Labor Parlamentaria
Participaciones
Disponemos de documentos desde el año 1965 a la fecha
Antecedentes
- Cámara de Diputados
- Sesión Ordinaria N° 2
- Celebrada el 03 de junio de 1998
- Legislatura Ordinaria número 338
Índice
El señor KRAUSS (de pie).-
Señor Presidente, honorable Cámara:
En una reciente obra, Mario Benedetti recuerda unos versos de Rosario Castellanos que dicen: “El que se va, se lleva su memoria, su modo de ser río, de ser aire, de ser adiós y nunca”.
Es cierto, eso ocurre con la mayoría de los hombres que al término de sus vidas no dejan sino el recuerdo que le consagran quienes compartieron con ellos su “modo de ser río, de ser aire, de ser adiós y nunca.” Muy pocos trascienden el ámbito de sus familiares y amigos y se proyectan a la consideración objetiva de la comunidad nacional o regional, o al ámbito de la patria chica de su comuna o barrio. Ellos no se llevan, sino que dejan su existencia como patrimonio compartido de esa comunidad de la que formaron parte.
Es el triunfo que se asigna a quienes como sostenía Alfonso Reyes , el ilustre mexicano fueron capaces de transformar en canto los gemidos de su pueblo; por eso su perfil se hace eterno y su nombre es conocido y proclamado no sólo por los hombres, sino también por los pájaros, los árboles, las piedras.
Así ocurrirá, ciertamente, con nuestro camarada, colega y amigo recientemente fallecido, Humberto Palza Corvacho .
Humberto Palza nació y se crió en Arica, el primer tramo específico de la larga toponimia de nuestro país. Allí creció, probablemente mecido en el hogar humilde en que surgió, por el tránsito de los frutos naturales de los valles de Lluta y de Azapa, estimulado por el espejo del embalse de la bahía de Arica o los fuegos siempre potenciales del volcán Tacora .
Humberto Palza se hizo hombre y se hizo democratacristiano que, en su caso, fue un pasaje simultáneo y estimulante. Llegó a la Democracia Cristiana, como ha ocurrido en tantos casos, impulsado por el magisterio de su familia y de la Iglesia que lo modeló en el compromiso del servicio generoso y la entrega absoluta. Por eso, porque entendía que la visión cristiana de la vida podía traducirse en una opción política, siendo casi un niño se incorporó a las filas falangistas que, con el mensaje que portaba con tono grandilocuente y serio Radomiro Tomic , o con el trabajo tesonero y activo de Edmundo Pérez Zujovic, trataban de que la semilla humanista cristiana floreciese allá en los albores de nuestro desierto.
Humberto Palza inició sus responsabilidades políticas siendo muy joven, apenas egresado del Instituto Pedagógico Técnico de Arica, en esa época en que la educación técnica merecía consideración especial entre nosotros. Fue profesor, y su especialización, el inglés.
Fue regidor durante dos períodos y desde allí, en el ámbito de la municipalidad de Arica, empezó a defender su zona y su región, y siempre reclamó, como requisito esencial, la identidad que tenía esa zona para enfrentar las durezas del destino. En su extensa vida pública, defendió a la comunidad ariqueña y, en general, a la región y a sus explotaciones naturales. Protegió el ecosistema del lago Chungará en una campaña que tuvo resonancia y respaldo mundial. Estimuló las zonas francas de Arica y de Iquique, y se opuso a establecerles tributaciones especiales que afectaran su desarrollo. Luchó por el desarrollo de la minería, la reforestación de la pampa del Tamarugal, y el incentivo de la agricultura en los pueblos rurales y precordilleranos, en los cuales, por su vocación pedagógica, siempre impulsó la creación de escuelas en esas regiones apartadas.
En 1969 y, luego, en 1973, fue miembro de esta Cámara de Diputados y en sus Comisiones de Vivienda, Defensa Nacional y de Gobierno Interior, participó activamente. Compartimos responsabilidades parlamentarias, entre otros, con Gustavo Alessandri , Luis Pareto y el que habla. La extensa bitácora parlamentaria demuestra su labor constante. Son numerosas las intervenciones en proyectos de interés local y nacional que acreditan su compromiso con los electores que lo designaron y que luego lo ratificaron como su diputado.
Durante las sombras de la dictadura, Humberto Palza se constituyó en uno de los pilares fundamentales que mantuvieron encendida la inicial de tenue luz de la Democracia Cristiana, luego fortalecida con el aporte de otros sectores que, junto con nosotros, aspiraban a la recuperación democrática de Chile.
En ese período, cuando eran muy pocos los que se atrevían a expresar sus compromisos, Palza enfrentó los miedos y mantuvo y proclamó, en Arica, en Iquique y en el país, la convicción de sus ideas, que, a esa altura, sólo eran fundamentos de una esperanza.
Con razón, entonces, se le eligió como Senador en 1989, cuando Chile retomó la buena senda, y empezamos todos a construir un país reconciliado en el ámbito vivificante de la democracia.
En los cuatro años de su mandato senatorial, Humberto Palza ratificó sus condiciones profesionales y humanas en el desempeño parlamentario. Con posterioridad, se desempeñó como embajador en Guatemala, cargo que debió declinar por razones de salud, víctima de la enfermedad que posteriormente venciera su vital entusiasmo.
Sin embargo, hasta el último momento estuvo participando en trabajos políticos y en el servicio público como delegado del Ministerio de Relaciones Exteriores en la zona limítrofe del norte.
Humberto Palza constituía la expresión física y espiritual del hombre nortino. Marcado por la vista de llanuras interminables que se encarrujan como oleajes petrificados. Esos paisajes marcan al hombre del norte, y así lo hicieron con Humberto, que, de alguna manera, en el color de su piel, en los rasgos de su cara, en su mirada profunda, pero amable, en su modo de decir, había recepcionado ese paisaje y lo había hecho suyo. Adquirió de algún modo las características del tamarugo, ese arbusto resistente del desierto, al que la arena no puede aplastar y que, pegado al suelo, también soporta los embates de la adversidad, las inclemencias del tiempo, del sol, de la fatiga y de la sed.
Así fue Humberto. Firme ante las inclemencias, las adversidades y las incomprensiones. En Arica, en Iquique, en Santiago; aquí en Valparaíso, todos los que tuvimos el privilegio de conocerlo sabemos que su trayectoria, su entereza, su honestidad, su talante en disposición de entrega permanente, constituyen un caldo de cultivo de su memoria.
Estamos ciertos de que a pesar de lo implacable de la muerte, que para él fue, por sus convicciones cristianas, el nacimiento de una nueva vida, ella no es capaz de haberse llevado la memoria de Humberto, “su modo de ser río, de ser aire, de ser adiós y nunca”. Esa memoria que no pertenece sólo a su familia, a sus padres y hermanos, a su mujer, nuestra camarada Mónica Cordero , y a sus hijos Alejandra , Javiera , Marcela , Humberto y Beatriz . Su memoria nos pertenece a todos, a la Democracia Cristiana, a la comunidad de Arica y de la Primera Región y, ciertamente, no se diluirá en el olvido.
Muchas gracias.
He dicho.