Labor Parlamentaria

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Antecedentes
  • Senado
  • Sesión Ordinaria N° 8
  • Celebrada el
  • Legislatura Extraordinaria periodo 1971-1972
Índice
  • Documento
    • VIII.- INCIDENTES.
      • INCIDENTES OCURRIDOS EN EL FUNDO CHESQUE DE LA PROVINCIA DE CAUTIN. OFICIO.
        • Participacion
  • Documento
    • VIII.- INCIDENTES.
      • INCIDENTES OCURRIDOS EN EL FUNDO CHESQUE DE LA PROVINCIA DE CAUTIN. OFICIO.
        • Participacion

Intervención Petición de oficio
INCIDENTES OCURRIDOS EN EL FUNDO CHESQUE DE LA PROVINCIA DE CAUTIN. OFICIO.

Autores
El señor FERRANDO.-

Señor Presidente, la verdad es que habría preferido no tener que intervenir en esta sesión sobre un tema bastante enojoso y doloroso, ocurrido el viernes pasado en el departamento de Villarrica, comuna de Loncoche, de la provincia de Cautín. Ello no sólo por el hecho doloroso acaecido, sino porque, previamente, el jueves en la mañana, tuve oportunidad de hablar por teléfono acerca de dicho problema con el señor Ministro del Interior, don José Toha, a quien estimo y guardo especial deferencia. Lo llamé para advertirle que tenía antecedentes muy serios de que se estaba planeando tomar algunos predios en el departamento de Loncoche, en cuya ejecución se preveían consecuencias graves que podrían llegar al derramamiento de sangre. Le indiqué el lugar en que posiblemente se producirían tales hechos y la conveniencia de evitarlos mediante la presencia de Carabineros en la zona.

Ni aunque hubiera sido profeta habría logrado mayor acierto en mi advertencia al señor Ministro, por cuanto el viernes en la tarde se produjeron los incidentes cuya posibilidad hice ver al señor Ministro el jueves en la mañana.

Un grupo calculado entre 18 a 25 personas ocupó el fundo Chesque en los momentos en que en las casas patronales sólo se encontraban la esposa del propietario del predio y su hijo, un muchacho de unos 17 años, enfermo, carente de las reacciones propias de su edad e incapaz de darse cuenta de las cosas que ocurren. El dueño del fundo, don Martín Doyarzabal, estaba en Loncoche comprando la bencina y el petróleo necesarios para continuar los trabajos de la siembra de trigo de primavera, que se encontraba en pleno desarrollo.

En conocimiento de que la casa sólo estaba habitada en esos momentos por una mujer y un muchacho enfermo, los asaltantes aprovecharon para usurpar la propiedad, robar, asaltar y dañar, dando muestras del inmenso valor que los caracteriza.

El propietario fue avisado en el camino mientras venía de regreso. Al llegar, encontró que la entrada estaba cerrada con trancas. Con mucha precaución acercó su camión y las derribó. Penetró en su residencia y sacó a su mujer y a su hijo, a los cuales trasladó a Loncoche, donde estampó la denuncia pertinente en la Comisaría de Carabineros y en la Gobernación. Por desgracia, hechos fortuitos contribuyeron a que el Comisario, capitán de Carabineros de la zona, un muy buen funcionario de ese cuerpo armado, estuviera ocupado en esos momentos en el desarrollo de la carrera automovilística Santiago-Villarrica. Tampoco se encontraba allí el Gobernador del departamento, pues había viajado a Pucón y Villarrica, lugar éste donde finalizaría dicho evento deportivo automovilístico.

Es decir, no había autoridades a las cuales acudir. El señor DoyarzabAl se juntó, pues, con-otros amigos y volvió a su propiedad dispuesto a recuperarla. Se produjo el encuentro con los ocupantes, dirigidos por Osvaldo Huentelaf Millacura, durante el cual murió, a consecuencias de una bala, Moisés Huentelaf Alañanco, de 27 años, casado, con estudios básicos, sin cédula de identidad y miembro -como la mayor parte de los que participaron en la toma- de un asentamiento vecino. O sea, se trataba de campesinos que inclusive, se podría decir, no tenían problemas de tierras, pues algunos eran asentados de un fundo ubicado al oriente -asentamiento “Casas Viejas”-, y otros, de uno situado al poniente del fundo Chesque -asentamiento “Michimalonco”-. El campesino fallecido pertenecía al asentamiento Michimalonco, ex fundo San Andrés, cuyo propietario fue don Camilo Quezada Negroti. Este predio fue expropiado a raíz de una ocupación también realizada a principios de este año por grupos del Molimiento Campesino Revolucionario (MCR), y cuyos componentes son conocidos en la zona no por sus nombres propios, sino de acuerdo con la jerga popular, por sus alias de “El Anticuchu”, “El Bernardo”, “La Pecho de Palo” o “Compañero Tatío”. Son personas que todos conocen, porque conviven con ellos en las calles de Loncoche, del mismo modo que lo hacen con las autoridades locales.

