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Antecedentes
  • Senado
  • Sesión Especial N° 41
  • Celebrada el
  • Legislatura Ordinaria año 1970
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Intervención Petición de oficio
ACTITUD DE FUNCIONARIO DE PRISIONES FRENTE A SENADOR SEÑOR CHADWICK. OFICIO.

Autores

El señor CHADWICK.-

Señor Presidente, en el día de hoy me retiré de esta sesión para cumplir un pedido de la señorita abogada de San Fernando doña Raquel Carrasco, a quien conozco desde hace largos años, porque ella es funcionaría del Servicio de Asistencia Judicial, que en su tiempo me tocó dirigir.

Ella me había hecho llegar, por intermedio de su hermana María Carrasco de Moreau porque está enferma en cama en San Fernando, una información extraordinariamente grave: había sido vejada por funcionarios de Prisiones en Osorno y los muchachos que están procesados bajo la inculpación de haber pertenecido a una escuela de guerrilleros en Chaihuín habían sido objeto de increíbles malos tratos.

El Director General de Prisiones, a petición mía, me recibió hoy, después de las cinco de la tarde. En la primera parte de esa entrevista todo ocurrió normalmente. Le expliqué los hechos; le afirmé que doña Raquel Carrasco me merecía el más alto respeto por sus extraordinarias condiciones profesionales y humanas; le agregué que en su tiempo había sido la más distinguida alumna de la Escuela de Derecho de la Universidad Católica, y que, por merecimientos muy extraordinarios, cuando postuló al cargo de jefa del Servicio de Asistencia Judicial de San, Fernando, el Colegio de Abogados la había nombrado por unanimidad. Le dije que era por completo ajena a toda vinculación política que la pudiera ligar a los hechos que se dicen ocurridos en Chaihuín; que la única razón que la había movido a ir a Valdivia primero, y después a Osorno, era la de que su hermana María Carrasco de Moreau, gravemente enferma del corazón, quería conocer la suerte de su hijo. El Director de Prisiones me oyó en forma normal. La entrevista continuó y yo empecé a precisar los reclamos que por mi intermedio hacía doña Raquel Carrasco.

En Valdivia, el sábado pasado, a las 9.30 de la mañana, se le había negado toda clase de información respecto de las condiciones en que se encontraba su sobrino Renato Moreau. De nada había servido el hecho de que se hiciera valer su calidad de abogada. Sólo en la tarde pudo imponerse, por intermedio de su hermana, de que los procesados habían sido trasladados a la cárcel de Osorno.

Se le atribuía haber participado en un motín que se habría producido el día miércoles 22 de julio en la cárcel de Valdivia. Ella, cuando se trasladó a Osorno al día siguiente, no pudo hablar con su sobrino, ni siquiera verlo. No se la recibió en la cárcel; se la mantuvo en la calle y, desde una ventana, un oficial de Gendarmería, de apellido Pardo, la trató en los términos más desusados, francamente vejatorios, pasando por alto su condición de mujer y su profesión de abogado.

El Director General de Prisiones, hasta ese momento, se mantuvo en que, de acuerdo con el reglamento, él podía aplicar medidas disciplinarias de hasta 30 días de aislamiento en celdas de castigo a quien faltare gravemente a la disciplina en los establecimientos carcelarios. Le agregué, por la vía de la conversación, que no me parecía clara esa disposición respecto del aislamiento absoluto cuando es un abogado quien solicita una entrevista con el que está sufriendo esa medida disciplinaria. El Director mandó a pedir un reglamento, que le fue entregado con posterioridad y que no pudo manejar.

Pasó la conversación con otro punto del reclamo: que, según informaciones recibidas en Valdivia, los reos habían sido trasladados semidesnudos y descalzos desde esa ciudad a Osorno. Esta acusación provocó gran extrañeza al Director General de Prisiones; pero luego pudieron precisarse los hechos, porque la señora María Carrasco de Moreau, quien me acompañaba en la entrevista, confirmó que en la tarde del día sábado, en conversación con el alcaide de la cárcel de apellido Villegas, según entiendo, había quedado establecido que, efectivamente, ni los zapatos ni la ropa de Moreau habían sido llevados por el inculpado sometido a esa medida disciplinaria.

Pasé entonces al tercer cargo: dije al Director General de Prisiones que, según rumores que circulaban en Valdivia, parecía que a esos muchachos se los había golpeado. Bastó que hiciera esta referencia, para que ese funcionario, en presencia de doña María Carrasco de Moreau, me faltara el respeto en forma ostensible y prácticamente inconcebible. Empezó por golpear la mesa, dar gritos y afirmar que él no admitía que un Senador le dijera esas cosas. Luego, adoptando un tono cada vez más insolente, anunció que tomaría medidas inmediatas de castigo respecto de las personas que aparecen complicadas en el asunto de Chaihuín, una de las cuales sería el sobrino de doña Raquel Carrasco, por quien venía a protestar.

Estos hechos pueden ser apreciados de distinta manera: un exabrupto violento, incontrolado, de un funcionario de alta categoría, que en un momento determinado demuestra carecer de las condiciones mínimas para el desempeño del cargo, o una falta de respeto, un desacato al Senador que habla y a la Honorable Corporación a que pertenece.

Si no estuviera investido del cargo que desempeño, lo del señor Minchel habría podido tener otra solución.

Me retiré; pero me sentí en la obligación de dar cuenta inmediata de los hechos al Honorable Senado; protestar por la conducta de este funcionario, y pedir que, en mi nombre, se dirija oficio al señor Ministro de Justicia, dando cuenta de estos antecedentes para que se adopten las medidas que corresponda.

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