde su despedida con el Padre Hurtado . Hoy se cumple su predicción: “Nos veremos en el cielo”. Con seguridad, ha sido así y allá se habrán encontrado para siempre.

He dicho.

-Aplausos.

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