Dichas personas -de las cuales el llamado “El Bernardo” es el de mayor jerarquía-, son las que han organizado todas las tomas llevadas a cabo en la zona, en Casas Viejas y en el fundo San Andrés, en el que se constituyó el asentamiento Michimalonco, en Ancahual, y que el viernes asaltaron el fundo Chesque.

También quedó herido en la refriega Hernán Millán Mera, que acompañó al señor Martín DoyarzabAl para defender la propiedad de éste. La bala que lo hirió rozó una parte de la cabeza y penetró entre el hueso y el cerebro, lo cual motivó su hospitalización, en estado grave, en el Hospital "John Kennedy", de Valdivia. Misael Briceño Briceño, uno de los que ocuparon el campo, también quedó internado en el hospital de Loncoche, porque se fracturó el pie derecho al huir de los disparos.

No quiero hacer más hincapié sobre el hecho mismo. Sólo deseo destacar la forma tan simple como se califican hoy día graves fenómenos que están ocurriendo en el país, especialmente en el campo: la tomas.

Se dice: “Se produjo una toma”. ¡Y una toma es la ocupación de una casa, el desalojo de sus dueños, el apropiamiento de sus bienes! Los ocupantes se radican allí; llega después la autoridad, que se limita a constatar el hecho y se retira, para que posteriormente actúen quienes puedan estar facultados para intervenir.

En otro tiempo,...

El señor GUMUCIO.-

En el edificio de la Escuela de Derecho se produjo otra toma.

El señor FERRANDO.-

Es otra toma. Sí. Se ha generalizado mucho el sistema.

En otro tiempo estos actos se llamaban asaltos, durante los cuales se entablaba una lucha, porque los campesinos defendían su vida y su propiedad. Por esto, los dueños de los predios tenían armas: una carabina, una pistola, un revólver.

¿Qué ocurre hoy día con las tomas? Producida ésta, en algunos casos el propietario se va, abandona su casa, y que venga la justicia posteriormente a resolver. ¿Cuándo? Un interventor se hace cargo del campo y el dueño queda en la ciudad, en casa de un pariente o en cualquier otra parte, porque no tiene dónde vivir. Es posible, incluso, que en esas tomas el interventor termine dando la razón al que ocupa la propiedad, y más tarde un acuerdo de expropiación de la Corporación de la Reforma Agraria ratifica, legaliza, por así decirlo, el acto injusto, arbitrario, el atropello que significa un acto que hoy se califica de manera tan simple, en circunstancias de que se trata de un asalto premeditado, a mano armada, dirigido muchas veces por gente, como en el caso que relato, ajena a la explotación del predio. En efecto, nadie, con excepción del tractorista, formaba parte de los trabajadores del predio. Y en este fundo, como consta de las declaraciones formuladas al juez sumariante y a Carabineros, no existía ninguna demanda, ni de salarios ni de asignaciones familiares pendientes. Ni siquiera estaban impagas las cuotas de la comisión que debe integrar el patrón para el manejo del sindicato. Todo estaba al día en el aspecto laboral.

Estos hechos, que se deploran posteriormente, terminan, por desgracia, con algunos muertos, dos o tres heridos y el dueño en la cárcel. ¿Por qué? Porque se defendió.

Debo confesar con toda sinceridad -no sé si será delito, pero lo digo porque lo siento, porque para mí hay algo antes que la ley, que obliga a mí conciencia y llama a la justicia- que ayer, a última hora de la tarde, cuando visité a la señora de Martín Doyarzabal le dije, entre otras cosas: “Menos mal, señora, que usted puede tener la satisfacción de haber visto a su marido reaccionar y actuar como hombre en la defensa de sus bienes, de su vida y de su hijo, y esto puede constituir para usted un inmenso consuelo dentro del dolor que le significa saber que su marido está preso”. No sé si estará bien, si es de justicia, si cabe en un parlamentario decir una cosa semejante. Pero lo manifesté porque así lo siento, y lo volvería a decir en cualquiera otra oportunidad, porque es un hecho real: hay que hacer algo frente a la impunidad de los culpables, sobre todo cuando resulta sancionado, abandonado y echado del campo quien ha sido la víctima del asalto, y sin ningún castigo quienes, venidos desde afuera, sin tener nada que ver con la propiedad, producen el daño e interrumpen las labores agrícolas.

¡Y qué daño! Hemos escuchado las declaraciones del señor Ministro de Agricultura y del Gobierno sobre la posibilidad de inmenso desabastecimiento en el próximo año.

El predio a que me he referido se dedica a la lechería, entre otras cosas. Las vacas estaban encerradas ya el día viernes a las cuatro de la tarde, cuando ocurrieron los hechos, porque había que ordeñarlas. Desaparecidos los dueños, tomado preso el propietario, ahí quedaron los animales. Y el día sábado en la tarde tuvieron los carabineros que soltarlos, ponerlos en contacto con sus terneros, y se empezó a perder la producción lechera, que el país necesita. Las siembras, detenidas. Alguien le dice a la señora: “Váyase, señora, al campo, y hágase cargo usted”. ¿Cómo se va a ir la señora, que sólo tiene a su lado a un hijo enfermo, a dirigir los trabajos en ese momento? No puede ir. No hay seguridad. Ni siquiera la presencia de los carabineros, a veces, da seguridades, tanto más cuanto que los hechos ocurrieron después de haberse denunciado previamente.

Comprendo que tal vez el señor Ministro no tuviera tiempo suficiente, ante la denuncia hecha por mí el día jueves, de dar las órdenes para que se movilizaran carabineros en la zona. O quizás no hubiera carabineros disponibles, porque estaban ocupados en la carretera vigilando una carrera de automóviles en que seis individuos murieron. ¡Ojalá que esos eventos se prohíban algún día en Chile, por el peligro que entrañan!

No creo que el señor Ministro haya tenido mala voluntad, ni que haya dudado de lo que le dije. Pero se encontró frente a un hecho que no pudo físicamente prevenir enviando a los carabineros al lugar. Estos llegaron el sábado temprano, en la mañana, en un autobús, desde Valdivia, y se distribuyeron en la zona; pero ya habían desaparecido los verdaderos responsables, de quienes hoy día muchos dicen: “No los conocemos”. Nadie conoce ahora al “Anticucho”, al “Bernardo”, a la “Pecho de Palo”. Sin embargo, todos los conocían, todos sabían quiénes eran y quiénes son.

¡Esos son los responsables: los agitadores directos, que nada tienen que ver con el campo, que no son campesinos pero que organizan este movimiento que no se oculta! Ellos ponen sus banderas, con el retrato del “che” Guevara; con los demás del M.C.R.: “Patria o muerte”; con sus calaveras, etcétera. Estos son sus anuncios, no los ocultan.

Ellos están haciendo el peor daño que se puede hacer al Gobierno del Presidente Allende. Esas cosas deben terminar. Así lo ha dicho el Presidente de la República. Leí con satisfacción el 15 de octubre, en "La Nación", lo que expresó el Jefe del Estado el 30 de septiembre delante de altos funcionarios de la Administración Pública, pues sus palabras parecían significar que habría un cambio en la actitud del Gobierno y en los procedimientos administrativos en lo futuro. Pero los hechos ocurridos en estos días me hacen pensar que tal vez desde el alto sitial en que se formulan tan sanísimas intenciones, muy buenas palabras, hay mucho trecho hasta el lugar en donde deben ser puestas en practica. Desde el Palacio de La Moneda hasta Chesque, en la comuna de Loncoche, median ochocientos kilómetros de distancia, y entremedio hay muchos funcionarios que cumplen misiones muy particulares, pero no las que el Ejecutivo les encomienda.

Ese es el desorden contra el cual uno tiene derecho a reclamar; no de la actitud del Presidente de la República, que la alabo, ni de la de los Ministros, cuando los veo ejecutar sus funciones con decisión y sacrificio, sino de la del funcionario que, a otros niveles, no está cumpliendo la función para la cual el país y los contribuyentes les están pagando. ¡Si los mismos propietarios cuyos predios son asaltados pagan contribuciones de bienes raíces e impuestos para cancelar las remuneraciones de funcionarios de la Administración Pública que son responsables de estos hechos desgraciados!

Me parece que debe ponerse coto a esta situación si se quiere tener paz y tranquilidad. Lo declaro aquí para que mis palabras lleguen a quien deben llegar, y porque veo que en la provincia de Cautín pueden producirse, no sólo hechos aislados como los de Chesque o de Nehuentúe, sino muchísimas otras situaciones similares. Acabo de leer en la Oficina de Informaciones que, según últimas noticias, un mirista mató a un campesino porque se negó a colaborar. Ya-no es a un patrón al que se mata: ¡es a un campesino, al trabajador de un fundo, porque se niega a participar en la toma de ese predio! No está comprobado el hecho, pero ya está anunciado. No me extraña. De los hechos particulares o individuales, estamos a punto de desembocar en un sistema que se tratara de aplicar en todas partes. Y estoy seguro de que nadie desea sinceramente que ello ocurra en Chile.

Soy el primero en no quererlo, y creo que el Presidente de la República también debe de estar entre los que no desean que ello suceda. Pero sabemos que puede ocurrir, y no ignoramos tampoco que hay medios legítimos para evitarlo: que la autoridad se haga presente en cada sector; que el jefe de servicio asuma la responsabilidad de las actitudes de algunos funcionarios que son los malos consejeros, realizadores o encauzadores de esos movimientos. Y esto lo saben, lo conocen las autoridades; pero lo ocultan, porque tal vez cada uno tenga su pecadillo, y el silencio es un buen cómplice para guardarlo.

El viernes en la tarde llamé al Ministro para decirle que había sucedido lo que le anuncié el jueves. No logré encontrarlo; pero el sábado a las ocho de la mañana recibí un llamado telefónico del Subsecretario del Interior para decirme que se había informado de los hechos al señor Ministro, que éste lamentaba que hubiera ocurrido lo que yo le había anunciado y que “se han tomado precauciones”. ¿Precauciones? ¿Después de haber muerto una persona, de haberse destruido parte de las casas de un fundo, de haber maltratado moralmente a una mujer que valientemente enfrentó a un grupo de asaltantes?

Después de esto ya casi no era necesaria la presencia de la autoridad, porque un hombre se hizo respetar.

La acción de Martín Doyarzabal para recuperar su fundo y defender lo propio, hizo desaparecer a los veintitantos individuos que participaron en el hecho, y hubo que ir a detenerlos y a buscarlos a distintas partes.

Yo me sumo a quienes justifican la actitud de ese propietario. Creo que ha actuado bien, porque nadie puede negar a una persona que es atacada el derecho a defender su vida utilizando los medios que tiene a su alcance.

Repito: lamento por Chile lo que está ocurriendo en el sur del país. Primero, por los hechos en sí mismos, que significan división en la familia chilena; división entre los campesinos; división entre los chilenos; que significan siembra de odios. Y esos odios se mantienen, como pudo comprobarse en los funerales del indígena, cuando los asistentes hacían este juramento: “Martín Doyarzabal, tendrA que morir”. Esa fue la respuesta de los dolientes al término de los funerales de su compañero.

Ese es el odio que se está engendrando en Chile. Nadie lo quiere. Al menos, espero que no haya chilenos que lo deseen. Se debe poner término a esta situación. Y debemos remediarla con sinceridad y honradez, con la cooperación de todos. Es preciso calmar las odiosidades, molestias y rivalidades existentes, a fin de devolver al país la tranquilidad, porque debemos actuar bajo el imperio de la ley, y aplicando ésta se puede llevar adelante el proceso de reforma agraria.

Quiero recordar que el fundo Chesque no reúne las condiciones que la ley exige para realizar una expropiación: tiene una extensión pequeña y está bastante bien trabajado, considerando la calidad de los terrenos. En consecuencia, no tiene por qué ser expropiado. J3in embargo, allí se producen estos hechos.

Señor Presidente, solicito que estás observaciones sean comunicadas al señor Ministro del Interior. A última hora decidí usar la tribuna del Senado para formularlas, porque ayer, cuando llegué, hice avisar al señor Ministro que quería hablar con él sobre estos hechos, pero él estaba muy ocupado. Es cierto que es el Ministro del Interior y, además, subrogante de Relaciones Exteriores. Lo llamé nuevamente hoy y no he podido comunicarme con él. El señor Ministro sabe de qué se trata, y quiero que a través de estas palabras conozca -y también el país- los hechos; o sea, la versión de quien recorrió los campos y con sus propios ojos -viaje desde Temuco a Loncoche- presenció la situación inmediatamente después de ocurridos los acontecimientos. Aún más, se trata de las palabras de quien advirtió con más de 24 horas de anticipación la posibilidad de que ocurrieran esos hechos en el lugar en que se desarrollaron y en la forma cómo sucedieron.

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